Luis Almagro. Foto tomada de la web del Frente Antiimperialista Internacionalista.
Declaración del Frente Antiimperialista Internacionalista contra la presencia de Almagro en la Cumbre Iberoamericana de Santo Domingo
Frente Antiimperialista Internacionalista (FAI)
Los días 24 y 25 de marzo de 2023 se desarrollará en Santo Domingo, República Dominicana, la XXVIII Cumbre Iberoamericana de Jefes y Jefas de Estado y de Gobierno, bajo el lema “Juntos por una Iberoamérica justa y sostenible”.
Las 22 naciones reunidas en la Cumbre de República Dominicana adoptarán cuatro instrumentos a través de los cuales Iberoamérica fijará su posición y planteará soluciones a algunos de los principales retos que enfrenta la región. Sin embargo, figuras como Luis Leonardo Almagro Lemes, Secretario General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), pretenden viajar a la nación dominicana para intentar utilizar este espacio con fines negativos y entorpecer su correcto desarrollo.
Señalamos que Almagro Lemes es una persona que estorba y entorpece las relaciones en América Latina, convirtiendo a la OEA en una organización poco transparente y mafiosa, implicándose en hechos de corrupción y violaciones éticas.
Es conocido que la OEA responde a los intereses personales de Almagro y a la injerencia de Washington. Además, no tiene condición moral para estar al frente de dicha entidad y mucho menos estar presente en una Cumbre Iberoamericana.
No debemos obviar que en el círculo cercano a la figura de Almagro, siempre existen estados pro estadounidenses como Uruguay, Paraguay y Ecuador, quienes pretenden intentar sabotear este importante evento con declaraciones extremistas, así como dañar el correcto desarrollo y afectar los objetivos de la cumbre.
Desde el Frente Antiimperialista Internacionalista repudiamos la presencia y todos los intentos de Almagro de sabotear la Cumbre, en la que el gobierno de España y naciones como Cuba buscarán establecer la firma de acuerdos para impulsar estrategias favorables a la cooperación y el desarrollo de la región iberoamericana.
Pedimos a todas las organizaciones antiimperialistas que manifiesten su repulsa ante esta nueva muestra de agresión e injerencia utilizando las organizaciones internacionales.
¡Fuera Almagro de la OEA!
¡Rechacemos las prácticas coloniales e imperialistas!
Los golpes del siglo XXI apelan al caos, a aplicar terapias de choque mediante la guerra económica, sicológica, cultural y si es necesario entran a desempeñar su papel las fuerzas armadas, siempre como libertadoras o tras el manto de la «ayuda humanitaria»
La violencia contra el pueblo en los golpes de Estado se justifica como «estado de necesidad». Foto: AFP
En la madrugada del 10 de marzo, previo a las elecciones de 1952, un golpe de Estado perpetrado por Fulgencio Batista instauró una cruenta dictadura en Cuba.
El régimen implantado por el «hombre fuerte» de EE. UU. fue uno de las más bárbaros en el continente. Los órganos represivos articulados dentro del Ejército, la Policía y la Marina, bajo la asesoría directa del FBI y la CIA, sembraron el terror y la muerte en la Isla.
A partir de 1947, una ola de asonadas se había extendido por el continente americano.
No debemos olvidar que, en 1946, se creó el Western Hemisphere Institute for Security Cooperation, nombrado Escuela de las Américas a partir de 1963; se instituyó en 1948 la Organización de Estados Americanos (OEA), y el 2 de septiembre de 1947, en Río de Janeiro, se firmó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).
En los años 60 y 70, en el marco de la Estrategia de Contención de Washington, y de la Doctrina de Seguridad Nacional, se produjo, de nuevo, una constelación de cuartelazos en numerosas naciones latinoamericanas, entre ellas Brasil, Bolivia, Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile.
Los regímenes creados a partir de las asonadas militares de esos años, bajo la fuerte presión de las denuncias internacionales sobre violaciones de Derechos Humanos, pero, sobre todo, por la resistencia cada vez más organizada de los pueblos, comenzaron en los 80 a dar paso a transiciones democráticas, muchas de ellas mediatizadas, para impedir el triunfo de procesos radicales que afectaran los intereses de Washington en la región.
Sin embargo, ¿el regreso de la «democracia» significó el fin de los golpes de Estado?
Si definimos estas acciones como «la toma ilegal del poder por parte de una facción política, una secta, un grupo rebelde o militar, por cualquier medio», como lo precisan varios manuales y especialistas del tema, pudiéramos llegar a la conclusión de que, lejos de desaparecer, las tomas violentas del poder solo han cambiado de matices.
