Contra el imperialismo, solo la unidad es garantía de victoria

El rechazo a la política hostil de EE. UU. y la OTAN, así como la necesidad del fortalecimiento de la lucha contra el terrorismo y por un mundo más justo, centraron la Declaración Final del VII Seminario Internacional de Paz y por la Abolición de las Bases Militares Extranjeras, que atrajo a Guantánamo a más de 60 activistas antibelicistas de 25 naciones

Autor: Dairon Martínez Tejeda | internet@granma.cu

El rechazo a la política hostil de EE. UU. y la OTAN, así como la necesidad del fortalecimiento de la lucha contra el terrorismo y por un mundo más justo, centraron la Declaración Final del VII Seminario Internacional de Paz y por la Abolición de las Bases Militares Extranjeras, que atrajo a Guantánamo a más de 60 activistas antibelicistas de 25 naciones.

Desde Caimanera, los delegados se pronunciaron por la devolución del territorio ilegalmente ocupado en el Alto Oriente cubano, y exigieron el fin del genocida bloqueo contra Cuba.

Ángel Arzuaga Reyes, vicejefe y coordinador del Departamento de Relaciones Internacionales del Cómite Central del Partido Comunista de Cuba, agradeció el respaldo internacional a nuestra Revolución, que construye un sistema socialista basado en el principio de la defensa de la paz mundial.

Transmitió un saludo especial del Primer Secretario del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien ratificó que, ante el peligro de una nueva conflagración mundial, Cuba mantendrá su histórica postura por la paz.

Durante el evento, los pacifistas reiteraron la necesidad de que se respete la vida humana y se pondere el diálogo en las soluciones de los conflictos actuales.

Fernando González Llort, presidente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, invitó a actuar con más fuerza política y cohesión para evitar los efectos de la guerra y la ciberguerra que se promueven desde las bases militares.

El Seminario seguirá hoy con la reunión regional de las Américas, del Consejo Mundial por La Paz, a fin de analizar y proponer soluciones a la tensa situación que viven algunos pueblos en la región.

Ninguna guerra es buena

Opinión

La tan llevada y traída libertad de expresión se destiñe todos los días, mientras las alarmas amarillistas dominan la transmisión de información, los titulares se repiten en un corte y pega implacable, dejando un rastro de miedo e incertidumbre.


Carlo Figueroa – La esquina de Escambray / Escambray

Hablar de paz, del cese de la guerra, y los llamados a poner fin a la intervención de Rusia en Ucrania son el centro mediático de estos días. Abres cualquier buscador en internet y lo que aparece en la pantalla del dispositivo es la sugerencia a seguir los acontecimientos de lo que algunos catalogan como el inicio de la Tercera Guerra Mundial.

Los algoritmos potencian las noticias del lado ucraniano, ponen en primer plano lo injusto del enfrentamiento, el regreso a la era soviética y la Guerra Fría, las sanciones de todo tipo, los apagones de los servicios y el aislamiento al macabro lado ruso. La atención está dirigida hacia el suceso, pero no a las causas.

Nadie debe ni puede justificar una guerra, menos los cientos de muertos civiles o militares en ambos bandos, la ocupación, la implosión social que genera el caos de las bombas y las balas. Pero tampoco tiene el derecho de inducir y darle ventaja en las grandes masas de receptores a una posición sobre otra.

Curiosamente no se menciona en estos días el hambre en las naciones africanas menos favorecidas, los asesinatos selectivos y desplazamientos atroces en Palestina, la situación actual de Afganistán tras la toma del poder por los talibanes. Menos, casi nada del bloqueo a Cuba y Venezuela, la miseria endémica en Haití.

La censura a los medios de comunicación rusos en Europa y grandes zonas del planeta evita que se pueda conocer más del porqué de la situación, el contexto, las históricas y convulsas relaciones entre ambos países, cuando es evidente para los centros de poder mundial que nada sucede por gusto.

¿Qué va a ocurrir si todo se resuelve en la mesa de diálogo? ¿Serán objetivas las historias que los conglomerados mediáticos van a seguir contando? ¿La visión del conflicto que se fijará por años en millones de personas es la real o la que se construye minuto a minuto desde un solo lado?

La tan llevada y traída libertad de expresión se destiñe todos los días, mientras las alarmas amarillistas dominan la transmisión de información, los titulares se repiten en un corte y pega implacable, dejando un rastro de miedo e incertidumbre.

Ya se han disparado las preocupaciones de muchos europeos y asiáticos, de los propios estadounidenses que le echaron mucha leña al fuego ruso-ucraniano. El mundo está a punto de vivir un desequilibrio atroz que va a suponer una recuperación dolorosa, donde hasta los que estamos a miles de kilómetros del conflicto sufriremos las consecuencias del alza del precio del petróleo, la escasez de materias primas vitales, la ruptura del flujo comercial internacional y la bancarrota de muchas economías supuestamente sólidas.

Llamar a la paz en amor, a la concordia entre los pueblos, a superar los dilemas a través del diálogo y el respeto, a dejar las armas a un lado para vivir en un planeta más seguro y civilizado tiene que ser un modo de resolución real, jamás una quimera. Y aunque los conflictos van a seguir en todos los rincones, no hay derecho a incrementarlos, menos a dejar de pedir que terminen o, mejor, todos tenemos la obligación de evitarlos y garantizar una vida segura.

Ninguna guerra es buena, alentarlas es un delito que se paga con creces. Sancionar, censurar, mutar el derecho a la información, dejar de ser veraces y culpar a unos y otros poniendo en la más absoluta oscuridad a millones de personas para que no puedan ver la realidad como sucede en estos días de “un solo culpable”, es tan deleznable como lanzar una bomba.