Otra vez los mismos…

Aepppa

Por desgracia este año no pude asistir a la manifestación del 8 de marzo en Madrid, así que me entretuve por la noche viendo en Youtube lo que durante la manifestación otras personas habían grabado con sus móviles.

Me llamó la atención una serie de pancartas que llevaban unas decenas de personas sobre la situación de las mujeres en Cuba y la supuesta represión que el gobierno cubano ejercía sobre aquellas que estaban en prisión.

Pero lo más curioso, es que este grupo estaba enclaustrado entre las pancartas del Partido Comunista de España e Izquierda Unida. Me sorprendió y decidí fijarme un poco más. No tardé en darme en cuenta que era un grupo de provocadores todos con diferentes dispositivos de grabación de vídeo, los mismos que en cualquier otra manifestación buscan provocar a las organizaciones de izquierda para conseguir salir en los medios de comunicación.

No me fue difícil localizar entre esa “muchedumbre” al presidente de la reaccionaria asociación anticubana, Movimiento: Acciones por la Democracia y militante de VOX, Lázaro Mireles Galbán, acompañado de Liz Solanch Calvo, Vocal de la Red Femenina de Cuba y ex Community Manager de la revista digital el Árbol Invertido, medio que solapadamente y a veces de manera abierta, es crítica tanto con el Gobierno, como con la propia sociedad cubana. Esta revista con nexos concretos con Aimel Rios Wong, Director del Programa Cuba en la National Endowment for Democracy (NED, por sus siglas en inglés).

Como no tenía mucho sueño observé los diferentes videos y el montaje de los mismos, apreciándose cómo las manifestantes parecen formar parte de su cortejo, y no, las mujeres y hombres reivindicando, de una manera no violenta y festiva, la lucha por la igualdad entre todos en el Día Internacional de la Mujer. Es más, ni se percataron de la existencia de este grupo c/r. No así un grupo de mujeres palestinas que les afeo su conducta y que fueron insultadas y agredidas por estos asalariados de la reacción cubana de Miami.

La estrategia de enclaustrarse en las manifestaciones de la izquierda para forzar el enfrentamiento es muy antigua, ya lo describía Goebbels en sus manuales de cómo reventar una marcha pacífica de los obreros alemanes. Pero en esta ocasión, el uso de la manifestación por el 8 de Marzo, es más patético. Si hay un Estado que ha conseguido llegar a la máxima igualdad entre hombres y mujeres, en el seno de una revolución igualitaria, sin dudas es la Revolución Cubana.

Desde el primer día, las mujeres jugaron un papel fundamental en el éxito del proceso revolucionario y en la lucha por conseguir, primero, la mejora de las condiciones de vida de las mismas en la Isla, para luego, convertirlas en agentes de igualdad política, cultural y social.

Ni una solo nación de su entorno y menos Estados Unidos, que se encuentra a tan pocas millas de sus costas, presume de ser adalid de la libertad y la democracia, al tiempo que asfixia con sanciones y bloqueo al pueblo cubano; le puede igualar en políticas de igualdad entre hombres y mujeres, máxime ahora que prepara un Nuevo Código de Familia* (1) que va a convertir a la nación caribeña en el país con una de las leyes inclusiva más avanzada de toda Iberoamérica.

Reivindicar el papel revolucionario de Vilma Espín, María Antonia Figueroa, Asela de los Santos, que fue Ministra de Educación, y Gloria Santos, que junto a otras mujeres y hombres, asaltaron el cuartel Moncada, es siempre un orgullo, y su lucha siempre tiene que estar en nuestra memoria.

*(1) https://twitter.com/aepppa/status/1502266678654246920…

Gloria para nombrarlas

Vilma Espín, de origen aristocrático y formación en colegios católicos, con estudios de pintura y bellas artes, una rebelde impenitente, y su marca personal ha sido la irreverencia cimarrona

