Padrinos del bioterrorismo, los «jueces» culpables

Durante la Primera Guerra Mundial varios países, entre ellos Alemania y Japón, utilizaron medios biológicos como armas

Autor: Raúl Antonio Capote | internacionales@granma.cu

La guerra biológica es un instrumento letal que puede destruir a la humanidad.
La guerra biológica es un instrumento letal que puede destruir a la humanidad. Foto: CRYPTOGRAPHER SHUTTERSTOCK

El uso de plagas y enfermedades para causar daño al enemigo aparece descrito en los textos que narran la historia de guerras desarrolladas por la humanidad a través de los siglos.

En 1793, el oficial británico J.A. Anhert introdujo intencionalmente la viruela para exterminar a las poblaciones indígenas de la entonces Nueva Escocia, método que fue utilizado posteriormente por el Ejército de EE. UU. en su guerra contra los habitantes nativos de ese país, a fin de despojarlos de sus territorios.

Durante la Primera Guerra Mundial varios países, entre ellos Alemania y Japón, utilizaron medios biológicos como armas.

Años más tarde, la experiencia adquirida por el imperio japonés hizo posible que, de 1934 a 1945, realizara acciones de guerra biológica contra China, la urss y las tropas estadounidenses que combatían en Asia-Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial.

Finalizada la contienda, Washington encubrió los experimentos secretos de Japón con esas armas, las guardó cuidadosamente y se apropió de la experticia de sus antiguos enemigos.

El caso de Shiro Ishii, conocido como el Mengele japonés, máximo responsable del desarrollo del programa de investigación de armas biológicas y químicas en su país, creador del Instituto Ping Fan (Escuadrón 731), que utilizaba prisioneros de guerra como conejillos de indias, es un claro ejemplo.

Un memorando top secret, transmitido a Washington por cable, el 6 de mayo de 1947, comunicaba: «Ishii afirma que, si se le garantiza mediante un documento inmunidad por crímenes de guerra para él, sus superiores y sus subordinados, puede describir el programa [de guerra biológica] en detalle». (1)

Ninguno de los médicos implicados en los sucesos del Escuadrón 731 fue procesado. Ishii logró negociar la inmunidad en el Juicio de Tokio para él y otros miembros del Escuadrón 731, a cambio de los resultados de sus experimentos.

Aseguran que el doctor se mudó a Maryland, Estados Unidos, para continuar su investigación sobre armas biológicas, y se convirtió, de esta manera, en el principal asesor del Gobierno de Estados Unidos en el campo de esos medios de destrucción masiva.

Especialistas y médicos nazis también encontraron refugio en territorio estadounidense, como parte de la Operación Paperclip, que tenía como objetivo la extradición a Estados Unidos de todos los científicos nazis especializados en las denominadas «armas maravillosas».

Uno de estos científicos fue Arthur Rudolph, ingeniero supervisor en la producción de las bombas V1 y V2. Rudolph, calificado como criminal de guerra, llegó a trabajar para la nasa.

Otros científicos alemanes reclutados fueron Walter P. Emil Schreiber, infectólogo especializado en guerra bacteriológica, y el fisiólogo Hubertus Strughold, relacionado con experimentos médicos en el campo de Dachau, contra el que ni siquiera se llegó a presentar cargos.

Para muestra, un botón: ¿cómo pueden erigirse en jueces de otros quienes, desde siempre, han amparado, financiado y promovido el terror?

(1)  Robert Harris and Jeremy Paxman: A higher form of killing, Random House (2002) p. 156.

El bloqueo es un acto de guerra en tiempo de paz

Por Redacción Razones de Cuba

Imagen de Razones de Cuba

Las pérdidas por los daños acumulados del bloqueo económico, financiero y comercial impuesto por el Gobierno de Estados Unidos a Cuba superan los 150 410 millones de dólares, y, atendiendo a la depreciación del dólar frente al oro, la cifra llega al billón de dólares.

Así expresó a los diputados el miembro del Buró Político del Partido y ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, al intervenir en la Segunda Sesión Extraordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), y en la cual hizo un repaso por la historia del impacto de esta política hostil contra la Isla.

Se refirió a las distintas etapas del recrudecimiento del bloqueo, en las que la Ley Torricelli, la Ley Helms-Burton, el Plan Bush y las medidas de máxima presión adoptadas por el Gobierno de Donald Trump han generado perjuicios considerables a la economía nacional, que han repercutido sensiblemente en la calidad de vida del pueblo cubano.

Hay una primera etapa del bloqueo que dura hasta los años 90, explicó, que se caracteriza, en primer lugar, porque empieza prácticamente con el triunfo de la Revolución.

«En 1959 ya hay medidas de bloqueo, después de las reformas generales. Se oficializa unos años después el Memorándum de Mallory, que consistía en deprimir los salarios nominales irreales, provocar hambre, desesperación y sufrimiento, y con ello el derrocamiento del Gobierno». Sin embargo, agregó el Canciller, «reconocieron que la mayor parte de la población apoyaba la Revolución».

Precisó que luego se continúa intensificando, pero en condiciones de relaciones económicas con la Unión Soviética, y de relaciones con los países del campo socialista. Su impacto en la economía cubana era difícil, además de ser menor su alcance extraterritorial.

A principios de la década de los 90, la Ley Torricelli corta los vínculos, dificulta las compras –sobre todo de alimentos y medicamentos con compañías subsidiarias– que pertenecen a matrices estadounidenses, pero que son registradas en Europa. «Es un paso muy agresivo contra terceros países y contra las relaciones económicas de Cuba en otras latitudes», señaló.

El ministro de Relaciones Exteriores recordó que, en esa época, a su vez, empieza la votación de la resolución contra el bloqueo de EE. UU. a Cuba en la Asamblea General de Naciones Unidas, en cuya primera ocasión –en 1992– alcanza poco más de 50 votos, en coincidencia, de manera oportunista, con el derrumbe de la Unión Soviética y del llamado socialismo europeo.

Posteriormente, precisó Rodríguez Parrilla, la Ley Helms-Burton en su peor variante, estableció la codificación del bloqueo; en primer lugar, por su carácter extraterritorial y, en segundo lugar, fijó la condición de que el bloqueo no se levantaría hasta que fueran «devueltas» las propiedades norteamericanas que controlaban la economía del país, y que se habían nacionalizado con el triunfo revolucionario.

Por otra parte, mencionó, el Plan Bush estableció, en el año 2000, elementos de intensificación del bloqueo.

CAMBIOS EN LA NATURALEZA DEL BLOQUEO

A partir del año 2000 y hasta 2014, afirmó el Ministro cubano de Relaciones Exteriores, se produjo un cambio en la naturaleza de esa política genocida de coerción.

