Golpes de Estado en el siglo XXI, el putsch de los conglomerados mediáticos

Los golpes del siglo XXI apelan al caos, a aplicar terapias de choque mediante la guerra económica, sicológica, cultural y si es necesario entran a desempeñar su papel las fuerzas armadas, siempre como libertadoras o tras el manto de la «ayuda humanitaria»

Autor: Raúl Antonio Capote | internacionales@granma.cu

La violencia contra el pueblo en los golpes de Estado se justifica como «estado de necesidad». foto: afp
La violencia contra el pueblo en los golpes de Estado se justifica como «estado de necesidad». Foto: AFP

En la madrugada del 10 de marzo, previo a las elecciones de 1952, un golpe de Estado perpetrado por Fulgencio Batista instauró una cruenta dictadura en Cuba.

El régimen implantado por el «hombre fuerte» de EE. UU. fue uno de las más bárbaros en el continente. Los órganos represivos articulados dentro del Ejército, la Policía y la Marina, bajo la asesoría directa del FBI y la CIA, sembraron el terror y la muerte en la Isla.

A partir de 1947, una ola de asonadas se había extendido por el continente americano.

No debemos olvidar que, en 1946, se creó el Western Hemisphere Institute for Security Cooperation, nombrado Escuela de las Américas a partir de 1963; se instituyó en 1948 la Organización de Estados Americanos (OEA), y el 2 de septiembre de 1947, en Río de Janeiro, se firmó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).

En los años 60 y 70, en el marco de la Estrategia de Contención de Washington, y de la Doctrina de Seguridad Nacional, se produjo, de nuevo, una constelación de cuartelazos en numerosas naciones latinoamericanas, entre ellas Brasil, Bolivia, Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile.

Los regímenes creados a partir de las asonadas militares de esos años, bajo la fuerte presión de las denuncias internacionales sobre violaciones de Derechos Humanos, pero, sobre todo, por la resistencia cada vez más organizada de los pueblos, comenzaron en los 80 a dar paso a transiciones democráticas, muchas de ellas mediatizadas, para impedir el triunfo de procesos radicales que afectaran los intereses de Washington en la región.

Sin embargo, ¿el regreso de la «democracia» significó el fin de los golpes de Estado?

Si definimos estas acciones como «la toma ilegal del poder por parte de una facción política, una secta, un grupo rebelde o militar, por cualquier medio», como lo precisan varios manuales y especialistas del tema, pudiéramos llegar a la conclusión de que, lejos de desaparecer, las tomas violentas del poder solo han cambiado de matices.

¿Cómo definiríamos lo sucedido en Bolivia en 2019, o en Brasil, contra el gobierno de Dilma Rousseff; los intentos por derrocar a Hugo Chávez en Venezuela y a Daniel Ortega en Nicaragua?

Hoy las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones permiten trasladar las acciones a un terreno diferente y mucho más efectivo.

Los grandes conglomerados mediáticos, las redes sociales digitales y la ciberguerra entran a desempeñar un papel primordial en las asonadas actuales, elementos a los que se suman métodos más tradicionales, como el uso de paramilitares, grupos criminales, etc.

En el caso de América Latina y el Caribe, hay que tener en cuenta el papel que tienen el lawfare, las ong al servicio de la comunidad de inteligencia yanqui y los militares.

No exentos de violencia, a pesar del apellido impostado de «suaves», los golpes del siglo XXI apelan al caos, a aplicar terapias de choque mediante la guerra económica, sicológica, cultural y si es necesario entran a desempeñar su papel las fuerzas armadas, siempre como libertadoras o tras el manto de la «ayuda humanitaria».

Los conquistadores del ciberespacio

Por: Michel E Torres Corona

En este artículo: AmazonAppleFacebookGoogleInternetMicrosoftRedes SocialesTecnología

El mundo virtual vende una ilusión de libertad, incluso de anarquía, que agrada a no pocos usuarios. En acto de enajenación, millones de personas hallan en el “metaverso” que se va construyendo una vía de escape a sus angustias vitales y a las limitaciones de todo tipo que sufren en la “realidad”. En Internet pueden leer, decir, ver, comprar, “todo lo que quieran”. Y quizás alguna vez, en sus inicios, la world wide web fue una promesa en ese sentido, pero lo digital terminó replicando las mismas dinámicas del mundo analógico.