¿Cómo definiríamos lo sucedido en Bolivia en 2019, o en Brasil, contra el gobierno de Dilma Rousseff; los intentos por derrocar a Hugo Chávez en Venezuela y a Daniel Ortega en Nicaragua?
Hoy las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones permiten trasladar las acciones a un terreno diferente y mucho más efectivo.
Los grandes conglomerados mediáticos, las redes sociales digitales y la ciberguerra entran a desempeñar un papel primordial en las asonadas actuales, elementos a los que se suman métodos más tradicionales, como el uso de paramilitares, grupos criminales, etc.
En el caso de América Latina y el Caribe, hay que tener en cuenta el papel que tienen el lawfare, las ong al servicio de la comunidad de inteligencia yanqui y los militares.
No exentos de violencia, a pesar del apellido impostado de «suaves», los golpes del siglo XXI apelan al caos, a aplicar terapias de choque mediante la guerra económica, sicológica, cultural y si es necesario entran a desempeñar su papel las fuerzas armadas, siempre como libertadoras o tras el manto de la «ayuda humanitaria».
Se conoce que la manipulación mediática contra Cuba es total y abarca todos los ámbitos de la sociedad. Es el método empleado por el régimen de Estados Unidos para satanizar a la Revolución, porque no soportan que exista un país con un sistema socialista a solo 90 millas de sus costas.
Por esa razón, esgrimen el miedo al comunismo basado en campañas de que “ese sistema es un fracaso”, como hacen desde 1947 bajo la doctrina Truman, utilizada maquiavélicamente por el senador Joseph R. McCarthy, quien desató una cacería de brujas dentro de los Estados Unidos, para perseguir y condenar a miles de ciudadanos acusados de ser comunistas, con el propósito de que nadie tuviera ideas afines con el socialismo.
Lo mismo concibieron contra la Revolución cubana y lo confirman los planes de la CIA aprobados desde abril de 1959.
El tema de los presos en Cuba es desarrollado por los yanquis como un método para acusar a la Revolución, cuestionando las razones para condenar a quienes actúan a favor de Estados Unidos, en su intento sostenido de desestabilizar el orden interno, con el objetivo de derrotar el proceso revolucionario.
Así sucedió con los juicios celebrados a los asesinos, torturadores y esbirros del dictador Fulgencio Batista; con los agentes de la CIA que cometieron actos terroristas, asesinatos y otros crímenes; con los miembros de los grupúsculos contrarrevolucionarios creados y financiados por Estados Unidos; hasta los más recientes detenidos por los actos de violencia ejecutados contra centros comerciales, agentes y medios de la policía, durante los disturbios del 11 de julio 2021, estimulados por los yanquis a través de las redes sociales.
El denominador común empleado por Estados Unidos ha sido condenar las sanciones impuestas por los tribunales revolucionarios y exigir la liberación de los comisores de esos delitos, algo que no piden para los presos en sus cárceles, latinoamericanas o europeas.
A tal punto llega la tergiversación que hacen contra Cuba, respaldada por amplias campañas de prensa, que lograron que el Vaticano solicitara a través del cardenal Beniamino Stella, enviado especial del Papa, la amnistía para los presos en la Isla calificados por los yanquis de “políticos”, pedido que mucho agradó a la contrarrevolución y sus patrocinadores en Estados Unidos.
Sin embargo, resulta llamativo que esta “preocupación” por los presos en Cuba, a la que se suman diplomáticos de la Unión Europea, no se manifieste ante la terrible situación que sufren los presos en las cárceles de Ecuador y los detenidos injustamente en Perú, por protestar pacíficamente ante el golpe de Estado respaldado por la embajada de Estados Unidos en Lima.
Para los presos y detenidos en países afines a Washington, nunca hay preocupaciones ni súplicas, entre ellos Julián Assange, quien, por practicar un periodismo de denuncia ante los crímenes cometidos por los yanquis, sin haber sido juzgado está recluido en una cárcel de máxima seguridad en el Reino Unido y no es calificado como preso político, situación que corrobora la falsedad de la “preocupación” por Cuba y sí una posición politizada con fines mediáticos.
¿Por qué no existen solicitudes de clemencia y amnistía para los casi 3 mil menores de edad que cumplen condenas de cadena perpetua y morirán en prisiones estadounidenses, sin esperanzas de obtener la libertad condicional?