Destacó que, en primera instancia, las relaciones económicas internacionales de Cuba se producen con países distintos a aquellos con los que tenía un camino labrado.

Dijo que el país comenzó en un sistema de comercio internacional dentro del capitalismo, en su etapa neoliberal más dura, dentro de la unipolaridad y en condiciones mucho más difíciles, y eso está íntimamente asociado al periodo especial.

En ese momento, se cortaron las remesas a Cuba y se prohibió que los familiares de los cubanos visitaran nuestro país.

En 2014, con el proceso de conversaciones con Estados Unidos, y que posibilitó el regreso a la Patria de los Cinco Héroes antiterroristas cubanos, se aprueba una licencia para que los norteamericanos –a quienes el bloqueo hoy priva de la libertad de viajar hasta este minuto– pudieran venir a la Isla en viajes individuales. Se establecen 32 acuerdos de cooperación que hoy existen y son útiles, aunque se aplican muy limitadamente, se reordenan las relaciones migratorias y Estados Unidos se abstiene en la Asamblea General en la votación sobre el bloqueo contra Cuba.

Rodríguez Parrilla comentó que este proceso tiene resultados tangibles beneficiosos para nuestro pueblo, al igual que para el pueblo estadounidense y para los cubanos residentes en ese país.

«Es un bloqueo en el que no se produce ningún relajamiento de las medidas financieras, sin embargo, se dan pasos importantes como excluir a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, a la que había entrado injustamente desde los años 80, coincidiendo con uno de los periodos más agresivos del imperialismo estadounidense contra la Isla», valoró el miembro del Buró Político.

En la Cumbre de las Américas celebrada en Panamá, un tiempo antes, el General de Ejército Raúl Castro Ruz hizo una vibrante denuncia, de gran impacto, y después tiene lugar la visita del presidente Barack Obama a Cuba.

DE 2019 A LA ACTUALIDAD: UN MARCADO RECRUDECIMIENTO

La tercera etapa arranca en 2019, con las medidas de máxima presión del presidente Donald Trump, de las cuales más de 80 son sanciones directas, con gran impacto económico. Son las mismas medidas que mantiene la actual administración de Joe Biden, desde el punto de vista regulatorio y práctico.

Nueve días antes de salir de la Casa Blanca, sentenció, Trump colocó a Cuba, otra vez, en la lista de países patrocinadores del terrorismo.

Detalló, además, que en ese momento se adoptan medidas escalonadas y eficazmente diseñadas para hacer daño a la economía y generar perjuicios humanitarios.

«Recuerden ustedes –enumeró– las medidas contra el combustible, contra los cruceros, contra los viajes, contra las entidades cubanas sancionadas, entre otras con efecto en nuestra población.

«Se cortan las relaciones consulares, se impide la reunificación familiar y, a su vez, a los cubanos se les dificulta obtener visas para viajar o emigrar desde La Habana», añadió.

Enfatizó en que, durante la pandemia de la COVID-19, el bloqueo atentó contra las importaciones a Cuba, al prohibirlas, y, en particular, impidió la importación de ventiladores pulmonares y la importación de oxígeno desde terceros países, y se tomaron medidas contra el escalado industrial de la producción de nuestras vacunas.

En 2021, cuando el país atravesaba el pico pandémico, y Estados Unidos «relajó las sanciones prácticamente a todos los países por razones humanitarias», el daño del bloqueo a Cuba alcanzó la cifra de 4 363 millones de dólares, apuntó Rodríguez Parrilla.

«El bloqueo provoca daño humanitario, sufrimientos, privaciones, angustia, no solo porque es una violación del Derecho Internacional y del humanitario, sino porque es un acto de guerra en tiempo de paz», sentenció.

«No hay duda de que nuestra economía se desarrolla bajo condiciones realmente opresivas, extraordinarias, que provocan un enorme daño económico, un enorme daño humanitario, pero tengo la profunda convicción de que, como se ha demostrado en estos años, está en nuestras manos, limitando los efectos del bloqueo, avanzar y desarrollarnos por nosotros mismos», aseguró el Canciller cubano.

Por: Iris de la Cruz Saborit

La muerte del líder

Por: Pedro Pablo Rodríguez

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La muerte de José Martí el 19 de mayo de 1895 fue, sin duda alguna, una tragedia para la Revolución del 95: Al caer de su cabalgadura, abatido por las balas enemigas, se perdió al líder indiscutible de las emigraciones cubanas organizadas en el Partido Revolucionario Cubano, al que supo ganarse la confianza de los patriotas residentes en la Isla.

Fue aquella una pérdida irreparable, justamente en los inicios de la contienda por la independencia, cuando, en su condición de Delegado del PRC se aprestaba, junto a Máximo Gómez, a pasar a Camagüey y allí formar la dirección de la revolución dentro de  Cuba hasta la expulsión de la metrópoli española. El proceso hacia la independencia y la república nueva para contribuir al equilibrio del mundo  ya estaba en marcha y ganaba fuerza por días, mas era imprescindible darle forma, organizarla desde la marcha bélica.

Tales elevados y complejos objetivos que traspasaban los marcos de nuestras costas requerían de su presencia, de su capacidad unificadora y de su razonar sensato y brillante, avalados por la proeza de juntar a las  emigraciones, las que seguían su  liderazgo desde el PRC, y por haber sabido  involucrar a una amplia mayoría de los principales jefes militares de la  Guerra de los Diez Años.

La intelectualidad hispanoamericana que lo había leído y que, en más de un caso, había tenido contacto personal o por correspondencia con él, tendió a objetar su presencia en el campo de batalla por no considerarlo un hombre de armas. Tal estimativa ha permanecido en pie hasta nuestros días y no son pocas las personas que se preguntan por qué Martí se empeñó en participar aquel fatídico encuentro de Dos Ríos. Tal tipo de preocupación parece asentarse en opiniones sustentadas en bases falsas tales como que él no sabía montar a  caballo o que tampoco tenía conocimiento del uso de las armas de fuego. Sin embargo, la peor explicación, por ser la más disparatada, es la que se sigue repitiendo que el Maestro buscó la muerte a conciencia, que se suicidó.  Solo quien no haya comprendido el carácter y la personalidad martiana puede afirmar semejante opinión.

Todos los que trataron a Martí desde mucho antes han reiterado, por una parte que aún en los momentos más difíciles de los trajines patrióticos no se dejó aplastar por las dificultades. Basta con apreciar su reacción ante el desastre de Fernandina, cuando, con toda probabilidad a causa de una traición, las autoridades estadounidenses decomisaron las armas y los tres barcos que debían traer a los jefes militares y los pertrechos de guerra a Cuba  para apoyar el alzamiento en diversos puntos de la Isla según los planes trazados de conjunto entre Máximo Gómez y Martí, Sabemos que ello hizo imposible la guerra “rápida como el rayo”, al decir de Martí.

