Maceo se negó a aceptar una paz sin independencia de la colonia española. (Foto: PL)
A 145 años de la histórica Protesta de Baraguá, los cubanos evocan este 15 de marzo la braveza del mayor general Antonio Maceo, quien se negó a aceptar una paz sin independencia de la colonia española.
El 15 de marzo de 1878, en Mangos de Baraguá (provincia de Santiago de Cuba), tuvo lugar el hecho protagonizada por Maceo y otros altos jefes, oficiales y tropas orientales a su mando.
De acuerdo con el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, con la orden de desobediencia, el también conocido como Titán de Bronce, llevó a su punto más elevado el espíritu patriótico y revolucionario del pueblo cubano.
Con la icónica frase de “No, no nos entendemos” al general español, Arsenio Martínez, se puso fin al Pacto del Zanjón, en el que España, tras 10 años de guerra, ofrecía el cese de las hostilidades sin una solución a la situación colonial que levantó en armas a los cubanos.
Ese acuerdo fue inadmisible para quienes, desde los campos de la nación caribeña, mantenían la voluntad por la liberación definitiva de la isla y estaban dispuestos a proseguir las acciones bélicas.
Al proclamar su decisión irrevocable de combatir, el insigne revolucionario arrastró a jefes, oficiales y soldados e inspiró la lucha de generaciones posteriores.
Esos principios patrióticos fueron enarbolados por Fidel Castro durante la última etapa de la lucha por la soberanía plena y ratificados en el juramento del 19 de febrero del 2000, cuando aseveró que Cuba sería un eterno Baraguá.
Desde su precoz adolescencia, José Martí evidenció un marcado interés por expresarse mediante la escritura: escribió poemas y se acercó al periodismo, dos formas literarias y de comunicación que solían ser compartidas por muchos intelectuales de la época, y en lo que se destacaron los cubanos, tanto en La Habana como en otras localidades del país.
El elevado número de publicaciones insulares a lo largo del siglo XIX así lo indica, sobre todo cuando ya hacia sus decenios finales semanarios y diarios se fomentaron con rapidez y abrieron el paso al periodismo, forma comunicativa donde la información y el análisis de la realidad social fueron estableciendo una diferencia con las publicaciones seriadas estrictamente literarias.
Los que comenzaron a llamarse periódicos alcanzaron en Cuba notable desarrollo en el uso del espacio impreso y sostenida calidad en su escritura, y, aunque de algún modo hicieron su aprendizaje en sus similares españoles y franceses, ya para finales de la centuria la prensa estadounidense sentó cátedra en tales sentidos y abrió camino a lo que suele llamarse el periodismo moderno.
Se ha afirmado por algunos de sus contemporáneos que, mientras estudiaba bachillerato, Martí escribió un periódico manuscrito y sí se conserva el ejemplar único de El Diablo Cojuelo, del que solo apareció un número durante la breve libertad de imprenta decretada en 1869. Seguramente que allí le nació al jovencito la pasión por la escritura de prisa acerca de lo inmediato del día y el contacto con los cajistas, las prensas y el olor de la tinta que después expresó en su poema “De noche en la imprenta” escrito y publicado en México en 1875.
Aunque publicó algo en periódicos españoles durante su primera deportación a la metrópoli fue en el hermano país latinoamericano donde la práctica cotidiana en su redacción fue su escuela práctica del periodismo diario. La maduración de esa experiencia ocurrió tras su arribo a Nueva York y colaborar sistemáticamente con La Opinión Nacional de Caracas primero, y después con La Nación de Buenos Aires y El Partido Liberal de México. Aquellos textos en que Martí entregó a sus lectores hispanohablantes del continente las por él llamadas “Escenas norteamericanas”, le otorgaron amplio y merecido reconocimiento por amplios sectores de la clase ilustrada de la región y mostraron un poderoso y original estilo de lo que empezó a llamarse el modernismo, a la vez que el brillante estudio y sagaz denuncia del naciente imperialismo de Estados Unidos, en agresiva marcha expansionista hacia el sur. Así, el periodismo, junto a su poesía, selló su altura literaria y le preparó para convertirse en el líder político de su pueblo y en el previsor impulsor de la que llamó nuestra América.
Desde mucho antes, Martí intentó caminar por sus propios pies en el campo de las publicaciones. Durante su estancia en Guatemala anunció una Revista Guatemalteca que nunca llegó a la imprenta, y en Caracas logró imprimir dos números de la Revista Venezolana, cuya singular escritura y sus novedosas ideas sacudieron el ya anticuado tradicionalismo clasicista de las letras hispánicas y levantaron el entusiasmo de una nueva generación de escritores.
En 1883 inició su colaboración en el mensuario La América, de Nueva York, cuya dirección asumió al inicio del año siguiente y al que impulsó hasta mediados de ese año por su camino latinoamericanista. Otro nuevo intento por establecer la política editorial de una publicación fue con el mensuario neoyorquino titulado El Economista Americano en fecha imprecisa hacia 1887 y 1888.
Su antiguo deseo de tener su propia publicación tuvo que esperar hasta el 10 de abril de 1892 con el periódico Patria, bajo su responsabilidad directa hasta su muerte en mayo de 1895. Este fue, pues, el momento cumbre, la plenitud del periodismo y del ejercicio comunicativo por parte del Maestro.
La vida, el pensamiento y la expresión escrita de Martí sufrieron un cambio sustantivo a finales de 1891 con su primer viaje a Tampa y Cayo Hueso: se iniciaba entonces la organización de los patriotas cubanos a fin de buscar la independencia mediante la guerra que él calificó de necesaria.
No se trata, desde luego, que el Maestro se haya alejado o sometido a crítica, a partir de entonces, los fundamentos de su ideario y de su acción. Por el contrario: él fue un caso singular de fidelidad a las bases por las cuales discurrió su rica existencia en todos los planos, bases que fue precisando y ajustando durante su corta vida, y que entre diciembre de 1891 y mayo de 1895 alcanzaron su cenit cuando decidió llegada la hora de separar a Cuba y a Puerto Rico del colonialismo español.
Mas para él se trataba ya no solo de salvar a ambas naciones no constituidas como estados, sino, y sobre todo, de evitar el desastre mayor, que sería.la absorción de ambas islas y del resto del continente por Estados Unidos, el nuevo poder que crecía velozmente impulsado por los nacientes monopolios y el capital financiero con las miras puestas en esos territorios, en franca competencia con las potencias europeas en expansión por los continentes africano y asiático y el Océano Pacífico.