Del mismo modo en que el planeta, sus recursos naturales y sus fuerzas productivas tienen dueños, el ciberespacio también los tiene. Un acrónimo muy usado da cuenta de cinco empresas de las más poderosas: Gafam (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft).

Google es la empresa del motor de búsqueda más utilizado a nivel global. Tiene otros servicios, como una plataforma para la descarga onerosa o gratuita de aplicaciones, pero palidecen ante su producto estrella. Tener ese motor de búsqueda implica que Google tiene una capacidad avasallante para modificar la conversación social, para determinar cuáles serán los contenidos más visibles, para encerrar a sus usuarios en cámaras de eco donde solo se repiten resultados afines a su forma de ver el mundo.

Amazon es el sitio por excelencia para la compraventa digital: allí todo se vende, literalmente, desde libros hasta efectos electrodomésticos. Fundada y dirigida por uno de los hombres más ricos del mundo, Jeff Bezos, Amazon facturó el año pasado 500 000 millones de dólares y tiene millón y medio de empleados. Una de cada 40 personas en el planeta (de las cuales, alrededor de la mitad no tiene acceso a Internet) es cliente de esta empresa, que maneja más recursos financieros que economías como la de España o México.

Facebook, o más bien Meta, como decidieron llamarse para distinguir sus productos (redes sociales digitales) de la corporación, es el símbolo de una época en la que las personas interactúan más a través de sus teléfonos que con sus vecinos, donde se acumulan cientos y miles de “amigos” que no se podrían reconocer si chocaran por la calle. Cuando Meta/Zuckerberg entendió que muchos jóvenes veían como obsoleto a Facebook, y se mudaban a Instagram, tomó una decisión: compró Instagram. Cuando Meta/Zuckerberg descubrió que a nadie le gustaba Messenger, su app de mensajería, y que la mayoría de las personas se comunicaban por Whatsapp, tomó otra decisión: compró Whatsapp.

Por supuesto, el ciberespacio no se sostiene en el aire. Todos esos motores de búsqueda, servicios de compra online, aplicaciones de mensajería y redes digitales necesitan de dispositivos para ser utilizados y de tecnología para ser procesados. Y ahí entran Microsoft y Apple, la primera una compañía insigne de la piratería en Silicon Valley, encabezada por el taimado Bill Gates, que “tomó prestado” más de un invento y se hizo de una de las mayores fortunas de la historia universal; la segunda, otro símbolo de esta época, un símbolo de estatus ya impreso en las mentes de millones de personas, con su manzana mordida detrás de teléfonos que cuestan más solo por ser iPhones.

Cada una de estas empresas han aprovechado el auge de las nuevas tecnologías, han monetizado el proceso de informatización de la sociedad global (al menos esa parte que no está sumida en la miseria más absoluta y que no tiene derecho a internet). No son una fuerza del futuro, son una potencia del presente que no para de crecer.

Paradojas del capitalismo, algunos legisladores han tratado de defender la “libertad absoluta del mercado” limitando la libertad de empresa de Gafam, pero –¡sorpresa!– no lo han logrado.

(Tomado de Granma)

Guerra de cuarta generación, los gestores del caos

No es más que un eufemismo para un tipo de guerra imperialista, que busca aplicar una nueva forma de agresión con el menor costo posible en recursos humanos y materiales

Autor: Raúl Antonio Capote | internacionales@granma.cu

tanque de guerra
Foto: Caricatura de Moro

El término de Guerra de cuarta generación nació en octubre de 1989, cuando un grupo de analistas militares del Ejército y del Cuerpo de Infantería de Marina de EE. UU. publicó un documento titulado El rostro cambiante de la guerra: hacia la cuarta generación, en una edición del Military Review y la Marine Corps Gazette.

En realidad, no es más que un eufemismo para un tipo de guerra imperialista, que busca aplicar una nueva forma de agresión con el menor costo posible en recursos humanos y materiales.

Forma parte de la doctrina militar estadounidense y comprende la guerra de guerrillas, la creación de grupos paramilitares, el terrorismo de Estado, las operaciones encubiertas, la guerra civil y la propaganda en combinación con estrategias no tradicionales de combate, que incluyen el uso de las nuevas tecnologías de las comunicaciones y las redes sociales.