Enrique Collazo, quien por esos días se hallaba junto al Delegado del PRC en nombre del General en Jefe, narró la reacción martiana ante aquel suceso que lo echó todo por tierra. Luego de un primer y muy lógico momento de desesperación, en que Martí repitió que él no era responsable por lo sucedido, en ese mismo día se recuperó y comenzó a idear planes y a tomar decisiones para ponerlos en práctica a fin de continuar en los preparativos insurreccionales. Sus principales allegados en las emigraciones y hasta los conspiradores en la Isla quedaron sorprendidos ante la magnitud del esfuerzo organizativo desplegado con absoluta discreción  por el Delegado y con entusiasmo renovado continuaron con los preparativos bélicos. Así, pues, el prestigio de Martí quedó aumentado en aquel triste momento que obligó a ajustar los planes acordados.

¿Cómo,  entonces, pensar en que Martí era hombre de dejarse aplastar por las dificultades, de que iba a entregar tontamente su vida, tan necesaria ya en Cuba, en aquellos momentos iniciales de aquella, su guerra, preparada por él detalle por detalle, con cuidado exquisito?  Él sabía perfectamente que junto a los encuentros armados había que establecer cómo se iba a dirigir esa pelea, los modos en que los patriotas en armas se organizarían, sobre todo cuando en .el encuentro con Maceo en la finca La Mejorana este había discrepado de la opinión suya y de Gómez.

Martí fue siempre un estudioso de la Guerra de los Diez Años. Durante su estancia en Guatemala, en pleno conflicto aún en Cuba, preparó numerosos apuntes para una historia de aquella epopeya. Y basta con leer sus discursos en Nueva York en los aniversarios del 10 de Octubre, junto a sus abundantes escritos en el periódico Patria para comprender cuánto estudió aquella guerra a fin de explicarse su fracaso y evitar los errores que condujeron a ello. Esa fue la razón fundamental de su presencia en Cuba a partir de abril de 1895, presencia de cuya necesidad había convencido a Gómez, quien al principio era partidario de que Martí quedara en Nueva York al frente del PRC y organizando el apoyo a los combatientes en Cuba.

No hay elemento real alguno que permita afirmar que Martí se aprestaba a salir de Cuba. Ningún historiador serio que haya estudiado los últimos días martianos ha podido afirmar semejante dislate. Registrar las páginas de su diario y sus cartas de entonces, al igual que el diario del General en Jefe demuestra absolutamente lo contrario. ¿Acaso podía ser un suicida quien el día antes de su muerte había iniciado una carta a su amigo mexicano Manuel Mercado en la cual revelaba con claridad total los hondos objetivos históricos y geopolíticos que le animaban? ¿Quién tenía semejantes planes podía tener la absurda y cobarde vocación  de regalar su vida? ¿Fue tan irresponsable Martí que condujo conscientemente a la muerte a Ángel de la Guardia, su joven acompañante aquel 19 de mayo?

La vida entera del Maestro, sobre todo desde que se convirtió en el organizador de la Revolución del 95, es un mentís a semejante apreciación. Él debía llegar a Camagüey para crear el aparato de conducción político-militar  de aquella lucha. ¿Podía rehuir semejante responsabilidad?

¿Acaso él iba a entregar su vida cambio de nada, él que momentos antes de los primeros disparos había hablado a aquella tropa y le había levantado el fervor patriótico? ¿Y por qué iba a regalarla? ¿Cuáles razones podían conducirlo a ello?

Por otro lado, es comprensible que Martí insistiera en participar del combate.  Además de la vieja idea de quien quiso venir a la Guerra de los Diez Años en una fracasada expedición desde México y de que como figura principal de los preparativos para la Guerra Chiquita hasta que fue apresado y deportado por segunda vez a España, lo cual le impidió alzarse en armas, Martí tenía que demostrarle a aquella tropa mambisa que lo había aplaudido con fervor momentos antes que él no era un capitán araña que llamaba a otros al combate mientras él se resguardaba en el campamento.

En las guerras de Cuba los jefes siempre marcharon al frente de sus tropas y por ello tantos murieron en combate. ¿Martí, el Delegado, recién designado días atrás mayor general por el General en Jefe, iba a quedar ajeno  a su primera posibilidad de combatir frente al enemigo? Ello hubiera sido una irresponsabilidad y muchos podrían haberlo considerado hasta una cobardía. Y Martí no era de esa raza ni iba a permitir que otros lo pensaran. Su honor personal, su sentido del deber por haber convocado a la guerra, su deuda desde 1868, su responsabilidad por el liderazgo que ostentaba y se le reconocía  dadas sus funciones, le llevaron a tomar la decisión de participar en aquella pelea, a tener su bautismo de fuego, tristemente el primero y el último.

Ciertamente lo perdimos en un  momento en que era imprescindible, mas preguntémonos si quien tuviera  semejante altura moral y sentido del deber podía haber tomado otra decisión.

En la hermosa historia cubana por la patria libre y soberana los líderes siempre han combatido al frente de su pueblo. Los de entonces así lo hicieron; quienes les han continuado desde el siglo XX han repetido esa conducta. Ser líder en Cuba significa correr todos los riesgos, hasta los de la guerra por la patria. Y esa es, sin  duda, una tradición martiana.

En Video, «Dos Ríos: El enigma»

El día que la Patria recobró la tierra perdida

Era la Ley de Reforma Agraria que, firmada por el Comandante en Jefe Fidel Castro, entonces Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, establecía por vez primera en la historia de la nación el derecho de los campesinos cubanos a ser los dueños del bien más preciado para ellos: la tierra

Autor: Mailenys Oliva Ferrales | internet@granma.cu

Entre 2008 y hasta diciembre de 2020, se entregaron en usufructo 2 millones 521 mil 549 hectáreas, a 291 386 usufructuarios.
Con la Reforma Agraria se les ponía fin al latifundismo, a la explotación extranjera y al desalojo bárbaro. Foto: Ismael Batista Ramírez

Bartolomé Masó, Granma.–«En el firme de la Maestra está La Plata, casi inaccesible… De allí partieron los hombres que liberaron políticamente a un pueblo. Hoy regresan para liberarlo económicamente… En casa del Villaclareño, un campesino de La Plata, están reunidos los hombres de la Revolución. Un grupo de compañeros dan los toques finales a la ley, mientras por ventanas y puertas asomaban muchas cabezas que trataban de oír lo que allí se hablaba».

Así quedaría registrada en la historia –desde el intrincado paraje serrano de La Plata, en el municipio granmense de Bartolomé Masó– la estremecedora jornada del 17 de mayo de 1959.