No se pueden pasar por alto la conducción y el propio ejercicio periodístico martiano en Patria. Respecto a lo primero, es de admirar la perspicacia con que el director estableció la presencia de textos de diverso tipo que mantenían el interés de su lectura por una variada gama de lectores, desde los que también eran escritores e intelectuales como el propio Martí, hasta aquellos que no disponían de iguales caudales de conocimientos ni de una amplia cultura general, sin excluir a los analfabetos que escuchaban la lectura de otro.
Patria incluía, de hecho, editoriales aunque no los presentara bajo ese nombre, artículos de fondo de Martí y de diferentes colaboradores, notas de diversa índole, cartas de lectores de las emigraciones y también de Cuba y Puerto Rico en forma anónima, con lo cual se demostraba que estaba abierto tanto para los que se hallaban fuera del control del colonialismo español y de su censura de prensa, como de los residentes bajo su dominio e imposibilitados de exponer sus criterios acerca de una patria libre en los periódicos insulares. La vida del Partido Revolucionario Cubano, sus actividades públicas. Lo mismo del Delegado como de los clubes y de los Cuerpos de Consejo de cada localidad.
De su revisión es evidente que Martí buscaba, sobre todo, divulgar entre los patriotas el programa y los propósitos del PRC establecidos por él, o sea, su amplio programa revolucionario para Cuba, las otras Antillas y la totalidad del continente, y con ello evitar la dominación estadounidense y trabajar para el equilibrio de América del mundo.
Las Bases del Partido se reproducían en lugar destacado, en la primera plana de todas las ediciones para que cada nuevo lector las tuviese siempre a su alcance. Patria era un periódico político y de formación ideológica, mas sus páginas no excluían todo aquello que afirmara el orgullo patriótico y la identidad nacionales de sus lectores.
La cultura artística y literaria, los antillanos que alcanzaban relieve y reconocimientos en cualquier campo, los héroes y las heroínas conocidos y desconocidos de las luchas independentistas, la cotidianidad de las emigraciones en Estados Unidos con la sección “En casa” que evidentemente, por su estilo, el mismo Martí redactaba, al igual que otros muchos escritos de distintas naturalezas.
Hasta en los anuncios, cuyo pago contribuía a subvencionar los gastos de impresión y distribución, estaban presentes mayoritariamente los pequeños negocios y las profesiones de los antillanos residentes en el vecino país, fundamentalmente en la ciudad de Nueva York. El periódico, pues, no solo trasmitía ideas sino que además relacionaba a los patriotas entre sí y contribuía de esa manera a solidificar el espíritu nacional y el afán por alcanzar la independencia.
En consecuencia, Martí, divulgó en repetidas ocasiones su proyecto transformador, su alerta ante el camino hegemónico que tomaba Estados Unidos, Era, como él dijo, una “guerra de pensamiento”, que procuraba el arribo a una república independiente del colonialismo español, sin fisuras ante Estados Unidos, sobre la base de la más amplia unidad patriótica y el amor a su tierra y a su gente.
Para Martí, pues, era Patria un órgano de unidad política e ideológica. Por eso los temas allí más tratados fueron la labor del Partido; la “guerra necesaria”; la “república nueva”, tanto por sus objetivos internos de paz y justicia social como por su significación para abrir la unidad de acción latinoamericana frente a Estados Unidos, evitar la anexión de Cuba y otras Antillas a esa potencia emergente y contribuir de ese modo al equilibrio del mundo entre las grandes potencias que ya se lo repartían. Mas también refirió el periódico todo aquello que contribuía al sentimiento patriótico como conocer la letra y la partitura musical del Himno de Bayamo que devendría nuestro Himno Nacional; apreciar los valores de la cultura artística y literaria nacional y de sus diversas expresiones culturales; advertir acerca de las diferencias materiales y espirituales de Cuba y de nuestra América respecto a Estados Unidos; entregar los principios de su ética de servicio humanista, de la igualdad para todos y de contribuir para crear una humanidad mejor.
La escritura martiana en Patria se mostró con sus mejores galas, no cedió en calidad ni en las peculiaridades del personal estilo de su director y escritor principal. El uso de la imagen, ya como recurso estilístico, ya como elemento explicativo o probatorio de una idea o de una tesis, y también para estructurar un análisis, fue muy frecuente en esos textos del periódico. Continuaba así Martí una forma expresiva empleada desde joven y que perfeccionó en la “Escenas norteamericanas”.
Otros recursos presentes en los textos martianos en Patria son el adjetivo con una función más analítica que calificadora, el ritmo interno que le había enseñado la poesía, la riqueza de lenguaje que no vaciló en crear numerosos y osados neologismos o en la ampliación del significado de algunas palabra, la sintaxis atrevida en su composición y la libertad en el manejo de los signos de puntuación con positivos resultados notables. Ello, desde luego, ha ayudado siempre a los estudiosos de la escritura martiana a identificar sus producciones, las que muy pocas veces salían con su firma.
Ha de destacarse además, la habilidad martiana para reunir a un selecto grupo de patriotas como colaboradores con su pluma en el periódico, entre los cuales destacan Gonzalo de Quesada Aróstegui (47 textos); el puertorriqueño Sotero Figueroa (41), dueño de la imprenta donde se tiraba el periódico; Fernando Figueredo Socarrás (34), combatiente e historiador del 68 y prominente entre los emigrados de la Florida; Fermín Valdés-Domínguez (19), su amigo de siempre; Juan Fraga (19), presidente del Cuerpo del PRC en Nueva York; Serafín Sánchez (18) , oficial mambí y líder en Cayo Hueso; Enrique Loynaz del Castillo (15), joven huido de Cuba al ser descubierto como conspirador; Martín Rodríguez (14) el puertorriqueño Francisco González Marín (14); y otros más como Gualterio García, de Cayo Hueso; Benjampin Guerra, el tesorero del PRC; Rafael Serra, brillante escritor siempre leal a Martí; y Esteban Candau, ambos residentes en Nueva York; y Tomás Estrada Palma, hombre del 68 que fuera presidente de la República en Armas quien ocultaba su postura anexionista.
Los elementos tratados, que no cubren todo el universo en cuanto a la constante de la pluma martiana en Patria, pretenden advertir acerca de este extenso asunto por dilucidar plenamente, requerido de años de examen desde varias perspectivas disciplinarias. Ni por asomo, Martí en Patria no es algo agotado desde la intención cognoscitiva. Las dimensiones de su obra escrita, su riqueza en todos los planos, su originalidad y aportaciones para sustentar la entregar de un pensamiento que hoy aún resulta válido y enaltecedor para el mejoramiento humano, cada vez en mayor peligro de un desastre planetario para las formas de vida actuales, nos obligan a continuar el análisis de su ideario, particularmente los escritos en Patria, junto a su eterno significado como guía tutelar de la nación cubana.