Tres elementos son fundamentales en este tipo de conflicto: la guerra económica, el ataque a la reputación y la subversión política, a lo que se podría sumar, vista la experiencia latinoamericana, el lawfare, el uso de bandas criminales, el paramilitarismo y el narcotráfico.

La guerra económica busca llevar a las personas a un estado de desesperación tal que anule su capacidad de razonar con lucidez, mientras los promotores del asesinato del carácter hacen su trabajo sucio en las redes sociales.

El asesinato de la reputación o del carácter es un proceso deliberado, dirigido a destruir la credibilidad y reputación de una persona, grupo social o país, con el objetivo de aislarlo y dejarlo indefenso ante sus agresores, así como justificar cualquier atrocidad cometida por los invasores.

Por otro lado, construyen líderes de cambio, mediante planes de becas y cursos de liderazgo, organizan y financian grupos opositores, planifican acciones desestabilizadoras y brindan un gran apoyo mediático a sus marionetas políticas.

Un elemento que ha cobrado especial importancia en esta estrategia ha sido el reclutamiento, a través de las redes sociales, de integrantes del lumpen urbano, delincuentes, miembros de bandas criminales, incluso de menores de edad.

Recordemos que, en noviembre de 2019, en Bolivia, bandas violentas amparadas en la narrativa de la «indignación popular», realizaron bloqueos de vías públicas al estilo de los guarimberos venezolanos y de los contrarrevolucionarios nicaragüenses, quemaron instituciones, profirieron amenazas, cometieron asesinatos, torturas, y humillaron en la vía pública a líderes sociales y políticos.

Por esos días también Irán sufrió una oleada de violencia en la cual se repitió la misma táctica empleada en Bolivia.

Cuba vivió escenarios similares el 11 de julio de 2021, que no llegaron al nivel de los antes citados, pero que mostraron regularidades presentes en ellos, en medio de una política continuada de máxima presión y una fuerte campaña de descrédito.

No menos importante es el paramilitarismo, ampliamente utilizado en Sudamérica, que junto al narcotráfico constituye un factor importante de desestabilización en la región.

INTERNET Y LAS REDES SOCIALES COMO ARMAS

El Gobierno de EE. UU. crea, para llevar adelante este tipo de contienda, grupos operativos de internet, también conocidos como Fuerzas de tarea.

Una vez organizados los grupos operativos, contratan netcenters integrados por especialistas altamente calificados que realizan análisis basados en el big data, procesan perfiles de los sujetos de interés, trazan planes de acción a partir de modelos elaborados previamente, y dirigen mensajes sectorizados.

Las nuevas tecnologías garantizan eficacia, nivel alto de convocatoria y rapidez de reacción a los sujetos de estas acciones, que les permite lograr una mayor articulación, mediante la técnica del enjambre.

Otra ventaja que ofrecen está en la posibilidad de crear plataformas digitales de diverso tipo y con fines variados de subversión, así como replicar contenido en otras plataformas y articularse con los medios tradicionales de prensa, televisión y radio.

Según la cia, la naturaleza viral de internet dispone de potencial para afectar, e incluso cambiar el carácter de una persona en cuestión de segundos, y también su futuro a largo plazo, independientemente de quién sea o de su experiencia vital.

Como indican las enseñanzas del coronel Halvey, discípulo del gurú del golpe suave, Gene Sharp, de lo que trata es de generar el caos y la ingobernabilidad; lograr que el Gobierno, desprovisto de los pilares básicos que lo sostienen, implosione.

Entonces «no quedaría más remedio» que solicitar la «ayuda humanitaria» del Gobierno de ee. uu., expresada en la intervención militar de su ejército, para «proteger» la vida de los civiles, restaurar la paz y la democracia.

La veleta

Por: Michel E Torres Corona

En este artículo: celebridadesEscándalosFacebookInstagramInternetMedios de ComunicaciónOpinión PúblicaRedes SocialesTwitter

La conversación digitalizada metaboliza cualquier suceso, de la naturaleza que sea, da igual si es una competición deportiva o una guerra. Foto: Archivo.

Según sopla el viento se mueve la veleta, apuntando al norte o al sur, al este o al oeste. Y cuando la ventolera es muy fuerte, gira enloquecida y se vuelve una figura abstracta, como una moneda dando volteretas en el aire. Eso que llamamos “opinión pública” (y que tiene muchas acepciones e interpretaciones diferentes) se comporta a menudo de forma similar: según soplan los vientos, la conversación social va fluyendo en uno u otro sentido. Y en el entorno digital, que funciona como motor de hiperdinamización de las interacciones humanas, esa veleta gira enloquecida y caprichosa.