En ese país convertido en el “juez supremo” del mundo, hay 2,500 reclusos que cumplen cadena perpetua, sancionados cuando aún eran niños, sumandos a 10 mil menores internados en prisiones para adultos y sometidos a todo tipo de agresiones, sin que los “preocupados” países de la Unión Europea, ONG dedicadas a velar por los derechos humanos en Cuba y otros países afines a Estados Unidos, condenen tal situación.
No hay preocupaciones porque los yanquis consideren que un niño entre 10 y 14 años, pueda ser juzgado como adulto y enviado a centros penitenciarios junto con mayores, pero cuando Cuba juzgó a menores con 16 años, los gritos se escucharon en todo el mundo, hurgaron en qué lugares eran internados y el trato que recibían, a pesar de que la Isla posee un sistema diferenciado para los menores que cometen delitos y cuenta con personal profesional para trabajar en los planes de reeducación.
Hasta el año 2005 en Estados Unidos se ejecutaba a los niños y se calcula que desde inicios del siglo XX hasta el 2005, se le aplicó la pena de muerte a 365 niños, de ellos 22 con posterioridad a 1985, sin que se conformaran campañas internacionales para exigir una amnistía.
Un estudio de la organización Equal Justice Initiative, afirma que “los niños encarcelados en Estados Unidos caen en situaciones desesperadas, conduciéndolos a un punto en el cual no pueden manejar sus emociones y los retos de la adolescencia, encuentran respuesta en la violencia y agresividad”.
Al menos en 14 estados se trata a toda su población penal como si fueran mayores de edad, lo que implica que muchos niños sean violados y maltratados por los presos adultos, pero esto parece no preocupar a los que ahora lo hacen con Cuba.
Pero no solo Estados Unidos condena a niños, hay 72 países en el mundo donde los menores pueden recibir esa pena, entre ellos 49 de los 53 Estados de la Mancomunidad Británica de Naciones, según un estudio de 2015 de la Red Internacional de los Derechos de los Niños, a pesar de estar vigentes varios tratados internacionales que prohíben la imposición de esas condenas, entre ellos el artículo 37 de la Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño de 1989, ratificada por todos los países salvo Estados Unidos y Somalia.
Solo en el año 2019, más de 696 mil niños y adolescentes, fueron encarcelados y de esos, 653 solo en una sola noche de ese año, los que fueron internados en prisiones de adultos, pero Estados Unidos no recibe sanciones de la comunidad internacional, del Parlamento Europeo o la OEA, ni se aprueban resoluciones que muestren la preocupación ante tantas violaciones a los derechos de niñas y niños.
Un ejemplo de la crueldad del régimen estadounidense fue la ejecución en la silla eléctrica del niño George Stinney, de 14 años, el 10 de junio de 1944 y que 70 años después, las autoridades judiciales admitieron que se le habían violado sus derechos porque realmente era inocente.
¿Dónde está la preocupación y exigencias de amnistía para los presos de Ecuador, hacinados y masacrados en cárceles de ese país?
Entre el año 2020 y el 2021, fueron asesinados más de 400 reclusos en cárceles ecuatorianas, por diferentes riñas entre bandas rivales que se disputan el control de las prisiones, pero no hay condenas al gobierno ni enviados especiales, porque es un aliado incondicional de los yanquis.
Cuba, que no tiene situaciones similares, recibe constantemente presiones y “preocupaciones”. La razón es sencilla, es un país socialista que no se somete a las órdenes yanquis.
Los sueños de quienes lucharon por la independencia política en América Latina, a principios del siglo XIX, buscaban, no sólo acabar con la dominación del imperio español, eran al mismo tiempo portadores de una propuesta de integración regional. Sin embargo, sus esperanzas chocaron con una realidad: el nacimiento del imperialismo. Se trataba de una forma de control mucho más sofisticada, articulada bajo el proceso de internacionalización de la producción, los mercados y el trabajo. Su finalidad, la sumisión de las jóvenes naciones, estableciendo Estados títeres; gobiernos cipayos, con plutocracias alejadas de una propuesta nacional-popular.