El tiempo agiganta aún más el valor de la entrega al altar de la Patria, realizada el 13 de marzo de 1957, por el comando revolucionario encabezado por José Antonio Echeverría, caído en la acción, con el objetivo de ajusticiar al tirano Fulgencio Batista en el propio Palacio Presidencial, y luego, desde la Universidad dar armas al pueblo para iniciar una masiva lucha armada popular que pusiera el fin de la dictadura.
Echeverría, destacado dirigente universitario quien cursaba la carrera de Arquitectura, era entonces el corajudo presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), fundada por Mella en 1922, en aquellos momentos convulsos y radicales. Además, había creado el Directorio Revolucionario como brazo armado de la organización del alumnado progresista y combativo de la Alma Mater.
La audaz acción coordinada por el incansable Manzanita, apodo cariñoso con que sus amigos lo conocían por el color de tez facial, incluía la toma de la emisora nacional Radio Reloj, situada en el Vedado, algo alejada del escenario principal que era la madriguera del asesino quien desde 1952, mediante métodos ilegales y violentos, desgobernaba el país.
Con la acción del 13 de marzo, si todo marchaba según lo previsto pretendían, además, tomar otros puntos de la ciudad como el Cuartel Maestre de la Policía para hacerse de su gran arsenal y así a continuación ocupar otras estaciones policíacas y cuarteles hasta dominar la capital.
Un año antes de concebir ese plan, José Antonio había viajado a México donde junto a Fidel Castro, jefe del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, por entonces obligado a radicar en el exilio, firmara un documento de compromiso para la colaboración entre las dos organizaciones de vanguardia, inscritas en la historia de Cuba por su patriotismo contundente. Fue la llamada Carta de México, vertical y honesta como sus hacedores.
El 13 de marzo de 1957 acabó siendo un día de dolor inmenso por el asesinato a mansalva del querido dirigente juvenil y por el fracaso de la acción desde el punto de vista militar. Como consecuencia fueron ultimados otros participantes.
Pero como todos los reveses amargos de los batalladores genuinos también resultó un suceso que sirvió al crecimiento moral de la nación, pues dejaba claro lo que sus más jóvenes y valientes hijos estaban determinados a hacer para alcanzar la libertad de la nación. Había en marcha un proceso de adhesión popular a la causa.
Resonarán siempre, como lo hicieron entonces, una de las últimas frases de José Antonio cuando dijo: “Si caemos, que nuestra sangre señale el camino de la libertad”.
Ellos decidieron que también marcharían por el camino de la insurrección armada, porque la tiranía, la oligarquía nacional y el dominio foráneo habían negado al pueblo la vía para ganar sus derechos.
Cada mes de marzo la rememoración de aquella gesta heroica reafirma que no resultó una ofrenda inútil. Hizo comprender que Cuba seguía despertando, sin miedo a la cruenta represión, y esta vez el movimiento revolucionario no se detendría, aunando de nuevo a estudiantes y pueblo.
La acción organizada para el 13 de marzo comenzó desde la madrugada con el alistamiento de un pequeño destacamento armado de unos 50 hombres que se encaminó alrededor de las tres de la tarde al Palacio Presidencial, para asaltarlo. Fue una acción muy osada, pero no pensada a la ligera.
No todo pudo suceder de acuerdo con los planes trazados. Convergieron casualidades o circunstancias que devinieron fuertes barreras para los revolucionarios. El comando juvenil que penetró con relativa facilidad en el lugar, debido al factor sorpresa, y llegó hasta el Salón de los Espejos, tuvo confusión al ver que el tirano no estaba en su despacho, como era habitual, a esa hora.
Otro elemento negativo fue que nunca llegó el apoyo programado: un camión de armamentos, a usarse como respaldo al combate que se entabló con rapidez. Además, la Guarnición Presidencial se enfrentó rápidamente a los asaltantes. Fue mortalmente herido Carlos Gutiérrez, uno de los jóvenes revolucionarios.
En el momento en que José Machado (Machadito), se dio cuenta de lo difícil de su situación, con ninguna posibilidad de éxito, llamó a la retirada. Pero debió retornar al interior del Palacio a fin de rescatar a su compañero Juan Pedro Carbó Serviá, al percatarse de que este se había perdido dentro del recinto.
Sin conocer el rumbo infausto de los acontecimientos, José Antonio y otro dirigente del Directorio, Fructuoso Rodríguez, enrumbaron hacia Radio Reloj. La transmisión de su vibrante alocución fue interrumpida y su contenido no pudo escucharse en lo esencial por la población, pero fue grabado para la historia. Hoy es un testimonio estremecedor de aquel patriotismo sin límites protagonizado por jóvenes cubanos.
Fuera ya de la emisora, en medio de una vorágine, José Antonio se encamina a la Universidad, donde debía haber otros estudiantes. Inesperadamente el auto en que viajaba Manzanita choca con un patrullero que salió a cortarle el paso.
Como era de esperar, el joven sin retroceder enfrenta con su pistola a los sicarios, que le disparan con mayor pericia y lo derriban. Allí lo ultimaron cobardemente. Fue una calle aledaña a su amada Universidad de La Habana, el lugar que recibió su cuerpo brutalmente abatido.
Los cubanos honran en cada aniversario y siempre al querido José Antonio y a todos los mártires inmolados en plena juventud relacionados con los sucesos heroicos del 13 de Marzo de 1957. Como él vaticinara, su mensaje nos marcó de manera indeleble, y sus vidas hermosas inspiran a todo un pueblo, que no los olvida.
Posiblemente a otros, un golpe similar al del 13 de marzo de 1957 les hubiera bastado para rendirse y abandonar, y conformarse con el consuelo glorioso del intento
El recrudecimiento de la persecución fue solo una de las consecuencias. La organización perdió a su principal dirigente y figura política y a varios cuadros de acción. Foto: Archivo de Granma
Un destacado combatiente del Directorio Revolucionario (DR) me dijo una vez, en medio de una conversación, como quien salda cuentas íntimas con el pasado: «Dios no nos quiso». La sentencia aludía a los numerosos avatares, obstáculos y contratiempos que debió enfrentar la organización en su devenir. Uno de esos golpes demoledores, «como del odio de Dios», fue el sufrido el 13 de marzo de 1957. ¿Cómo superó el revés? ¿Cómo fue capaz de recuperarse del terrible mazazo? Las referencias habituales a las acciones de ese día abundan en detalles sobre los preparativos y el desarrollo de la operación armada, pero no le dedican la misma atención, por lo general, a lo ocurrido en las horas posteriores. Tan heroica como el arrojo combativo desplegado en el Palacio Presidencial y Radio Reloj, la decisión de los jóvenes del Directorio de continuar la lucha, aún en las condiciones más difíciles, revela, quizás mejor que ninguna otra, la clave de su grandeza.