Lo que pudiera (y me atrevo a decir que debiera) ser un asunto privado, la ruptura de una relación, puede convertirse en un huracán mediático que vaya empujando a la opinión pública a ir dando bandazos. La excesiva exposición a la que las “celebridades” se enfrentan en el mundo contemporáneo promueve que cualquier “fan” (apócope de fanático y concepto cada vez más cercano a una suerte de fundamentalismo religioso) acceda a detalles íntimos y hasta experimente la sensación de cercanía con sus “ídolos”; y que se discuta de manera enardecida sobre sus vidas, incluso llegando a dividirse en facciones opuestas.

Entonces, cada nueva noticia, ya sea de un juicio de divorcio sensacionalista del que se llega a conocer cada palabra dicha, cada foto de la nueva pareja, cada canción que lanza dardos de desamor (a veces sutiles, a veces…) se torna ráfaga tempestuosa y “el público” de ese espectáculo que sucede aparentemente al margen del arte o de la política consume, frenético, titulares, crónicas amarillistas, opina a favor y en contra, se entristece o alegra, pontifica…

La conversación digitalizada metaboliza cualquier suceso, de la naturaleza que sea, da igual si es una competición deportiva o una guerra. Las grandes corporaciones aprovechan los giros de la veleta para impulsar sus agendas con la corriente de viento, con memes sobre la cantante que usó una marca de reloj como metáfora o con el hombre que acusó a su exesposa de difamarlo. Se vuelven virales cientos de hilos de Twitter dedicados a reflexionar si es válido o no llevar a internet los engorrosos detalles de una infidelidad. Facebook se llena de usuarios que hablan de la víctima más reciente de linchamiento o de “popularidad”, con una violencia que apunta a una alarmante deshumanización.

La veleta gira y gira, y hoy se habla de música, mañana de fútbol, pasado de genocidio: la veleta no para de girar y a nada se le dedica demasiado tiempo. Mientras, en Perú, decenas mueren por la represión, y en Palestina siguen muriendo inocentes por los bombardeos, pero la conversación sociodigital ya abordó esos temas, los deglutió. Se pasa a otra cosa. Hacen falta nuevos temas de conversación, nuevos escándalos, nuevas polémicas. Pocos sobreviven a los 15 minutos de fama.

Gira y gira la veleta, no cesa el viento huracanado. Quizá porque, de haber calma, de despejarse el clima, se pudieran ver las cosas verdaderamente importantes. ¿Y qué negocio se puede hacer con eso?

Cuba y el cerebro como territorio de conquista

Por José Manzaneda

Imagen de Razones de Cuba

Las protestas del 11 de Julio de 2021 fueron el resultado del bombardeo comunicacional de precisión sobre los cerebros de miles de personas abrumadas, en Cuba, por meses de carencias materiales graves.

Consecuencia directa, a su vez, de la asfixia económica aplicada, en plena pandemia, por la misma mano criminal: la del Gobierno de EEUU.

Los mensajes en redes sociales fueron –siguen siendo- elementales, sin matices: el Gobierno cubano es el culpable del desabastecimiento causado por un sistema socialista inviable. Del bloqueo criminal, ni una palabra.

Así funciona la Guerra de Quinta Generación, cuyo territorio de conquista es el cerebro humano: consigue que ciertas víctimas conviertan al agresor en salvador; y que una elaborada estrategia de lobotomía social pase a ser una “protesta espontánea por la libertad”.

Esta guerra cognitiva, hoy, continúa. Y coordina, desde la Comunidad de Inteligencia de EEUU, a ONG, empresas contratistas y mercenarios presentados como periodistas o “agentes de cambio”. Que intentan, una y otra vez, que el marco de aquellas protestas del 11J se repita y extienda.

Hace un año, el pueblo cubano, con su presidente al frente, salió a las calles y paró la intentona golpista en menos de 24 horas. Hoy el desafío es salir de la aguda crisis económica, aún bajo bloqueo yanki.

En la trampa de la guerra cognitiva también han caído personas de izquierda. Pero la mayoría en el campo de la solidaridad, no. Y son hoy parte imprescindible del ejército que Cuba necesita para ganar esta guerra despiadada y desigual.