Justo allí, en el escenario guerrillero, en el que se había establecido la Comandancia General del Ejército Rebelde durante la guerra contra la dictadura batistiana, una rúbrica convertida en ley echaría a andar la primera medida revolucionaria con la que se les devolvía la esperanza a los más humildes, y se iniciaba la transformación de la estructura económica y social de Cuba.

Era la Ley de Reforma Agraria que, firmada por el Comandante en Jefe Fidel Castro, entonces Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, establecía por vez primera en la historia de la nación el derecho de los campesinos cubanos a ser los dueños del bien más preciado para ellos: la tierra.

De esta forma, también se les ponía fin al latifundismo, a la explotación extranjera y al desalojo bárbaro que durante siglos habían sufrido los hombres y mujeres del campo.

Fidel lo ratificaría aquel propio 17 de mayo, en un discurso difundido por la emisora Radio Rebelde: «Nuestra Patria recobra la tierra perdida, y la recobra para nuestros hermanos, para nuestros hijos, que no tienen trabajo, que no tienen tierra (…).

«Era necesario escribir, de una vez y para siempre en nuestra limpia estrella solitaria, aquella fórmula del Apóstol de que la Patria era de todos y para el bien de todos», afirmó.

UNA FECHA, UN LUGAR Y UN SÍMBOLO

Habían transcurrido solo cuatro meses de la alborada luminosa del 1ro. de enero de 1959, cuando la Revolución, con Fidel al frente, se adentró en el corazón mismo de la Sierra Maestra, para convertir en verdad el sueño más anhelado de los montañeses.

Y es que en torno a ese acontecimiento todo era simbólico e histórico. Por ejemplo, la fecha escogida para la trascendental firma de la Reforma Agraria rendía tributo a la memoria del campesino Niceto Pérez, quien 13 años antes –el 17 de mayo de 1946– había sido asesinado delante de sus dos pequeños hijos, por oponerse al cacique de la zona (el latifundista Lino Mancebo) y defender su derecho a la tierra.

La selección del lugar para llevar a cabo la firma de la Ley de Reforma Agraria también estaba cargada de simbolismo, pues en la Comandancia de La Plata rebeldes y serranos habían unido sus fuerzas para hacer de aquel lugar una trinchera estratégica y casi inexpugnable, desde donde se dirigió la ofensiva contra el ejército enemigo en la etapa final de la lucha revolucionaria.

Precisamente, en ese sitio emblemático, dos años después, el 17 de mayo de 1961, nacía la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), organización que desde entonces agrupó a quienes trabajaban en el surco, y antes del triunfo de la Revolución nunca habían sido ni reconocidos ni representados por ninguna institución.

LA LEY QUE TRANSFORMÓ UN PAÍS

Desde su alegato La Historia me Absolverá Fidel había denunciado la degradante situación del campesinado cubano, víctima del latifundismo y de los intereses extranjeros; al tiempo que había expuesto la importancia de la agricultura para el desarrollo del país.

Por ello, entre las causas mostradas por el Gobierno Revolucionario para promulgar la primera Ley de Reforma Agraria, estaba la concentración existente de la propiedad de la tierra en pocas manos. Basta con señalar que el 1,5 % de los propietarios poseía más del 46 % del área nacional de tierras.

Sin embargo, con la Ley de Reforma Agraria, puesta en vigor el 3 de junio de 1959, se proscribió el latifundio y se estableció en 30 caballerías (402 hectáreas) el límite máximo de tierras que podía poseer una persona natural o jurídica.

En tal sentido, solo se exceptuaron fincas mayores que demostraron un alto nivel de producción y productividad, aunque el límite definitivo para las mismas fue de hasta cien caballerías.

La normativa, que por vez primera en Cuba ponía en el centro de sus intereses al pueblo, también dejaba sentado que solo podrían poseer tierras los ciudadanos cubanos o sociedades formadas por ciudadanos cubanos.

De ahí que en lo adelante se consolidara la pequeña propiedad agrícola, al eliminar los arrendamientos de tierras en dinero y en especie; una disposición que permitió que la Revolución entregara más de 100 000 títulos de propiedad de la tierra a quienes la trabajaban honradamente, y que unas 200 000 familias campesinas fueran beneficiadas con la distribución de un poco más de cinco millones de caballerías.

En lo adelante, unas 300 000 caballerías serían expropiadas a latifundistas y terratenientes, por lo que el 45,8 % del área agrícola de Cuba pasó a manos de los campesinos, y el 54,2 % se comenzó a gestionar en la propiedad socialista.

Dicha transformación constituyó un golpe mortal para los terratenientes nacionales y extranjeros, y en particular para los estadounidenses, quienes habían abarrotado sus bolsillos a costa de las mejores tierras cubanas.

Heridos en su orgullo y desplazados de su posición burguesa y latifundista, muchos de ellos encabezaron luego, en el exilio, las incontables campañas y acciones que desde esa época y hasta la fecha se han orquestado contra la agricultura cubana, llegando incluso a introducir plagas y enfermedades en diversos cultivos. 

LA PRODUCCIÓN AGRÍCOLA, UNA PRIORIDAD

Bajo el asedio constante de una política hostil perpetrada desde ee. uu. hacia Cuba, la agricultura cubana ha tenido que sortear múltiples escollos y carencias de todo tipo que, en buena medida, han limitado el desarrollo más eficiente de un sector que es vital para el país.

Sin embargo, el aporte de los campesinos sigue siendo esencial, máxime cuando se ha diseñado un Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional que tiene, en el campo y en los hombres y mujeres que lo hacen producir, su mayor potencialidad.

La lista de Cuba es la de la paz, no la del terrorismo

La espuria lista de Estados Unidos desconoce que Cuba ha suscrito 19 convenios internacionales para enfrentar el terrorismo; que jamás ha usado su territorio para organizar acciones de este tipo, y nunca las ha financiado. Desconoce también que ha sido víctima de ese flagelo

Autor: Oscar Sánchez Serra | internet@granma.cu

El camino de la Revolución Cubana siempre ha sido la defensa de la paz
El camino de la Revolución Cubana siempre ha sido la defensa de la paz Foto: tomada de Cubasí

Tengo un amigo que, por su trabajo como agente de protección, aprovecha mi llegada, en las primeras horas de la madrugada, tras la labor del diario, para abordar los más disímiles temas del espectro informativo. Gustavo tiene apellido (Fischer) anglosajón y de campeón mundial de ajedrez, aunque no tiene nada que ver con ninguna de las dos cosas.

«¿Me quieres decir cómo se mastica eso de que el país que nos acusa de patrocinar el terrorismo se siente a la misma mesa con nosotros para combatir ese flagelo?». Así, en la más nítida expresión del habla popular, mostró, sin disimulo, su incredulidad, que yo entendí como inconformismo.