En las jornadas siguientes al 13 de marzo la actividad del Directorio se redujo básicamente a la sobrevivencia y a los intentos de reorganizarse a la mayor brevedad posible. El recrudecimiento de la persecución fue solo una de las consecuencias. La organización perdió su principal dirigente y figura política y a varios cuadros de acción. Casas de seguridad, medios de transporte, abundante armamento, indispensables todos para la infraestructura de un trabajo clandestino, formaban parte del inventario de pérdidas.
Muchos contactos y fuerzas con las que se contaba sufrieron la dispersión. En otro sentido, el 13 de marzo elevó el prestigio del Directorio Revolucionario y le acentuó su perfil insurreccional y de vanguardia, más allá de los medios estudiantiles. A partir de este momento José Antonio Echeverría y el asalto al Palacio Presidencial serían sus banderas de combate, con las que se atrajo la simpatía y colaboración de muchos revolucionarios.
En medio de las difíciles condiciones creadas por la ola represiva los líderes de la organización consiguieron reunirse por vez primera en esta nueva etapa el 24 de marzo, en la casa de Andrés Cheo Silva, en la calle L entre 15 y 17. Asistieron Joe Westbrook, Julio García Oliveras, Faure Chomón, Enrique Rodríguez Loeches y Fructuoso Rodríguez. De los sobrevivientes de la Dirección Nacional solo se ausentaba Samuel Cherson Biniakowski, responsable de Propaganda, vetado por Enrique Rodríguez Loeches por no haber participado en la acción armada del día 13. La propuesta no encontró objeción por el resto de los compañeros. Allí se analizó lo sucedido con la operación de apoyo, cuyo fallo hizo fracasar toda la acción, y se acordó la elaboración de un manifiesto dirigido al pueblo, con la explicación del Directorio de los acontecimientos del 13 de marzo y la denuncia como traidores de los responsables del refuerzo. La redacción del documento estuvo a cargo de Joe Westbrook. En el ánimo de los presentes estaba recuperarse rápidamente.
Una semana después se reunieron nuevamente, en el sótano de la calle 19 que había servido de último refugio a Echeverría. En esta ocasión se reestructuró la dirección del DR. Fructuoso fue ratificado como Secretario General, en una sucesión que devenía natural pues había sido el Segundo Secretario del Directorio desde su fundación, y había desempeñado un rol crucial en su organización y en la coordinación de los núcleos insurreccionales de la Universidad. Igual de legítima y reglamentaria fue su sustitución de José Antonio al frente de la FEU, que le correspondía por su condición de primer Vicepresidente. Se completó la reconstrucción de los sucesos del asalto al Palacio Presidencial y la toma de Radio Reloj y se acordó la salida al extranjero de Faure Chomón, con el objetivo de conseguir armamento. Este fue un caso excepcional, pues la decisión era que sus militantes continuaran en La Habana y no se asilaran.
En el encuentro Joe dio lectura a la proclama que había redactado en nombre de la organización, dirigida al pueblo de Cuba. En el documento se rendía homenaje a los compañeros muertos, se señalaba por sus nombres a los que el Directorio consideraba responsables del fracaso de los planes del 13 de marzo, se calificaba ese día como «inicio de la confraternidad revolucionaria» y se aclaraba que el Directorio Revolucionario «asumió las responsabilidades y ejecutó las acciones del día 13, hermanado en este empeño con grupos afines en la acción y en el propósito que nos animó».
De igual manera, se aprobó la elaboración de otro texto, complementario a este. Se trataba de una circular a los militantes del Directorio Revolucionario en la que se abundaba en explicaciones sobre las responsabilidades de los que aparecían denunciados en la proclama.
Tómese en cuenta que los documentos fueron redactados y aprobados en medio de ánimos caldeados, bajo las difíciles condiciones de clandestinidad y persecución, que impedían conocer a fondo en ese momento toda la verdad sobre lo ocurrido, con el dolor por la pérdida de compañeros muy queridos, con la frustración por el fracaso de la operación, provocada por errores humanos y vacilaciones. Suscribieron ambos textos todos los miembros del Ejecutivo, incluidos los exiliados, que fueron consultados y dieron su aprobación. Julio García Oliveras y Enrique Rodríguez Loeches firmaron con sus nombres de guerra, Víctor Bravo y Luis Gordillo, respectivamente, pues eran los únicos que no se encontraban fichados por los cuerpos policíacos.
En esta segunda reunión se declinó la invitación de Fidel, trasmitida por Javier Pazos, de trasladarse a la Sierra Maestra e incorporarse a la guerrilla como medio de salvaguardar la vida ante la represión de la dictadura:
(…) un mensaje de Fidel ante los hechos del 13 de marzo y preocupado por los supervivientes de esa acción estuvieran en peligro, él nos ofrecía la posibilidad de que nos incorporáramos a las guerrillas en la Sierra Maestra. Esto fue analizado en la organización, que había una preocupación de Fidel que pudieran asesinarnos a todos después de este hecho, pero realmente en ese momento entendíamos que teníamos la posibilidad aún de seguir actuando en La Habana”.
A pesar del estado en que se encontraba, el Directorio persistía en seguir un camino propio con su opción táctica de golpear arriba, y pretendía producir en el corto plazo otra acción de envergadura en La Habana: “Incluso, se propuso plantear la decisión del Directorio de actuar en un plazo de 100 días (…). Esto expresaba la firmeza de nuestra decisión: mantenernos en La Habana y volver al combate de inmediato”. Tres días antes de caer asesinado, Fructuoso le escribía a Rolando Cubela: “Seguimos en pie de lucha. Reorganizándonos para cuanto antes dar otra batalla que quizás sea la definitiva”. La decisión fue permanecer en la capital y reanudar el combate de inmediato:
Ya nos considerábamos más diestros, nos sentíamos más experimentados, nos sentíamos más seguros. Teníamos la presencia de toda la experiencia esa de una insurrección, de una rebelión armada en La Habana, de una cosa, y que había necesidad de desarrollar una gran audacia, mucho cuidado en un plan. Despedazado, muerto José Antonio, parte enorme de la organización, pero nos sentíamos así.(…) Y creo que una necesidad nuestra, ¿no?. Yo creo que, para vivir y combatir, hubo que decir: contraatacar al Palacio Presidencial. Casi era como un elemento necesario de fe y de decisión, y decir: no, vamos a buscar un plan, no, de volver, de volver. Creo que no estábamos muy lejos de que si reunimos todas las armas, y hay posibilidades, le metíamos a Palacio otra vez.