Mentira

Si usted tiene una cuenta en Meta (así pasó a llamarse Facebook el año pasado) y esta no ha sido cancelada por la empresa multimillonaria, podrá chequear el perfil con millones de seguidores de su cofundador y director ejecutivo: el joven, carismático y talentoso Mark Elliot Zuckerberg

Autor: Karima Oliva Bello | internet@granma.cu

MENTIRA
Foto: Caricatura de Moro

Si usted tiene una cuenta en Meta (así pasó a llamarse Facebook el año pasado) y esta no ha sido cancelada por la empresa multimillonaria, podrá chequear el perfil con millones de seguidores de su cofundador y director ejecutivo: el joven, carismático y talentoso Mark Elliot Zuckerberg.

Notará entonces que nos regala una semblanza ejemplarizante de lo que el capitalismo nos ha vendido durante siglos: con ingenio y disciplina creó una de las corporaciones más exitosas del mundo, y llegó a poseer una inmensa fortuna, lo que constituye, en ese sistema, la medida de todas las cosas.

The self made man (el hombre que se hizo a sí mismo, uno de los arquetipos más importantes del imaginario sociopolítico estadounidense) viviendo the american dream (el sueño americano), recicla y nos brinda una versión más moderna y sofisticada del mito liberal. Casado con una filántropa estadounidense, hija de inmigrantes chinos; sencillo en su forma de vestir, ameno en el lenguaje con que se dirige a sus colegas y fans, en medio de elegantes ambientes minimalistas, amante del deporte y del arte, promotor a gran escala del emprendimiento creativo, defensor de la innovación tecnológica, Zuckerberg se nos presenta prácticamente como el modelo de ciudadano de este comienzo de siglo.

El relato es uno: las redes sociales digitales constituyen un entorno abierto y plural, donde todos podemos expresarnos libremente y consumar los mejores valores al formar comunidad. Las capacidades de emprender, conectarnos, participar, comunicar nuestra visión del mundo se tornan ilimitadas. La democracia liberal finalmente encontró el instrumento ideal para producir la plaza pública libre, sobre la que teorizara Habermas, ahora en una variante digital.

¡Es mentira! Lo cierto es que Meta y otras redes sociales, territorio privado, operan como instrumentos de vigilancia y castigo a gran escala sobre nuestras vidas y subjetividades. Nuestros datos personales son recabados, procesados y administrados con fines publicitarios (políticos o mercantiles), al margen de nuestro consentimiento, beneficio o interés personal.

Las redes sociales virtuales constituyen un mecanismo de propaganda ideológica sin par, encargado de reproducir la hegemonía del liberalismo más desmadrado. Son, además, territorio de desvergonzadas operaciones de ciberguerra contra naciones que han tenido la osadía de transgredir la agenda de Estados Unidos y elegir su sistema político sin injerencias.

Si tiene alguna duda, infórmese sobre el ataque sin antecedentes que han estado sufriendo en los últimos días cuentas personales y páginas oficiales cubanas que realizan activismo político a favor del socialismo. Han sido masivamente canceladas por su supuesta afiliación al Gobierno de Cuba.

Les preguntamos, desde esta isla soberana, a los magnates de las corporaciones mediáticas, dónde queda el discurso de apertura y sus nobles esfuerzos por construir una comunidad virtual democrática. Repito, ¡es mentira! Pero sepan que la verdad la seguiremos defendiendo, y más lo haremos, mientras más presión hagan.

Dar la batalla

Opinión

Michel E Torres Corona – Cubadebate – Foto: Pixabay – Pixabay.- Las redes digitales aparentan ser un reino de libertad absoluta. La sensación de impunidad que muchas veces generan, al no existir consecuencias reales y graves para la conducta de sus usuarios, propician un clima de toxicidad y agresividad que se traduce en ofensas, ataques, calumnias, linchamientos, etc.; pero también induce a las personas a creer que en esos escenarios se puede hacer todo, que no hay límites.


Era el sueño ingenuo de algunas de las mentes brillantes que estuvieron detrás de la creación de internet: la extensión digital de nuestra patética existencia física borraría todas las contradicciones, todas las inequidades; colocaría a los seres humanos en un plano de completa horizontalidad.