Autor: Frank Josué Solar Cabrales | internet@granma.cu

El almanaque marca el 10 de marzo de 1952 y Cuba amanece con la noticia de un nuevo golpe de Estado de Fulgencio Batista en Columbia, anunciando el regreso de una dictadura feroz, del palmacristi y el plan de fuga. Al este del país, en la Universidad de Oriente, una estudiante de cuarto año de Ingeniería Química Industrial, lejos de amedrentarse, se entusiasma con la posibilidad de poder luchar contra el régimen de fuerza recién instaurado: «Recuerdo que ese día, poco después de las siete de la mañana, llegó alguien y dijo: “Oigan, dicen que Batista dio un golpe de Estado”. El profesor que teníamos en aquel momento tenía un hermano postulado para Representante y dijo: “Si eso es verdad aquí hay que alzarse”. Y a mí me pareció la cosa mejor del mundo aquello que había dicho el hombre. Yo creí que lo había dicho muy en serio y ahí mismo decidí que había que alzarse. Y entonces empecé a dar unos brincos altísimos de la felicidad que me produjo la idea de alzarnos. En realidad, una siempre había tenido unos anhelos muy románticos de poder participar en luchas heroicas, […] quería en ese mismo momento agarrar los fusiles e ir a pelear». Se llama Vilma Espín, es una joven que practica deportes, canta en la Coral Universitaria, tiene resultados docentes destacados, y en poco tiempo realizará estudios de posgrado en el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), en Boston. Posee todas las ventajas provenientes de una familia con posición económica y social privilegiada, que le abren un mundo de posibilidades para encontrar realización personal y una existencia cómoda y sin sobresaltos. Prefiere, sin embargo, el camino del deber, lleno de peligros y sacrificios, y se entrega por completo al combate por la libertad de su pueblo. En algunos años será la Déborah de la clandestinidad y la guerrilla, miembro de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio y su coordinadora provincial en Oriente.

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A bordo de un tren con destino a Santiago de Cuba en julio de 1953, viaja una mujer con una maleta llena de armas. Su destino es la acción que cambiará para siempre la historia del país: el asalto al cuartel Moncada. Un soldado que la movió al pasar, la encontró tan pesada que le preguntó si llevaba dinamita: «Libros, le dije. Acabo de graduarme y voy a ejercer en Santiago. Aproveché el Carnaval para divertirme un poco después de los estudios. (…) Bajó conmigo al andén, llevando mi maleta. Abel y Renato estaban esperándome en la Terminal. Yo me acerqué para decirles: “Esa es la maleta”, y agregué: “es un compañero de viaje”. Y al soldado: “Son dos amigos que vienen a esperarme”. El soldado entregó la maleta y partimos». Esa serenidad y sangre fría, demostradas en los momentos de mayor peligro, contrastan con una pasión que la desborda y tiene como única brújula la Revolución que traiga justicia a los desposeídos y libertad a su Patria. El 26 de julio de 1953 perderá Haydée Santamaría a dos de sus seres más queridos, el hermano Abel y el novio Boris; y más de una vez verá caer, presos o asesinados, a compañeros muy valiosos y entrañables. Pero la dureza de esos golpes no la hará cejar en la brega. Miembro de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio desde su fundación, será persona de confianza de Fidel para el cumplimiento de las misiones políticas de mayor complejidad y dificultad, como la salida al exilio en mayo de 1958 con el propósito de asegurar la unidad allende los mares, y garantizar el envío de armas y pertrechos bélicos que con tanta urgencia se necesitaban. Por su carácter espontáneo y apasionado, la imagen preferida de Yeyé que quedará grabada en el recuerdo del Che, hermano de lucha e ideales, será la de «un día de año nuevo, con todos los fusiles disparados y tirando cañonazos a la redonda».

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Transcurre el año 1955 y una joven oriental, hija del doctor Manuel Sánchez, figura relevante de la Ortodoxia en la zona de Manzanillo, acude a la capital para entrevistarse con el responsable nacional del partido fundado por Chibás, Eduardo Millo Ochoa. Su propósito, según el testimonio de Max Lesnik, es sugerirle un proyecto efectivo de lucha contra el batistato: «Se trataba de organizar un movimiento guerrillero en las montañas de la Sierra Maestra (…), ella conocía esas montañas y que el ejército de Batista no podría jamás vencer un movimiento guerrillero que se apodere primero de esas inmensas alturas». El plan, considerado una locura por el dirigente político ortodoxo, será realidad fecunda poco tiempo después, en manos de una nueva vanguardia. La misma muchacha que ayudó a poner a Martí en lo más alto de Cuba, el pico Turquino, contribuyó luego, de modo decisivo, a la sobrevivencia, sostén y ensanchamiento del primer núcleo guerrillero en la Sierra Maestra, tras el descalabro inicial de Alegría de Pío. Uvero la verá convertirse en la primera mujer en participar como soldado en la guerra revolucionaria, y en lo sucesivo será pilar fundamental, hasta en los más mínimos detalles, del funcionamiento y crecimiento del ejército guerrillero. No en balde es la destinataria, el 5 de junio de 1958, de la confesión más trascendente del líder de la Revolución Cubana antes de 1959, la del sentido raigalmente antimperialista de su lucha. Sus padres la inscribieron como Celia Esther de los Desamparados Sánchez, pero para muchos será solo Norma, el nombre que, junto a David, nunca debería faltar en la portada del libro que recoja la historia del combate del pueblo cubano contra la satrapía batistiana y por la liberación nacional.