El imperialismo, centró sus esfuerzos en apropiarse de los recursos naturales, flora, fauna y riquezas del subsuelo. Los territorios de América Latina fueron presa de rapiña. Al oro y plata de la conquista, le siguieron materias primas indispensables para acelerar la revolución industrial: petróleo, nitrato, cobre, guano, trigo, caucho, azúcar, cacao, etcétera. Gran Bretaña y Francia tomaron la delantera. Llevaban un siglo de ventaja en el desarrollo del capitalismo. A su rebufo, un actor emergente, Estados Unidos. La división del mundo en áreas de influencia agudizó las contradicciones y los conflictos entre las potencias imperialistas. América Latina pasó a ser un continente en disputa. Pero ello requería, igualmente, un pacto interimperialista, hacer fracasar cualquier proyecto de unidad cuya bandera fuese la lucha antimperialista. En el siglo XX, esta disyuntiva se repetiría en Asia y África. La historia contemporánea está plagada de planes que han terminado por romper los proyectos de unidad e integración regional. En América Latina, la doctrina Monroe marcó el comienzo de las hostilidades. Desde 1823 Estados Unidos buscó anular la intervención de actores extracontinentales en la explotación y control del subcontinente. El eslogan, América para los americanos define la política exterior de Estados Unidos para la región. Si en el siglo XIX su amenaza eran Francia y Gran Bretaña, tras la Segunda Guerra Mundial lo fue la Unión Soviética y, en pleno siglo XXI su lugar lo ocupa China.
Estados Unidos siempre ha querido todo el pastel y no está dispuesto, ni mucho menos a dejar que otros actores internacionales tengan una presencia destacada en la región. Hoy, su pérdida de influencia le hace ser más beligerante. América Latina, le resulta vital para mantener su poder a escala mundial. No sólo como países proveedores de materias primas, sino como garantes de la seguridad hemisférica en el flanco sur. De tal manera, siempre urdirá planes desestabilizadores para quebrar los intentos de integración donde no tenga representación, ni voz ni voto. Conspiró contra el Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826, cuyo objetivo era crear una confederación de países latinoamericanos desde México hasta Chile. Simón Bolívar, su impulsor, vio frustradas sus esperanzas por la traición y la intervención maniquea de Estados Unidos. Su frase pronunciada en 1829: Los EEUU, que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad está grabada en la conciencia de los pueblos de la región y es la historia del imperialismo yanqui en América Latina. En sus dos siglos de intervenciones, ha creado un ideario y desarrollado instituciones desde las cuales llevar a cabo sus propuestas de dominación. Ha tejido redes, mutando una y otra vez sus políticas bajo distintas siglas. Su mayor éxito, la creación en 1948 de dos pilares de su política imperialista: el Tratado de Defensa Reciproca (TIAR) y la Organización de Estados Americanos. Ambos organismos, con la complicidad de gobiernos cipayos, le permiten legitimar guerras espurias, invasiones, golpes de Estado, magnicidios, violación de los derechos humanos y realizar un sinnúmero de amenazas. Gregorio Selser los documentó en una obra monumental bajo el título: Cronología de las intervenciones extranjeras en América Latina, publicado por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y la UNAM.
Su control de la OEA transforma la organización en un pilar de sus políticas imperialistas. Baste señalar dos ejemplos: la expulsión de Cuba y el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente de Venezuela. Tampoco debemos olvidar que sus secretarios generales acaban comportándose como meretrices. El chileno José Miguel Insulza y el uruguayo Luis Almagro Lemes han demostrado un seguidismo rayano en la impudicia. Sus actuaciones sólo se justifican bajo la indignidad de los traidores. Su anuencia con los golpes de Estado en Bolivia y el apoyo a la actual presidenta de Perú muestran su talante.
Este 24 de enero se celebra en Argentina la cumbre de la Celac. Es un momento clave para recuperar el protagonismo y ser un contrapeso a las políticas de la OEA, el TIAR. Ser un dique de contención al intervencionismo estadunidense en la región. Es una oportunidad que no se puede dejar escapar. Debe ser cuna de un pensamiento emancipador, revitalizado, base para una propuesta de integración regional. La convocatoria, abre una puerta para restar poder y levantar los cimientos de una patria grande, el sueño de Simón Bolívar, Augusto Sandino, Lázaro Cárdenas, Fidel Castro, Salvador Allende o Hugo Chávez. Es el momento del cambio y recoger el testigo. Los presidentes de Brasil, México, Colombia, Argentina, Cuba, Venezuela, Bolivia deben asumir responsabilidades y liderar un nuevo proyecto de integración latinoamericana. De su determinación y compromiso antimperialista depende el futuro de la democracia en nuestra América.