Además de los esfuerzos por recuperar el potencial combativo del DR, Fructuoso da continuidad, desde la clandestinidad y bajo acoso, a la política de José Antonio de utilizar la FEU como instrumento de enfrentamiento y movilización pública contra la dictadura. Su condición doble de máximo dirigente de la FEU y el Directorio, igual que Echeverría, permitió la permanencia de la identidad entre ambas organizaciones y su articulación complementaria en una sola estrategia de lucha.
Con el carácter de lucha política que brindaba la FEU emitió a la prensa declaraciones como estas, para denunciar los intentos politiqueros de llegar a acuerdos con la dictadura, valiéndose de la sangre vertida:
La muerte de nuestro inolvidable líder nos obliga más que nunca a nuestra vertical posición ante el régimen que padecemos (…) y porque han caído cientos de cubanos buenos y honrados que no vacilaron en ofrendar sus vidas en aras de una Cuba mejor, conscientes de nuestra responsabilidad histórica, expresamos nuestra firme convicción de que el problema político nacional no se puede resolver mediante concesiones y compromisos entre el gobierno y la oposición.
También trasmitió orientaciones al movimiento estudiantil, como la de declarar “día de luto cívico” el 13 de abril, cuando se conmemoraba un mes de la muerte de José Antonio y los caídos en el asalto a Palacio. O la de ordenar el paro indefinido del estudiantado de la Universidad y llamar al resto de los centros de enseñanza a adoptar similar actitud hasta tanto “la libertad engalanada aparezca en el pórtico de la República”, en carta dirigida al Consejo Universitario un día antes de su asesinato. De esta manera tornaba permanente el cierre temporal de la Universidad de La Habana, decretado a finales de noviembre de 1956, y que se había extendido a las otras dos universidades públicas del país. La casa de altos estudios clausurada sería un símbolo del estado de cosas bajo el régimen de Batista. No podían desarrollarse con normalidad las clases cuando los muros de la Colina habían visto caer, atravesado a balazos, el cuerpo de José Antonio Echeverría, y mientras se siguiera asesinando y persiguiendo jóvenes.
Posiblemente a otros, un golpe similar al del 13 de marzo de 1957 les hubiera bastado para rendirse y abandonar, y conformarse con el consuelo glorioso del intento. Los jóvenes del Directorio no. Como Fidel y sus compañeros tras el Moncada, no se arredraron ante la adversidad, y en medio de la represión, la herida y el dolor, le abrieron caminos a la victoria, a golpe de coraje, fe y lealtad. Ahí, en la voluntad de persistir, de regresar al combate una y otra vez, sin importar riesgos o sacrificios, por el compromiso sagrado con un ideal, radica lo imperecedero de su ejemplo.
Los golpes del siglo XXI apelan al caos, a aplicar terapias de choque mediante la guerra económica, sicológica, cultural y si es necesario entran a desempeñar su papel las fuerzas armadas, siempre como libertadoras o tras el manto de la «ayuda humanitaria»
La violencia contra el pueblo en los golpes de Estado se justifica como «estado de necesidad». Foto: AFP
En la madrugada del 10 de marzo, previo a las elecciones de 1952, un golpe de Estado perpetrado por Fulgencio Batista instauró una cruenta dictadura en Cuba.
El régimen implantado por el «hombre fuerte» de EE. UU. fue uno de las más bárbaros en el continente. Los órganos represivos articulados dentro del Ejército, la Policía y la Marina, bajo la asesoría directa del FBI y la CIA, sembraron el terror y la muerte en la Isla.
A partir de 1947, una ola de asonadas se había extendido por el continente americano.
No debemos olvidar que, en 1946, se creó el Western Hemisphere Institute for Security Cooperation, nombrado Escuela de las Américas a partir de 1963; se instituyó en 1948 la Organización de Estados Americanos (OEA), y el 2 de septiembre de 1947, en Río de Janeiro, se firmó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).
En los años 60 y 70, en el marco de la Estrategia de Contención de Washington, y de la Doctrina de Seguridad Nacional, se produjo, de nuevo, una constelación de cuartelazos en numerosas naciones latinoamericanas, entre ellas Brasil, Bolivia, Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile.
Los regímenes creados a partir de las asonadas militares de esos años, bajo la fuerte presión de las denuncias internacionales sobre violaciones de Derechos Humanos, pero, sobre todo, por la resistencia cada vez más organizada de los pueblos, comenzaron en los 80 a dar paso a transiciones democráticas, muchas de ellas mediatizadas, para impedir el triunfo de procesos radicales que afectaran los intereses de Washington en la región.
Sin embargo, ¿el regreso de la «democracia» significó el fin de los golpes de Estado?
Si definimos estas acciones como «la toma ilegal del poder por parte de una facción política, una secta, un grupo rebelde o militar, por cualquier medio», como lo precisan varios manuales y especialistas del tema, pudiéramos llegar a la conclusión de que, lejos de desaparecer, las tomas violentas del poder solo han cambiado de matices.
¿Cómo definiríamos lo sucedido en Bolivia en 2019, o en Brasil, contra el gobierno de Dilma Rousseff; los intentos por derrocar a Hugo Chávez en Venezuela y a Daniel Ortega en Nicaragua?
Hoy las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones permiten trasladar las acciones a un terreno diferente y mucho más efectivo.
Los grandes conglomerados mediáticos, las redes sociales digitales y la ciberguerra entran a desempeñar un papel primordial en las asonadas actuales, elementos a los que se suman métodos más tradicionales, como el uso de paramilitares, grupos criminales, etc.
En el caso de América Latina y el Caribe, hay que tener en cuenta el papel que tienen el lawfare, las ong al servicio de la comunidad de inteligencia yanqui y los militares.
No exentos de violencia, a pesar del apellido impostado de «suaves», los golpes del siglo XXI apelan al caos, a aplicar terapias de choque mediante la guerra económica, sicológica, cultural y si es necesario entran a desempeñar su papel las fuerzas armadas, siempre como libertadoras o tras el manto de la «ayuda humanitaria».