Pero lo humano no puede huir de lo humano, ni siquiera cuando se organiza en forma de algoritmos y códigos binarios. El poder, ese viejo problema de nuestra especie, que se remonta a los tiempos en los que nos convertimos en “animales políticos”, terminó por infiltrarse en el Edén virtual, como la serpiente en el Paraíso.

Su mordedura sigue envenenando el corazón de la sociedad moderna: los resortes analógicos del ejercicio del poder (propiedad, autoridad, dinero, clase) permanecieron e incluso se fortalecieron con las nuevas tecnologías.

Una red digital como Facebook o Twitter, que alguien pudiera pensar como un refugio contra despotismos o conductas antidemocráticas, no es más que un producto de una empresa transnacional, cuyo principal interés, por naturaleza, es obtener beneficios económicos.

Su uso es gratis porque su fuente de ganancia son los propios usuarios, a los que utiliza como veta para la extracción de datos e información, que entregan sin oponer resistencia alguna, y a los que coloca en segmentos-dianas para sus operaciones comerciales. Saber qué pensamos y qué sentimos y qué deseamos en todo momento: el paroxismo de la expansión capitalista hacia nuestro cuerpo y nuestro espíritu.

Y nada hay más déspota y antidemocrático que el capitalismo. Por eso, no nos puede sorprender el reciente “golpe virtual” contra la Revolución: los dueños de las redes, que son en buena medida los dueños del mundo hoy, son antagonistas irreconciliables del socialismo. Nos saben sus enemigos y, con nosotros, no van a tener ninguna consideración.

Bloquear cuentas, inhabilitar perfiles, disminuir la visibilidad de medios estatales cubanos e impedir la expresión en las redes digitales del pensamiento revolucionario no es algo que debamos juzgar desde lo moral: es algo que pueden hacer y que sienten la necesidad de hacer, ya sea porque vean un peligro en esa libre expresión o porque les molesta la más mínima articulación de páginas y grupos en sus predios.

La batalla contra ese poder hegemónico hay que darla en todos los frentes, incluso en aquellos escenarios en los que el enemigo está atrincherado y nos supera por abrumadora mayoría de recursos. Hay que estar en las redes digitales, hay que tratar siempre de colar nuestro mensaje a como dé lugar. Pero no pensemos que usamos esas herramientas de la misma forma en la que los rebeldes o los mambises arrebataban los fusiles a sus contrincantes: usar una red digital no es poseerla. Y de la misma forma en la que entramos a ellas podemos salir, incluso con mayor celeridad.

Sí, la batalla hay que darla en todos los frentes, pero no podemos perder de vista que hay que saber darla con todos los recursos de los que dispongamos en aquellos escenarios que son nuestros. Hay que llevar al enemigo al combate en las posiciones tácticas que nos favorecen. Todo lo que hagamos en las redes, pero dejemos de hacer en nuestros medios de difusión, podrá tener la suerte de los castillos de arena. Y más importante aún, no podemos dejar que ese combate comunicacional nos sustraiga todas las energías de lo imprescindible: intervenir la realidad.

¿Nos borran de su mundo virtual? Forjemos en las calles nuestra contraofensiva, barramos con el enemigo en nuestras comunidades, en nuestros barrios; exorcicemos al pueblo de cualquier desamparo y librémoslo de burócratas y especuladores; llevemos la crítica revolucionaria con toda su fuerza a los medios de difusión masiva. ¿Que los más jóvenes no ven televisión ni escuchan radio, que solo miran su teléfono? Pues vayamos a dar el contragolpe en las escuelas.
Las redes son de ellos, pero Cuba es nuestra.

(Tomado de Granma)

Amigos

Por: Michel E Torres Corona

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Los más jóvenes solemos negarnos a creer que hay elementos circunstanciales en una amistad. Un poco intoxicados por la propaganda hollywoodense, nos cuesta trabajo desprendernos de ese mito romántico que, como con el amor, vende la idea de eternidad. Los amigos son para siempre, pensamos, las amistades nunca mueren.

La vida real es muy diferente. Como todo en este mundo, la amistad nace y muere; y muchas veces somos amigos de alguien solo en determinado espacio, en determinado tiempo.