El 11 de julio de 2021 fue otro de los tantos fracasos sufridos por el gobierno de los Estados Unidos y sus servicios especiales, en sus trasnochados sueños de derrocar a la Revolución cubana. El pueblo cubano no permitió que un grupo de delincuentes retrotrajeran al país al pasado neocolonial, frustrando el plan de fabricar una acción similar a la llevada a cabo en Ucrania, donde el vandalismo y las agresiones físicas contra los partidarios del gobierno pagaron con sus vidas.
El intento de repetir las manifestaciones callejeras en noviembre de ese año con el grupúsculo Archipiélago, encabezado por el actor Yúnior García, fue una prueba más de la ausencia de una oposición real en la Isla, a pesar de que desde 1960 pretenden crearla, tal como se refleja en el Programa de Acciones Encubiertas de la CIA de marzo de 1960, cuyo objetivo dice:
“Provocar la sustitución del régimen de Castro por uno que sea más aceptable para los Estados Unidos”.
Para lograrlo se propusieron como primer requisito:
“Crear (entiéndase fabricar) una oposición responsable, activa y unificada”, apoyada por una poderosa ofensiva propagandística en nombre de esa oposición”.
Durante 63 años nada ha cambiado en la política yanqui contra Cuba, no obstante, sus continuos fracasos.
La campaña mediática ejecutada desde el 11 de julio 2021 no ha cesado, con el propósito de hacerle creer al mundo que en la Isla se vive un caos político, algo apoyado de inmediato por el Parlamento Europeo con resoluciones condenatorias al gobierno cubano y en contra de las sanciones jurídicas sobre aquellos que atacaron a la policía, volcaron autos patrulleros, golpearon a los agentes del orden y saquearon centros comerciales, actos vandálicos que los capitalistas no permiten en sus países.
Sin embargo, el silencio y la ausencia de resoluciones de Estados Unidos, la OEA y países europeos para sancionar al gobierno de Ecuador, que reprimió salvajemente al pueblo durante 18 días de pacíficas protestas callejeras, marca la diferencia y la doble moral de aquellos que dicen “preocuparse” por los derechos humanos.
El gobierno de los Estados Unidos nunca aceptó a Fidel Castro, ni al proceso revolucionario, incluso antes del triunfo de 1959, como consta en documentos oficiales ya desclasificados, donde se puede leer: “Tenemos que evitar la victoria de Castro”.
Miles de millones de dólares malgastados no le han servido para destruir a la Revolución cubana y aunque sí para mantener y enriquecer a los que desde Miami se encargan de vivir de la política anticubana.
Los grupos y organizaciones contrarrevolucionarias dentro y fuera de Cuba, solo buscan llenarse los bolsillos de dólares, comprar residencias, autos lujosos, relojes costosos y ropa de marca, a partir del gastado cuento de “luchar por la libertad de la Isla”, como cacarean los miembros de la llamada Brigada de Asalto 2506, derrocados por el pueblo uniformado en menos de 72 horas y cambiados por alimentos y medicinas para niños.
A pesar de tantos descalabros en más de medio siglo, los yanquis mantienen intactos los conceptos que plasmaron en el conocido Proyecto Cuba, aprobado en 1962 por el presidente J. F. Kennedy, donde afirman:
“La operación está dirigida a provocar una rebelión del pueblo cubano. La sublevación necesita de una acción política fuertemente motivada y arraigada en Cuba, capaz de generar la rebelión. La acción política será apoyada por una guerra económica que induzca al régimen a fracasar en su esfuerzo por satisfacer las necesidades del país, unido a operación psicológica que acrecentarán el resentimiento de pueblo contra el régimen y las de tipo militar que darán un arma de acción para el sabotaje y la resistencia armada en apoyo a los objetivos políticos”.
El 11 de febrero 2021, precedido del plantón el 27 de noviembre del 2020 ante el Ministerio de Cultura y el posterior intento de noviembre 2021 con Yúnior García, prueban que nada ha cambiado en la mente de los yanquis, quienes a toda costa y costo insisten en los mismos objetivos sin analizar sus continuos fracasos, por desconocer los verdaderos sentimientos del pueblo cubano, preparado para resistir esa cruel guerra económica que desea matar de hambre y enfermedades, para sembrar el desencanto y el desaliento, a fin de derrocar al gobierno revolucionario, como si el sistema capitalista no fuese el único responsable del hambre, la muerte por enfermedades curables, la falta de trabajo, el analfabetismo y la frustración de esperanzas en millones de latinoamericanos y de otros continentes, que buscan emigrar para palear sus necesidades.
Visionario José Martí cuando dijo:
“Es la hora del recuento y la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado como la plata a las raíces de los Andes”.
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