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Una adolescente de apenas 16 años tiene que pasar, el 30 de julio de 1957, por el doloroso trance de formar parte del pequeño grupo que acompaña a doña Rosario García a taponar las heridas y vestir el cuerpo inerte de su hijo, Frank País. En su caso se trata no solo del jefe, sino del amigo querido y admirado, al que sentía casi como de su propia familia. Con su corta edad ya es una curtida y recia luchadora, fogueada en los trajines conspirativos y en cuanta manifestación estudiantil se produce en Santiago de Cuba. Huésped habitual de los calabozos de la ciudad, los esbirros conocen de su temeridad y su inclaudicable voluntad de combate. Tanto Frank como el dirigente revolucionario Félix Pena cuentan con ella en cada una de sus iniciativas insurreccionales, y no hay episodio significativo del enfrentamiento a la dictadura donde ella no tenga presencia activa. Será también combatiente guerrillera, en el II Frente Oriental «Frank País». En palabras de José Luis Cuza, compañero y también protagonista de aquellos años, sin mencionar a Marina Malleuve «no se puede hablar de la lucha clandestina en Santiago de Cuba».

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En el parque Céspedes, pleno corazón de la ciudad de Santiago de Cuba, las mujeres aprovechan el 31 de julio de 1957 una demostración acordada previamente, para expresar el dolor y la ira por el asesinato el día anterior de su hijo más querido: Frank País. Han acudido allí con el objetivo de protestar frente al embajador norteamericano, Earl T. Smith, por los crímenes de la dictadura batistiana. La líder más visible de la manifestación, mujer madura de 46 años recién cumplidos, encara al asesino de Frank, José María Salas Cañizares, oficial que se ha ganado el pavoroso mote de Masacre, quien intenta apresarla: «Me agarré a una columna del parque resistiendo la embestida del militarote, mientras seguía dando gritos. Estábamos delante del embajador, pero el enfurecido servidor de la dictadura había perdido el juicio y seguía halándome por un brazo, mientras me daba golpes. Lo enfrenté dándole con la cartera en la cabeza». Algunos testimonios recuerdan que, en el forcejeo, en medio de la brutal golpiza, ella le muerde un dedo al esbirro, al punto casi de arrancárselo. Ese derroche de valor no es nada nuevo en quien ya constituye toda una leyenda de la lucha revolucionaria en el oriente de la Isla. Veterana combatiente antimachadista, compañera de Guiteras y de Chibás, dirigente ortodoxa, no duda en poner su experiencia a las órdenes de la nueva generación, y ha sido fundadora del Movimiento 26 de Julio en Santiago de Cuba y miembro del Estado Mayor que organizó y dirigió el levantamiento armado del 30 de noviembre de 1956. Sobreponiéndose a dificultades físicas y de salud, su vida no conoce un minuto de descanso, y cada causa justa de la historia patria cuenta con su pasión y su proverbial arrojo. Su nombre, Gloria Cuadras.

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Una mujer integra el comando armado del Directorio Revolucionario que el 17 de noviembre de 1958 tirotea la 15 Estación de Policía en Marianao, La Habana. De ella ha surgido la idea de la acción, se ha encargado del chequeo de los movimientos del jefe de la unidad, ha realizado un croquis de sus principales accesos, y garantiza la retirada de sus compañeros. Hace solo unos meses estuvo presa, y sufrió vejaciones y torturas, pero en lugar de tomar el rumbo del exilio, desafía la represión y se sumerge en el azaroso mundo de la clandestinidad habanera. Acostumbrada a la compañía del peligro, ha escapado varias veces de la muerte. Su provisión de contactos, dinero, transporte y casas de seguridad ha resultado esencial para salvar la vida de muchos combatientes y mantener la vitalidad de la actividad insurreccional urbana. Natalia Bolívar es imprescindible para el Directorio, a cuyo decurso se encuentra estrechamente ligada. De origen aristocrático y formación en colegios católicos, con estudios de pintura y bellas artes, ella es una rebelde impenitente, y su marca personal ha sido la irreverencia cimarrona, lo mismo frente a arbitrariedades e injusticias que a convencionalismos religiosos, familiares, políticos o sociales. No vacilará nunca en unir su suerte a la de su tierra y su gente más humilde.