Están los amigos que tuvimos en la escuela y que, una vez graduados, nunca más volvimos a ver. Las redes digitales suelen darnos unos vistazos fugaces a su devenir: aquella que ya no vive en Cuba, aquel que tuvo par de hijos… Amigos de juventud, con los que compartíamos intereses y temas de conversación, que luego, con la inexorable madurez, se nos fueron convirtiendo en extraños. Gente que uno se encuentra por la calle, con la que uno solía conversar largo rato, y que ahora solo inspira silencios incómodos.

El diccionario conceptualiza a la amistad como una relación de afecto, simpatía y confianza que se establece entre personas que no son familia. Hay diferentes grados: amigos viejos, que no se ven a menudo, pero que se guardan cariño en la distancia; amigos con los que se comparte en una fiesta, pero que en el fondo sabemos no seguirán siendo amigos si la música para; amigos que, en cambio, solo aparecen cuando hacen falta, cuando es necesario su apoyo, sin pedir nada a cambio.

La vida adulta le impone al individuo ciertas decisiones. Solo los niños y los cretinos eluden la responsabilidad de tomar una postura, de defender un conjunto de ideas, de luchar por lo que se cree. La política, como campo de conflicto que es, marca entre las personas profundas diferencias.

Y se van dividiendo hombres y mujeres en distintos bandos, bajo distintas banderas. La idea romántica y hollywoodense insiste en la noción de que la amistad está por encima de cualquier credo político pero, una vez más, la realidad disiente. Se pierden amistades muchas veces cuando las diferencias políticas se tornan antagónicas e irreconciliables.

Ciertamente hay amistades que sobreviven a esa discrepancia. Suelen existir amigos que han firmado una suerte de “pacto de no agresión” y declaran a la discusión política como zona vedada. La amistad se convierte en una suerte de burbuja frágil que trata de sobrevivir en medio de un intercambio que suele ser muy hostil.

Para que esa amistad en forma de tregua indeterminada no muera, tienen que darse dos elementos: la buena fe y la decencia. Es lógico que hay posturas que no son ni una cosa ni la otra y que, por mucho que lo intentemos, terminarán por provocar el fenecimiento de nuestros afectos personales.

Todos hemos perdido amigos. Van cayendo poco a poco en el olvido o se vician hasta convertirse en nuestros más enconados detractores. La honestidad es importante: hay amigos que no piensan igual que uno y así te lo hacen saber, sin odio o condescendencia, desde el respeto auténtico que solo puede nacer de la mutua admiración, de la verdadera empatía. Y los hay que insisten en llamarse amigos y hablan por detrás, o buscan hacer daño, o solo usan la historia en común como arma. Esos no son amigos, son ratas. Y abundan.

Sí, hay amistades que mueren, o que se trastocan con el tiempo. Pero si nocivo es idealizar a la amistad, también lo es convertirse en rehén del pesimismo. Hay amigos que sí son para toda la vida, generalmente aquellos cuyo vínculo se forjó en la lucha, aquellos que además de amigos, son aliados, compañeros: amigos que no solo se identifican con quiénes somos sino que comparten un mismo sistema de valores, que miran en nuestra misma dirección. Esas amistades solo se pierden cuando dejamos de ser fieles a nosotros mismos.

(Tomado de Granma)

Con Filo: Con la justicia y la razón

En este artículo: AccidenteAsamblea Nacional del Poder Popular (ANPP)Con FiloCubaEstados UnidosExplosión en el Hotel SaratogaHotel SaratogaLa HabanaManipulación MediáticaPoder PopularPolíticaRedes Sociales

La maquinaria en torno a las nuevas medidas del gobierno estadounidense en lo que a Cuba concierne, las leyes aprobadas por la Asamblea Nacional, la manipulación respecto a la vigilia y el duelo en Cuba y la pretendida imagen de una «Habana explosiva» tras los lamentables sucesos del hotel Saratoga fueron algunos de los temas que el proograma Con Filo puso sobre la mesa este martes.

En video, el programa

Con Filo: Cumbre borrascosa (+ Video)

En este artículo: Con FiloCubaCumbre de las AméricasInternetmanipulacionPolíticaRedes Sociales

En las últimas horas se ha hecho común el chiste de que la Cumbre de las Américas, al parecer, sucederá sin ellas: sin las Américas.

Sobre el manejo mediático del evento, los «horrores del comunismo» que se imparten en las escuelas de la Florida y  otros temas que se mueven en la web se habló este jueves en el programa Con Filo.

En video, el programa