Marilys Suárez Moreno – Revista Mujeres.- El espíritu cercano del Dia Internacional de la Mujer anda atareado por estos días en que las cubanas y las mujeres del mundo entero se aprestan a celebrar la jornada por el Ocho de Marzo. Fecha celebrada en Cuba por primera vez en 1931
La tarde de ese día, se efectuó en el Centro Obrero de Cuba, ubicado entonces en Revillagigedo No. ocho, en la Habana Vieja, el primer Dia Internacional de la Mujer cubana. Gobernaba el tirano Gerardo Machado y la mayoría de las mujeres que allí se encontraban, manteniendo la huella hereditaria de Mariana Grajales y de Ana Betancourt, la pionera en reclamar los derechos civiles de la mujer en una época en que aun el pueblo cubano no había logrado su independencia, clamaron por reivindicaciones salariales y llamaron a la unidad de la clase obrera y las fuerzas femeninas.
Una joven dirigente al frente del Sindicato Textil, Panchita Batet, integrante de la comisión que organizara el evento y una activa sindicalista, fue una de las oradoras de ese día en que se llamó también a propagar la actividad sindical y la unidad del movimiento femenino.
Otra compañera muy querida por las luchadoras de aquellos convulsos años de la República mediatizada, Charito Guillaume, también habló esa tarde, hará 92 años este Ocho de Marzo. En el transcurso de esos años y de acuerdo con la situación reinante en ellos, las reivindicaciones principales de las cubanas pasaban por el derecho al voto, pues con el mismo reclamaba la absoluta igualdad de derechos y luchaban por sus intereses pertinentes.
Casi siete décadas después, triunfante la Revolución, la otrora joven sindicalista e integrante del movimiento de vanguardia de las luchadoras cubanas entonces, recordaría que al iniciarse la segunda parte del programa con la presentación de un grupo artístico, éste no pudo actuar, pues la policía irrumpió en el local y a toletazos desalojó el lugar.
A medida que se desarrollaba la comprensión femenina sobre los derechos inherentes a su condición, las consignas se hicieron más variadas y amplias, pasando gradualmente de la reivindicación por el derecho al voto a las destinadas a crear las condiciones que garantizaran el ejercicio de ese derecho y por sus intereses particulares
Hoy la fecha en Cuba discurre por otros derroteros, diferentes a los de sus congéneres en los años de república mediatizada y en otras muchas otras partes del planeta, en que este día se matiza con despidos, reivindicaciones, reclamos y hasta represión. Lejos de las luchas que tuvieron que librar nuestras antecesoras. Pese a lo cual, el contenido específico y particular de las consignas y peticiones esgrimidas por las mujeres en sus países respectivos con motivo del Ocho de Marzo, transitan por la afirmación de su papel en la sociedad, como trabajadoras, madres y ciudadanas.
Sobran ejemplos de su coraje y valentía, entrega y patriotismo, demostrando la veracidad del apotegma martiano que dice:”Las campañas de los pueblos solo son débiles cuando en ellas no se alista el corazón de las mujeres”.
Y porqué todo ello es cierto, esta mujer que hoy se crece en su entrega, es la misma parte de esa fuerza vital que durante todos estos años ayudó a cimentar con su esfuerzo la obra de la Revolución, la que le da a la vida, según nuestro Héroe Nacional José Martí, un sabor singular e imperecedero.
Mujer de tiempos heroicos y difíciles, partícipe activa de cuanto hacemos y soñamos, ellas van de la mano de la esperanza con el mismo brío y fervor revolucionario de los años fundacionales.
El líder de la Revolución Cubana, General de Ejército Raúl Castro Ruz, y el Primer Secretario del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, encabezaron el acto político y ceremonia militar por el aniversario 65 de la fundación del Tercer Frente Mario Muñoz
Desde la fundación del Tercer Frente hasta los días actuales, la continuidad generacional ha sostenido todo lo que allí se conquistó con la Revolución. Foto: Estudios Revolución
Santiago de Cuba.–Un homenaje a los combatientes caídos del Tercer Frente Mario Muñoz marcó el inicio de la conmemoración, este 6 de marzo, del aniversario 65 de su fundación, jornada que encabezó el líder de la Revolución Cubana, General de Ejército Raúl Castro Ruz, tras su llegada a territorio santiaguero, luego de rendir tributo en tierra venezolana al Comandante Hugo Chávez Frías.
Al amanecer de este lunes, el General de Ejército, acompañado por el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, llegaron hasta el mausoleo donde reposan los restos del Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, jefe fundador de este frente guerrillero, y de los demás integrantes caídos o fallecidos después del triunfo revolucionario, con el propósito de rendir honores a una historia de más de seis décadas.
Allí, en la cima de Loma la Esperanza, donde se yergue el monumento, fueron colocadas, en nombre de Raúl y Díaz-Canel, y también del pueblo de Cuba, tres ofrendas florales, a las que se sumaron las flores blancas que, de a poco, fueron depositando los presentes.
A la ceremonia, breve reverencia a la historia descomunal de un país, escrita por mujeres y hombres dignísimos, también asistieron el Comandante de la Revolución Guillermo García Frías, fundador y segundo jefe del Tercer Frente; y los miembros del Buró Político, Héroe de la República de Cuba, general de cuerpo de ejército Álvaro López Miera, ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR); y el canciller Bruno Rodríguez Parrilla.
En el homenaje estaban presentes, además, el general de cuerpo de ejército Joaquín Quintas Solá, viceministro de las FAR, las principales autoridades del Partido y el Gobierno de la oriental provincia, así como familiares del Comandante Almeida Bosque.
Seguidamente, como colofón del tributo, tuvo lugar, en la falda de las montañas del poblado cabecera de Cruce de los Baños, el acto político y ceremonia militar en saludo a la efeméride, que contó con una representación de tanquistas y de las tropas especiales, integrantes del Ejército Juvenil del Trabajo, de la Policía Nacional Revolucionaria, estudiantes de escuelas militares de Contramaestre, de las Milicias de Tropas Territoriales y del pueblo de Tercer Frente.
Luego de escucharse las notas del Himno Nacional, interpretado por la banda de música del Ejército Oriental, tres salvas de fusilería irrumpieron en la serranía, a lo que le siguió el toque, siempre solemne, de silencio. La música, de la autoría del Comandante Almeida, a quien el arte le corría por las venas, también distinguió la conmemoración, en un sitio que se sabe fiel a la Revolución y a toda la gloria que se ha vivido.
