Por Mario Muñoz Lozano *
La Habana, (Prensa Latina) La clásica tragedia entre Montescos y Capuletos, genialmente descrita por uno de los hijos pródigos del Reino Unido, William Shakespeare, constituye apenas una bicoca para la sociedad británica, que se debate entre apoyar o condenar el Brexit.
Como el fútbol ‒pasión nacional‒, las lealtades a conservadores o a laboristas ceden espacios en las mesas familiares o en las acostumbradas reuniones en los pubs a las discusiones sobre el futuro del país, de abandonar la Unión Europea (UE) el 31 de octubre, como está previsto.
La incertidumbre marca el paso de los británicos. El ‘ser o no ser’ de Shakespeare pasa ahora por las decisiones finales que tomen los políticos, el Gobierno y el Parlamento, con respecto a ‘pertenecer o no’ al bloque comunitario y de prever sus posibles consecuencias.
Los defensores de la salida de la UE cuentan con el respaldo del referendo del 23 de junio de 2016, cuando el 51,9 por ciento de la población del Reino Unido y Gibraltar votaron a favor de esa opción y el 48,1 estuvo en contra.
Cuentan también y, sobre todo, con el compromiso del nuevo primer ministro, Boris Johnson, que desde su primer discurso, al tomar el cargo ha estado repitiendo que el país dejará el bloque comunitario ‘con o sin acuerdo’.
El límite y el tema que hoy separa, más que nada, a padres con hijos, a amigos, a colegas de trabajo, es ese: ¿Qué será mejor para la mayoría de los británicos? No pocos desearían retrasar el reloj al 2016 para volver a votar.
Lo cierto es que los británicos tienen el Brexit encima, a escasos dos meses de la ruptura, y las respuestas no están claras, sobre todo cuando su mandatario amenaza con un divorcio a las malas.
POSIBLES COSTOS DEL DIVORCIO
Por eso el valor de la libra esterlina ha descendido, por eso los actuales acaparamientos. Un estudio revelado el pasado 12 de agosto advierte que uno de cada cinco británicos almacena alimentos, bebidas y medicinas por temor a una posible escasez si el Reino Unido abandona la UE sin un acuerdo.
Según la firma financiera Premium Credit, los británicos gastaron cuatro mil millones de libras (cuatro mil 280 millones de euros) en provisiones y unas 800 mil personas invirtieron de forma individual más de mil libras (mil 070 euros) en reservas de emergencia.
El informe advierte que entre quienes almacenan provisiones, el 74 por ciento acumula alimentos, el 50 medicinas para su propio uso, el 46 bebidas y el 43 por ciento medicamentos para otros miembros de su familia.
La industria alimentaria británica aseguró que una ruptura sin acuerdo con el bloque comunitario podría provocar desabastecimiento en el país durante ‘semanas o meses’.
La Federación británica de Alimentación y Bebidas (FDF, en inglés) pidió al Gobierno que relaje la normativa sobre competencia para que las compañías puedan cooperar de manera más estrecha, a fin de asegurar que los alimentos lleguen a todo el país.
Un portavoz del número 10 de Downing Street señaló, por su parte, que el Ejecutivo colabora con la industria alimentaria para ‘respaldar las preparaciones de cara a la salida de la Unión Europea’.
También se conoció que la economía del Reino Unido se contrajo inesperadamente en el segundo trimestre del año en un 0,2 por ciento y por primera vez desde 2012, alentando los temores de una recesión.
Los analistas de la Oficina Nacional de Estadística (ONS, por sus siglas en inglés) reaccionaron con sorpresa, teniendo en cuenta el crecimiento del 0,5 por ciento del Producto Interior Bruto registrado en el trimestre anterior.
Los economistas previeron un estancamiento, con un crecimiento cero, pero no esa contracción entre abril y junio que, de replicarse en un segundo trimestre consecutivo, equivaldría a la recesión técnica.
SEPARARSE A LAS MALAS
A pesar de las posibles afectaciones que podría ocasionar el Brexit para el país, una encuesta publicada el pasado 12 de agosto advierte que más de la mitad de los británicos defienden la intención del primer ministro, Boris Johnson, de sacar al país de la UE ‘cueste lo que cueste’, incluso disolviendo el Parlamento si es necesario.