Había leído la nota que daba cuenta de una reunión técnica sobre cooperación para el enfrentamiento al terrorismo, incluido el secuestro de aeronaves y embarcaciones marítimas y el empleo de redes digitales con fines violentos, que se desarrolló en La Habana entre el 27 y 28 de abril, últimos. En ella, por la parte estadounidense, participaron funcionarios de los departamentos de Justicia, Estado, Seguridad Interna y la Embajada en Cuba, y por la Mayor de las Antillas acudieron representantes de los ministerios del Interior y de Relaciones Exteriores, así como de la Fiscalía General de la República y de la Aduana General de la República.

Le dije que el «cuento» de país patrocinador del terrorismo es mucho más largo, que está políticamente motivado, o lo que es lo mismo: se incluye como piedra angular de los ataques de ese Gobierno contra el pueblo cubano y su Revolución.

Según la Sección 2656f (a) del Título 22 del Código de Estados Unidos, el documento tiene entre sus objetivos la determinación de los Estados patrocinadores del terrorismo, sobre los que recaen cuatro tipos de sanciones: prohibición de las exportaciones y ventas de armas; controles sobre las exportaciones de artículos de doble uso, que requieren notificación al Congreso de 30 días para bienes o servicios que podrían mejorar la capacidad militar del país o la capacidad para apoyar el terrorismo; y, léase bien: prohibiciones de asistencia económica y restricción financiera.

La arbitraria, espuria y unilateral lista se publicó por primera vez con James Carter en la Casa Blanca, en 1979. Entonces aparecieron relacionados Libia, Irak, Yemen del Sur y Siria, y desde entonces –¿casual o curiosamente?– Estados Unidos invadió o apoyó conflictos internos en Libia, Irak, Yemen del Sur, Siria y Afganistán, este último país aun cuando no ha estado en el catálogo terrorista porque la administración que lo engendró no reconoce al talibán como un gobierno legítimo y soberano.

Cuba apareció en el ilegítimo listado imperial en 1982, en época de Ronald Reagan, justo cuando se intensificaron la hostilidad y las ansias de someter a la Mayor de las Antillas por cualquier vía, incluyendo la de la agresión. Esa es una de las consecuencias, podría afirmarse que la más intencional de ellas, del informe sobre la tal «listica», pues pasa por crear un consenso en la opinión pública para implementar sanciones que pueden llegar hasta la intervención militar.

La mayor Isla del Caribe, que no patrocina ningún tipo de terrorismo, sino que lo combate, venga de donde venga, y ha sido víctima de este, incluso del auspiciado y aupado por Estados Unidos, no salió más de esa relación hasta que Barack Obama, en su segundo mandato presidencial, la excluyó, en 2015, no sin antes expresar que «Cuba se ha distanciado del terrorismo internacional; Cuba ha fortalecido su ley antiterrorista, especialmente en lo concerniente al lavado de dinero y financiación del terrorismo; Cuba ha facilitado negociaciones entre las farc y el Gobierno de Colombia; en Cuba continúan residiendo miembros de eta, pero no les han permitido participar en actividades terroristas; en Cuba residen fugitivos de la justicia estadounidense, pero aunque niega devolver a varios de ellos, ha sido de mayor cooperación con los Estados Unidos en los últimos años».

Obama, aunque sacó a Cuba de la lista, repitió la misma matriz de sus antecesores, pese a usar un lenguaje menos agresivo. Luego llegó a la Casa Blanca Donald Trump, dispuesto a barrer cualquier relación con la Isla, y fue eslabonando su tejido de hostilidad y de odio. En 2017 apareció el Memorándum Presidencial de Seguridad Nacional sobre el Fortalecimiento de la Política de los Estados Unidos hacia Cuba, que limitó al extremo la entrada de divisas para lograr la asfixia económica. En el 72 periodo de sesiones de Naciones Unidas calificó a Cuba de «régimen corrupto y desestabilizador».

No le bastó la arbitraria postura, y en 2019 afirmó que la Mayor de las Antillas «mantiene una estrecha colaboración con Estados patrocinadores del terrorismo», aunque no la incluyó en la lista. Pero se cancelaron las conversaciones de paz entre el Gobierno colombiano y el eln, a lo cual se unió el atentado contra la Escuela de Cadetes Santander, en Bogotá, y el ejecutivo que comandaba Iván Duque rompió el acuerdo y reclamó a los del eln que permanecían en Cuba. La Isla actuó de acuerdo con los protocolos.

A solo nueve días de concluir su mandato, el 11 de enero de 2021, Trump decidió incorporar a nuestro país a la injusta relación, a partir del pretexto de las reclamaciones de Colombia.

Biden sostuvo lo que hizo el republicano, con idéntico argumento, y desconoció que el actual presidente colombiano, Gustavo Petro, reanudó las negociaciones de paz con el eln, y desactivó el proceso de extradición para favorecer esa instancia de diálogo.

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Una simple ojeada a las sanciones que imponen las administraciones estadounidenses a los países que están en ese documento es un retrato de la agresividad que sufre hoy Cuba: bloqueo de créditos en el Banco Mundial e instituciones similares; permitir denuncias contra ellos en tribunales estadounidenses por daños civiles a las familias de víctimas del terrorismo; denegación de deducciones fiscales para sueldos cobrados en esos países; eliminación del duty-free a importaciones de esos países; posibilidad de prohibir a ciudadanos estadounidenses entablar relaciones financieras con esos países…

«Entonces, ¿de qué manera pueden compartir mesa acusador y acusado?», volvió a increpar Fischer, como lo haría cualquier cubano.

Es justamente la realización de este intercambio una de las expresiones más claras del compromiso del Gobierno cubano en la lucha contra ese flagelo, y del empeño en dar todos los pasos necesarios para combatir a sus perpetradores. Le recordé que la propia nota que leyó deja claro que con ello no se «contradice el más absoluto rechazo a la lista que emite el Departamento de Estado sobre este tema».

La presencia de Cuba como país patrocinador del terrorismo desconoce los 19 convenios internacionales suscritos por ella relacionados con el enfrentamiento a ese flagelo; que el territorio nacional jamás se ha utilizado para organizar acciones terroristas contra cualquier país; que no ha tenido participación ninguna en financiamiento de este tipo de acciones, que posee un expediente de cooperación bilateral que incluye devolución de terroristas, incluso en años recientes. Además, por esa absurda calificación de la nación caribeña, Estados Unidos prohíbe a los cubanos acceder al Sistema Electrónico de Autorización de Viaje (ESTA).