La pionera Natali Naranjo Romero, de la escuela secundaria básica Camilo Cienfuegos, al intervenir en el acto, habló de cuán inspiradores son la historia de este frente guerrillero y el ejemplo de su jefe fundador. «Somos continuidad», dijo, y «no olvidaremos jamás de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde vamos».
Reicher Navarro Navarro, cadete de primer año de la especialidad político militar, en la Escuela Interarmas de las far General José Maceo, Orden Antonio Maceo, llamó la atención sobre el protagonismo de los jóvenes en cada obra de la Revolución, pues fueron jóvenes quienes la edificaron y son los jóvenes quienes la seguirán llevando adelante.
De la trayectoria que no cabe en 65 años, de aquellos momentos tremendos de la fundación del Tercer Frente, de la visión estratégica del Comandante en Jefe Fidel Castro, que materializó Almeida, de todas las transformaciones derivadas del quehacer revolucionario para revalorizar la vida en la montaña, y de los desafíos de la serranía para seguir consolidándolas abundó, en las palabras centrales, la miembro de Comité Central del Partido y del Consejo de Estado, Beatriz Johnson Urrutia, gobernadora de Santiago de Cuba.
Un homenaje a los combatientes caídos del Tercer Frente Mario Muñoz marcó el inicio de la conmemoración. Foto: Estudios Revolución
Sobre los retos, específicamente, mencionó la necesidad de ofrecer un servicio médico de excelencia, de perfeccionar la utilización de la tierra e incrementar la productividad, de promover la innovación en la industria y de explotar todas las potencialidades existentes para dar respuesta a un programa tan sensible como la vivienda.
«Tenemos el deber y el compromiso moral de dignificar cada día la obra de la Revolución, junto a las ideas de Martí, Maceo, Fidel, Raúl y Díaz-Canel, defendiendo la unidad y la independencia, emancipándonos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos», sentenció.
Especial significación tuvo la entrega, de manos del General de Ejército, de un diploma firmado de su puño y letra al mausoleo del Tercer Frente, como reconocimiento al trabajo que realiza en la conservación de la memoria histórica de este sitio devenido símbolo. Fue Yunia Manso Pérez, directora del complejo, quien recibió la distinción.
Aunque aún falta mucho por hacer, la realidad de la serranía santiaguera viene a confirmar, en palabras del propio Juan Almeida Bosque que: «el Tercer Frente (…) cumplió con honor la misión que le designó el Comandante en Jefe, y fue uno de los puntales de la victoria definitiva del pueblo cubano». A la par, como diría Raúl, también cumplió su jefe fundador, «con proverbial lealtad, eficacia y espíritu de sacrificio».
A esas certezas, a más de seis décadas de la fecha fundacional, se suma otra, quizá con más fuerza, y es el carácter irredento de una tierra que, por más difíciles que sean los tiempos, no se rinde ni se rendirá.
Fidel reconoció las altas dotes de jefes militares y políticos que Raúl y Almeida desplegarían, con creces, en los territorios bajo su mando. Foto: Liborio Noval
La historia iluminaría, aquel 27 de febrero de 1958, los nombres de los fogueados capitanes rebeldes Raúl Castro Ruz y Juan Almeida Bosque, con su ascenso al grado de comandante hace hoy 65 años, por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz; orden que, a su vez, los establecía como jefes de las nuevas columnas guerrilleras 6 y 3, respectivamente.
Con la victoria y la elevada moral de los combatientes en el segundo combate de Pino del Agua, había llegado la hora de extender las fuerzas del Ejército Rebelde hacia otros territorios, como el norte de la entonces provincia de Oriente, y el este de la propia Sierra Maestra.
A sus 26 años, Raúl poseía la madurez del Moncada, del Presidio Modelo, del Granma y Cinco Palmas, de La Plata, Uvero y los demás importantes combates sostenidos hasta entonces.
Recién cumplidos los 31 años, Almeida era igualmente el joven asaltante del Moncada, que del Presidio Modelo marchó a México, regresó en el Granma y en Alegría del Pío se irguió como un Maceo al gritar: «¡Aquí no se rinde nadie c…!»; era del mismo puñado de Cinco Palmas, y quien en el violento combate de Uvero avanzó de pie hasta ser paralizado por un disparo en el pecho.
Sobrados méritos reunían uno y otro para la misión recibida. Por la cercanía del punto de partida en el campamento de Pata de la Mesa, Almeida fue el primero en ocupar la zona asignada, y el 6 de marzo crea en Puerto Arturo, con 57 efectivos, el Tercer Frente Mario Muñoz, donde tendrían lugar más de 200 acciones de guerra victoriosas en los 6 000 kilómetros cuadrados que llegaría a abarcar.
Después de un largo periplo que incluyó el cruce de la Carretera Central, el 11 de marzo arriba Raúl con sus 67 combatientes, más 11 incorporados durante la marcha, al sitio conocido como Piloto del Medio, para dejar abierto el Segundo Frente Oriental Frank País, el cual sostendría más de 250 acciones combativas en los 12 000 kilómetros cuadrados que llegó a controlar.
En esa concepción estratégica de lucha, Fidel no solo reconoció el valor y la fidelidad a toda prueba de los nuevos comandantes, sino que, por demás, apreció cabalmente en ellos las altas dotes de jefe militares y políticos que desplegarían con creces en los territorios bajo su mando, donde junto al aporte a la victoria supieron ganarse la confianza y el apoyo del pueblo.
El 16 de febrero de 1903 el Gobierno de Estrada Palma cedió, para la Base Naval en Guantánamo, un área de 117,6 kilómetros cuadrados del territorio nacional, que permanece ocupada desde entonces, en contra de la voluntad del pueblo cubano
El 16 de febrero de 1903 el entonces presidente de Cuba, Tomás Estrada Palma, traicionó las ideas de José Martí y del Partido Revolucionario Cubano que ayudó a fundar, al firmar la cesión del territorio de Caimanera a Estados Unidos, para implantar una base naval contra la voluntad nacional.
De esa manera, hace 120 años, el Gobierno de Estrada Palma cedió, para la Base Naval en Guantánamo, un área de 117,6 kilómetros cuadrados del territorio nacional, que permanece ocupada desde entonces, en contra de la voluntad del pueblo cubano.
El injerencista Convenio para las Estaciones Carboneras y Navales surgió a partir de la imposición de una enmienda constitucional para Cuba, aprobada por el Congreso de ee. uu. y firmada por el Presidente William McKinley, en marzo de 1901, que se conoció como Enmienda Platt, mientras el territorio cubano estaba ocupado por el ejército de ese país.