Según el estudio de la empresa ComRes, realizado por encargo del periódico Telegraph los días 9 y 10 de agosto, el 54 por ciento de los encuestados apoya la idea de suspender el trabajo del Parlamento para evitar un Brexit sin acuerdo.
En la encuesta, aplicada entre dos mil 11 británicos mayores de edad, el 62 por ciento de los entrevistados manifestó que los planes de salida de Johnson se corresponden mejor con los ánimos del público que con las ideas de los parlamentarios.
Para el 54 por ciento, Johnson resultó ser mejor primer ministro de lo que esperaban, mientras que el 46 por ciento dijo que el político no cumplió con sus expectativas.
No obstante, el 74 por ciento de los encuestados teme que un Brexit abrupto aumente el costo de vida, el 65 por ciento considera que la ausencia de un acuerdo afectará el suministro de medicamentos y al 57 por ciento le preocupa que disminuya el suministro de alimentos frescos.
LA PIEDRA EN EL ZAPATO
Consciente de los posibles daños para el país, Johnson comenzó su última carrera en pos de quitarse la piedra en el zapato del acuerdo de retirada para el Gobierno británico: la cláusula sobre la salvaguarda irlandesa.
Pensada para evitar la reinstauración de una frontera física entre Irlanda e Irlanda del Norte, la disposición figura en el acuerdo de divorcio alcanzado el pasado noviembre entre la UE y la ex primera ministra británica, Theresa May.
Al impedir que se reimponga una frontera física entre la República de Irlanda (miembro de la UE) e Irlanda del Norte (provincia británica), la cláusula pretende preservar los acuerdos de paz de 1998 que pusieron fin a tres décadas de violencia, pero también la integridad del mercado único europeo.
Este punto del acuerdo fue motivo de grandes polémicas en el Reino Unido y contribuyó, en gran parte, a que los diputados británicos rechazaran por tres veces el tratado y, en última instancia, a la dimisión de May, que cedió el cargo el 24 de julio a Boris Johnson.
En recientes conversaciones con la canciller federal alemana, Angela Merkel, el Primer Ministro británico aseguró que su país quiere una salida negociada.
Sin embargo, reiteró que el acuerdo no puede mantenerse tal como está porque la salvaguarda no es aceptable; ‘tiene que desaparecer, si eso es posible, entonces tendremos avances’, apuntó.
El pasado 20 de agosto, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, rechazó la solicitud del Primer Ministro británico de llegar a un acuerdo sobre la salida del bloque comunitario que no contemple la polémica clausula sobre la salvaguarda irlandesa.
El político escribió en su cuenta de Twitter que esa parte del acuerdo ‘es una garantía para evitar una frontera dura’ en Irlanda y que quienes se oponen, pero no dan ‘alternativas realistas, apoyan de hecho el restablecimiento de una frontera’.
Johnson escribió una carta a los mandatarios del bloque en la que propuso que ‘la cláusula de salvaguarda, sea reemplazada por el compromiso de establecer arreglos alternativos en la medida de lo posible antes de que finalice el período de transición, como parte de la futura relación’.
Tusk, por su parte, respondió que el Primer Ministro británico no había propuesto alternativas realistas. Posteriormente, la portavoz de la Comisión Europea, Natasha Bertaud, confirmó que ‘la UE a 27 ha tenido y sigue teniendo ahora una posición única y unida’ con respecto a la salida del Reino Unido del bloque comunitario.
En otra muestra de la tirantez de las relaciones entre Londres y el bloque comunitario, el Gobierno británico informó que a partir del 1 de septiembre los ministros y funcionarios de Reino Unido sólo asistirán a las reuniones de la UE ‘que importen’.
El secretario británico del Brexit, Steve Barclay, subrayó que a partir de ahora los ministros británicos sólo asistirán a grandes cumbres y a aquellas que aborden intereses esenciales, tales como la seguridad.
Resulta evidente que de una de las partes no ceder en los apenas dos meses que quedan por delante para la separación, el divorcio entre el Reino Unido y la Unión Europea no será a la manera diplomática, sino a las malas, a la añeja manera de Montescos y Capuletos.
*Periodista de la Redacción Europa de Prensa Latina