Lo que se persigue con esa etiqueta es recrudecer más la guerra económica contra Cuba, y engordar el también espurio propósito de tildarla como un Estado fallido. Pero al mundo no se engaña fácilmente, y pide a gritos la exclusión de la Mayor de las Antillas de ese engendro, en base a la manera en que ella se ha entregado por la paz mundial.

Para Cuba hay una sola posición, y la expresó el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en diciembre de 2022, en el mismo sitio en que la Patria fue herida por las garras terroristas del imperio, en Barbados. Allí, donde se registró el primer acto de ese tipo contra un avión civil en pleno vuelo, en el cual murieron 73 personas, dijo: «ratifico la más firme condena de Cuba al terrorismo del que hemos sido víctimas (…).  Denunciamos, en cuanta tribuna se abra a nuestra denuncia, que el mismo odio de los que garantizaron impunidad a los terroristas, mueve a quienes, en inaceptable ofensa a las víctimas, siguen causando dolor a Cuba, al poner su nombre en una espuria lista de auspiciadores del terrorismo».

Ignacio Agramonte, El Mayor, a 150 años de su caída en combate

En la madrugada del 11 de mayo de 1873 un mensajero mambí informaba a El Mayor de la presencia de tropas españolas en la cercanía del campamento insurrecto. Agramonte, de inmediato, se prepara para librar la que sería su última carga por la independencia de Cuba

Autor: Pedro Ríoseco López-Trigo | internet@granma.cu

Ignacio Agramonte y Loynaz
Foto: Archivo

El ejemplo de la vida, obra y muerte en combate hace 150 años de Ignacio Agramonte y Loynaz, El Mayor, es motivo de permanente homenaje para los habitantes del territorio que lo vio nacer.

Era la madrugada del 11 de mayo de 1873 cuando un mensajero mambí informaba a El Mayor de la presencia de tropas españolas en la cercanía del campamento insurrecto. Agramonte, de inmediato, se preparó para librar la que sería su última carga por la independencia de Cuba.

En tres años y medio de vida militar este joven abogado, político y guerrero, de 32 años al momento de su muerte, participó en más de 100 combates y supo combinar los principios de la táctica con la lucha irregular en las condiciones de las extensas sabanas de Camagüey con su aporte como estadista y patriota.

«Nuestra misión se va cumpliendo, vuestra disciplina y vuestra abnegación hacen de todos nosotros el núcleo fundamental de la futura República», dijo esa madrugada El Mayor a sus tropas y ordenó enérgico: «¡Ayudante de guardia! ¡Un sargento y dos parejas de escolta, pronto, para marchar!».

Agramonte se propone entonces atraer esa fuerza al Potrero de Jimaguayú, 32 kilómetros al suroeste de la ciudad de Camagüey, ampliamente conocido por él por ser uno de sus campamentos habituales. Ubica la fuerza de infantería de Las Villas, recién llegadas, en los flancos oeste y sur del potrero y a la Brigada de Caonao en el lugar. Sitúa a la caballería en el flanco este, oculta entre la hierba. Pero, las fuerzas españolas, temerosas porque habían enterrado cerca de 100 cadáveres en los combates de Ingenio Molina y Cocal del Olimpo, no mordieron el anzuelo.

Agramonte se percata de ello y se separa de la caballería para ordenar a la infantería que debía atraer al enemigo al fondo del potrero. De repente, como si hubiera concebido un nuevo plan, parte con su escolta rumbo al vado que permitía cruzar el arroyo Basulto. Ordena regresar a los demás, con la pretensión de cruzar el potrero y unirse a la caballería y les dice: «Voy a dejar que se entable la acción con los infantes y pronto nos veremos en Guayabo».

En esos momentos, una avanzada española que se había ocultado en el arroyo lo sorprende y hiere mortalmente de un balazo en la sien derecha, cayendo su cadáver entre una hierba muy alta. Su escolta corre a avisar a Serafín Sánchez y a Henry Reeve. La confusión es tremenda.

Reeve decide retirarse de Jimaguayú, pero antes ordena a Serafín Sánchez que con su compañía encuentren el cadáver de Agramonte y después se vaya a Guanábana. Así lo hacen, registran todo, pero no encuentran el cuerpo de su admirado y querido jefe, ya en poder de los españoles.

El 12 de mayo de 1873, al llegar el cadáver de Agramonte a la plaza situada frente al hospital en Puerto Príncipe, el Padre Olallo, desafiando a los soldados españoles, solicitó conducirlo en camilla hasta el Hospital de San Juan de Dios, donde lavó sus restos mortales y rezó ante el cadáver. El cuerpo fue incinerado con leña y petróleo por orden del gobernador hispano.

Mucho podría escribirse de Agramonte, de quien el Generalísimo Máximo Gómez dijo en julio del propio año 1873 en que murió, que estaba llamado a ser el «futuro Sucre cubano», y a quien el Apóstol José Martí calificó el 10 de octubre de 1888 como un «diamante con alma de beso».

El amor entrañable a su esposa Amalia Simoni, que le acompañó a la guerra redentora, conoció la penuria y el peligro, y con ella tuvo dos hijos: Ernesto, nacido en la manigua, y Herminia, a la que Agramonte no llegó a conocer.

Baste un episodio para conocer la firmeza de Amalia. Durante un ataque español al campamento mambí donde se encontraba es capturada el 26 de mayo de 1870, junto a su hijo, su hermana Matilde, y otros miembros de la familia Simoni. Las autoridades hispánicas le propusieron entonces a Amalia que escribiera a Agramonte solicitándole, por su amor y el de su hijo, que renunciara a la Revolución. Pero Amalia, que estaba plenamente identificada con los ideales de su esposo, le ripostó indignada: «General, primero me cortará usted la mano, antes que escribir a mi esposo que sea traidor».

El filme El Mayor, del fallecido realizador cubano Rigoberto López, está inspirada en la historia de Ignacio Agramonte y Amalia Simoni. Foto: Ricardo Alonso Venereo

El hecho más divulgado de las muchas hazañas de Agramonte fue el rescate del brigadier Julio Sanguily, quien fue sorprendido y capturado, cuando se encontraba en el rancho-enfermería de la patriota Cirila López, y llevado ante el jefe de la columna española quien lo interrogó infructuosamente para conocer la ubicación de Ignacio Agramonte.

Era el 8 de octubre de 1871. El día anterior Agramonte había acampado cerca, con unos 70 jinetes en el potrero de Consuegra, al sur de la ciudad de Puerto Príncipe, con el propósito de descansar luego de un mes de largas y fatigosas jornadas por la zona. Al conocer la noticia, Agramonte, sin averiguar cuántos eran los enemigos, sino en qué lugar estaban, ensilló su caballo nombrado Mambí y se dirigió a sus soldados: «Mis amigos, la cuestión está clara. Al brigadier Sanguily lo han hecho prisionero los españoles. Todo el que esté dispuesto a rescatarlo o morir, que dé un paso al frente».