La Enmienda Platt fue un apéndice de ocho artículos al proyecto de Ley de los Presupuestos del Ejército, aprobado por el Congreso de Estados Unidos e impuesto a la primera Constitución de la República de Cuba, elaborada por la Asamblea Constituyente de 1901, bajo la amenaza de que, si no la aceptaba, Cuba seguiría ocupada militarmente.
El Artículo VII de esta Enmienda establecía la cesión de porciones de suelo cubano para ubicar estaciones navales norteamericanas «para poner en condiciones a los Estados Unidos de mantener la Independencia de Cuba y proteger al pueblo de la misma, así como para su propia defensa».
Más insultante aún era el Artículo III, que «concedía a Estados Unidos el derecho de intervenir militarmente en la Isla cuando peligraran (a su juicio) la vida, la propiedad o las libertades individuales».
Y advertía al Gobierno de Cuba que «los Estados Unidos pueden ejercer el derecho de intervenir para la conservación de la Independencia cubana, el mantenimiento de un Gobierno adecuado para la protección de vidas, propiedad y libertad individual y para cumplir las obligaciones que, con respecto a Cuba, han sido impuestas a los Estados Unidos por el tratado de París, y que deben ahora ser asumidas y cumplidas por el Gobierno de Cuba».
También, en su Artículo VI se aprovecharon del error geográfico en el Tratado de París de referirse a Cuba como una isla y no un archipiélago, para disponer que el status de Isla de Pinos (actual Isla de la Juventud) sería determinado en un futuro acuerdo con Estados Unidos.
Estrada Palma, luego de la muerte en combate de Martí, quedó como Delegado del Partido Revolucionario Cubano (PRC), y fue nombrado agente en el exterior de la República en Armas, en la Asamblea de Jimaguayú.
Permaneció en Estados Unidos hasta mucho después de ocupada la Isla por el ejército norteamericano. En este periodo, una de sus pocas acciones públicas fue la decisión unilateral, irresponsable e inconsulta de disolver el PRC, en diciembre de 1898, al considerar cumplidos los objetivos que dieron lugar a su creación.
En inteligencia abierta con los estadounidenses durante la ocupación, Estrada Palma le recomendó al General en Jefe Máximo Gómez la disolución inmediata y sin compensación monetaria del Ejército Libertador, y le dijo que sus gestiones para obtener el reconocimiento de los haberes de los militares ante el presidente McKinley habían resultado inútiles.
Sugería que los mambises se emplearan como obreros en los ingenios, solución para la cual estaba ya en trato con los hacendados de Cuba.
Máximo Gómez se negó rotundamente a disolver el Ejército mambí sin una compensación monetaria, y le respondió en una carta: «Razones de orden público, de alta política, de moralidad, me decidieron a oponerme y a seguir oponiéndome a que nuestros soldados, que tantas pruebas de abnegación han venido dando, regresen a sus hogares destruidos, a sus campos yermos, sin un centavo en el bolsillo (…)».
Con el visto bueno de Estados Unidos, Estrada Palma se convirtió en candidato a las primeras elecciones cubanas y las ganó, comicios en los cuales tuvo como único oponente al Mayor General del Ejército Libertador cubano y último presidente de la República en Armas, Bartolomé Masó, quien se retiró, finalmente, por falta de garantías electorales.
Tomás Estrada Palma fue presidente de la República de Cuba de 1902 a 1906, resultando electo en las primeras elecciones celebradas, bajo supervisión norteamericana. Gobernó con austeridad extrema, pero con absoluto servilismo hacia los intereses de la Casa Blanca yanqui.
Próximo a concluir su mandato, decidió aspirar a la reelección, para lo cual se valió de la fuerza del poder y del fraude, lo que motivó que los seguidores del opositor Partido Liberal se alzaran en armas. Cuando se percató de que la revuelta popular amenazaba con derrocarlo del poder, prefirió solicitar al Gobierno norteamericano la intervención militar. Poco después renunció a la Presidencia para facilitar la entrega de los destinos del país a EE. UU., que ocupó Cuba por segunda ocasión.
La devolución de los terrenos que ocupa la Base Naval de Estados Unidos en Guantánamo ha sido un reclamo permanente de la Revolución Cubana, desde 1959. Cuenta con el respaldo del pueblo cubano y de la comunidad internacional. Es una espina clavada en el corazón de la Patria.
Con su franca sonrisa, Camilo inspiraba confianza en el pueblo Foto: Perfecto Romero
No hay quizá un apellido más exacto: Camilo tenía la intensidad de cien fuegos, y fue por la vida hecho voluntad, dándose por la causa que escogió, con la audacia de quien no concibe que el peligro se interponga entre la realidad y el sueño.
En él convergieron virtudes que lo hicieron parte de lo sagrado en el imaginario de la Isla: sencillez, arrojo, lealtad, alegría, inteligencia.
Pero esa grandeza de Camilo y el cariño que para él nació en la gente, no parte de su excepcionalidad; sino, muy por el contrario, de encarnar –al decir del Che– la imagen del pueblo, de ser el «que está presente en los otros que no llegaron y en aquellos que están por venir».
En su estatura imponente de jefe guerrillero estaban, también, la calidez de muchacho de ciudad, la tenacidad del joven trabajador, la ilusión del estudiante.
Su sonrisa amplia era la misma de un espíritu nacional que es capaz de la broma más intrascendente, justo después o antes de un sacrificio total por la justicia, por el bien mayor de la Patria, por defender todavía la bandera y hacerlo, incluso si esta estuviese deshecha en menudos pedazos, o después de muertos.
No es casualidad que fuera hombre de confianza de Fidel, que se le encargaran misiones muy complejas, ni que su juventud brevísima nos siga conmoviendo desde un presente tan complejo.
Camilo estaba hecho de la materia limpia con que se forjan los hombres buenos; pudieron advertirlo sus contemporáneos, y lo hemos hecho las generaciones sucesivas.
Dejó tanto sin hacer y a la vez lo hizo todo, y ahí quizá estribe su mayor legado: la confirmación de que el presente es todo lo que tenemos para fundar.
La sobrevivencia depende de los pueblos, solo ellos pueden alimentar la memoria de sus elegidos. Por eso Camilo anda despierto en el amor de Cuba, porque fue merecedor de esa devoción, y con ella nos ampara y premia: en la medida del amor a los que fueron están la dignidad y la fuerza para defender la obra.
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