El Mayor, al mando de 35 jinetes a cuya vanguardia iba el capitán Henry Reeve, desenvaina su machete y ordena a sus hombres que es preciso rescatar a Sanguily vivo o muerto o perecer en la demanda. Al ver el avance de las fuerzas cubanas, el sargento español que custodiaba a Sanguily lo derribó de la montura y le hizo un disparo a corta distancia que le inutilizó para siempre la mano, pero ya Agramonte se hallaba junto a él y levantándose sobre su propio caballo, ordenó la última carga, ante la que se dispersaron los pocos enemigos que aún combatían.

Sobre este hecho dijo el propio Agramonte, «nuestra persecución le siguió a larga distancia hasta dispersarles por completo. El enemigo dejó once cadáveres. (…) Mis soldados no pelearon como hombres: ¡Lucharon como fieras!».

El Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro, en el centenario de la caída en combate de El Mayor destacó la significación histórica del rescate del brigadier Sanguily: «Ha pasado a la historia como una de las más extraordinarias acciones de armas; un hecho que levantó el ánimo en el campo cubano en momentos difíciles, (…) fue sin dudas una de las más grandes proezas que se escribieron en nuestras luchas por la independencia, y ha pasado a ser un hecho de armas proverbial, que en aquel entonces despertó incluso la admiración de las fuerzas españolas».

Su natal Camagüey honra su memoria en la Plaza de la Revolución que lleva su nombre y donde se realizan los actos más importantes, en el aeropuerto internacional de la ciudad capital provincial, en la Casa Museo donde nació y en una de las avenidas principales de esa urbe, pero, sobre todo, en el orgullo permanente que sienten cuando llaman a sus coterráneos agramontinos.

Nuestra historia pasada y presente recoge páginas de elevado heroísmo, como el rescate del Brigadier Julio Sanguily, protagonizado por El Mayor, Ignacio Agramonte. Foto: Ilustrativa
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Ignacio Agramonte Loynaz y el deber con la Patria

Por: MSc. Ricardo Muñoz Gutiérrez

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En los diccionarios del español, la primera y más común acepción de la definición de honor es la cualidad moral que induce a las personas a cumplir con todos los deberes que las circunstancias en que vive, le impone.

También en muchas oportunidades, cuando se habla del mayor general del Ejército Libertador Ignacio Agramonte Loynaz se le atribuye la cualidad de “ser un hombre de honor”; pero, sin una adecuada demostración del porqué. Veamos algunos hechos que evidencian el cumplimiento de uno de los deberes fundamentales, el servir a la Patria.

Comencemos por el mérito, por encima de cualquiera de sus equivocaciones, del consecuente patriotismo que lo caracterizó y demostró, como hicieron otros, de abandonar todo lo material y sacrificar la familia por el sublime amor a la Patria y cumplir con el deber de luchar por la independencia, no importa que se alzó en armas solo tres meses y diez días después del casamiento con Amalia Simoní y su primer hijo, nació en el monte mambí.

El 11 de noviembre de 1868, al irse a la manigua y presentarse a la dirección de la Junta Revolucionaria del Camagüey, se ofrece para recorrer el sur del territorio, donde operaban partidas insurrectas sin coordinación entre ellas. En pocos días, Agramonte reunión a los jefes de más de 520 combatientes, acordaron reconocer la jefatura de la Junta y un plan de operaciones que se extendía hasta el territorio de Morón. Lo anterior quedó asentado en lo que hemos llamado Acuerdo de Jobabo firmado el 20 de noviembre de 1868.

En la noche del 26 de noviembre en la Reunión de Las Minas defendió la única tesis que podía conducir al triunfo del movimiento revolucionario en las conocidas palabras: “Acaben de una vez los cabildeos, las torpes dilaciones, las demandas que humillan, Cuba no tiene más camino que conquistar la redención arrancándosela a España por las fuerzas de las armas.”

Quizás, esa actitud le valió para que el 28, en la preparación del Combate de Bonilla, primera acción de combativa de los camagüeyanos, lo designaran para integrar el grupo de combatientes que ocuparon el punto más avanzado y por tanto, más peligroso. Allí Ignacio combatió con valentía, la misma que había exigido dos noches antes.

Ante el asesinato de un compañero por los españoles, Agramonte en una Proclama del 27 de enero de 1869, expresa “[…] Que nuestro grito sea para siempre. ¡Independencia o muerte! Y que cualquiera otro sea mirado en adelante como un lema de traición […]” El destino estaba trazado para el insigne patriota.

El 11 de abril de 1869, en Guáimaro, Ignacio fue elegido como uno de los dos secretarios de la Cámara de Representantes. El 26 de abril de 1869 renunció al puesto de secretario para asumir, con el grado de mayor general, la jefatura de la División del Ejército Libertador en Camagüey. La decisión es consecuente con la convicción expresada en Las Minas, la independencia se alcanza haciendo la guerra. No es el tránsito de un político a militar; es un patriota convencido de lo que es más necesario hacer y donde se sirve mejor; si el camino son las armas, con ellas se ha de andar.

Solo unos días después, el 3 de mayo, fuerzas del Camagüey, en número de 300 hombres, bajo su mando directo combaten en Ceja de Altagracia contra una columna española de 3 000. La preparación de las emboscadas, la táctica empleada, las órdenes oportunas y la retirada organizada, cumplido los objetivos de la acción, demostraron que el jefe cubano no era un militar improvisado; se había preparado durante los meses anteriores.

Cuando la Metrópoli fortaleció su ejército en la isla y pasó a la ofensiva, creó desconcierto entre los que habían ido a la Revolución sin convencimiento profundo. En 1871, las fuerzas mambisas en Camagüey combaten en condiciones muy difíciles o, simplemente sobreviven, frente a la superioridad de España.

Ramón Roa escribió que los españoles, “[…] con frecuencia nos dispersaba estando desnudos, hambrientos y sin municiones. Entonces solo el que estuviera poseído de un fenomenal optimismo podía creer en que la victoria fuera nuestra […]”[1]. Manuel Sanguily cuenta que un teniente andaba “[…] Casi absolutamente desnudo, con solo un fragmento de saco de cañamazo o henequén a modo de pampanilla[…]”[2], más conocido por taparrabo; compañías enteras del territorio camagüeyano andaban del mismo modo y “[…] la miseria era tan común y tan profunda en los jefes y oficiales como en la tropa: el general Agramonte usaba un pantalón que no llegaba sino seis u ocho dedos más debajo de la rodilla, lo que por suerte le era dado ocultar por ser en cambio muy altas las polainas charoladas […]”[3]

Muchos se presentaban e incluso renegaban del pasado actuar; pero, para los buenos cubanos, el cumplimiento del deber no admite debilidades y para Agramonte es momento de exigir, con más rigor, el cumplimiento del deber patrio.

No obstante, algunos creen que es momento oportuno para convencer al Mayor para que abandone la lucha y salga al exterior; llevan la propuesta a Ignacio con el visto bueno de autoridades españolas. Así conservará la vida.

La entrevista es rápida, los interlocutores no bajan de las cabalgaduras. El Mayor rechaza la propuesta; le advierten la difícil situación que atraviesa él y sus fuerzas:

– ¿Qué elementos tienes para continuar la guerra? ¿Con qué vas a seguir esta lucha sangrienta, tú solo, careciendo de armas y municiones?

– ¡!Con la vergüenza……!!

Replicó el caudillo con dignidad, y volviendo grupas, regresó con su escolta al campamento.

Cuentan que esos tiempos el pantalón de Ignacio solo llegaba hasta un poco más debajo de la rodilla

Al respecto le escribió a su esposa Amalia Simoni el 19 de noviembre de 1872: “[…] Por mi bienestar material puedes estar tranquila: mi salud siempre inalterable: de nada indispensable carecemos, porque la experiencia nos ha enseñado a proveernos del enemigo […]”[4]

Mucho se ha hablado de las diferencias con Carlos Manuel de Céspedes; pero, sin especificar las diferentes causas que las generaron. Cuando estimó que una orden del presidente de la República, restaba a su autoridad, no lo desafió. Creyó que lo correcto era renunciar y así lo hizo.

Pero el deber es combatir al Ejército Español, patriotas limaron las distancias entre Céspedes y El Mayor; el primero tiene que pedirle que reasuma el mando de la división camagüeyana y él aceptó.

La decisión del Presidente fue acertada, el mayor general Agramonte se erigió como el más capaz de los líderes mambises. Sus éxitos en la organización de las fuerzas camagüeyanas hacen que Céspedes decida subordinarle las fuerzas de Las Villas con el fin de prepararlas para llevar a la guerra a aquellas comarcas.

Pero, el Mayor no solo se distinguió por los éxitos en el campo militar, tuvo la virtud de cambiar para servir mejor o, como acertadamente lo valoró José Martí “[…] domó de la primera embestida la soberbia natural […]”[5] Esta fue una cualidad muy importante, la capacidad de analizar y reconocer como servir mejor a la Patria.

Consciente de la importancia de la disciplina y respeto a la ley, le escribió a su antiguo profesor José M. Mestre el 14 de enero de 1871:

[…] Aquí hay opiniones encontradas, pero no hay divisiones, ni disenciones de mal carácter; y todos respetamos el órden de cosas establecido, mientras legalmente no se cambie […] soy de los que más necesario creen el cambio de los funcionarios que sirven de rémora a la marcha expedita y enérgica de nuestras operaciones militares […] [6]

La madurez política alcanzada por el Mayor es bellamente reflejada por Martí en el siguiente juicio:

[…] Pero jamás fue tan grande […] como cuando al oír la censura que hacían del gobierno lento sus oficiales, deseosos de verlo rey por el poder como lo era por la virtud, se puso en pie, alarmado y soberbio, con estatura que no se le había visto hasta entonces, y dijo estas palabras: “¡Nunca permitiré que se murmure en mi presencia del Presidente de la República!” [7]

La firme convicción del cumplimiento del deber, cualquiera que sean las dificultades, se reflejan en la carta a Amalia antes citada:

[…] puedo asegurarte que jamás he vacilado un instante, a pesar de cuanto he tenido que sacrificar en lo relativo á mis mas caras afecciones, ni he dudado nunca de que el éxito es la consecuencia precisa de la firmeza en los propósitos y de una voluntad inquebrantable: sobre todo, cuando se apoyan en la justicia y en los derechos de los pueblos. [8]

Notas:

[1] Roa Traviesa, Ramón: Pluma y machete. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1968. p. 214.

[2] Sanguily Garrite, Manuel: Obras T VI Páginas de la historia libro segundo. pp. 118-119.

[3] Ibid. p. 177.

[4] Cento Gómez, Elda, Pérez Rivero, Roberto y Camero Álvarez, José María: Para no separarnos nunca más. Ediciones Abril, La Habana, 2009. p. 292. Se ha respetado la ortografía del original.

[5] Martí, José: Obras completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. 4, p. 362.

[6] Jiménez Pastrana, Juan: Ignacio Agramonte. Documentos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, p. 228.

[7] Martí, José: Ob. cit. p. 362.

[8] Cento Gómez, Elda, Pérez Rivero, Roberto y Camero Álvarez, José María: Idem.

En el Día de la victoria contra el fascismo, ¿trompetas nazis?

El 9 de mayo no puede ser una fecha más en el calendario. Si la humanidad se extravía en el laberinto del olvido, en el que preludian las trompetas del apocalipsis fascista, esta vez no sobrevivirá a la experiencia

Autor: Raúl Antonio Capote | internacionales@granma.cu

Los países europeos le deben a la URSS el eliminar la barbarie del fascismo en los años 40 del siglo xx
Los países europeos le deben a la URSS el eliminar la barbarie del fascismo en los años 40 del siglo xx Foto: RT

El 9 de mayo de 1945 la Alemania nazi capituló incondicionalmente ante el alto mando militar soviético y de los aliados, lo que aseguraba la derrota de las potencias del eje fascista en el teatro europeo.

Después de seis años de conflagración mundial, en la que intervinieron 61 Estados, abarcó a casi todas las regiones del mundo y costó la vida de millones de personas, parecía que la sierpe fascista nunca más volvería a levantar cabeza.

Dolor, sufrimiento y muerte fue el legado de la experiencia. Millones de personas sucumbieron en los campos de concentración del Tercer Reich, concebidos para matar, para quebrar el alma y convertir al mundo en un gran predio dominado por los arios, donde trabajarían como esclavos los de las llamadas razas inferiores.

Prisioneros de guerra soviéticos, comunistas, miembros de los grupos nacionales de resistencia, civiles polacos y soviéticos, judíos, romaníes, testigos de Jehová y homosexuales fueron el blanco predilecto de la barbarie.

En Auschwitz-Birkenau, Belzec, Chelmno (Kulmhof), Majdanek, Sobibor, Treblinka, etc., nunca se detenían las cámaras de gas; el humo de los crematorios anunciaba el destino fatal de las víctimas de la deshumanización y la locura. La maquinaria nazi, con presunción de macabra eficiencia, producía abono con las cenizas de los fallecidos y, aunque parezca espeluznante e inconcebible, hacían jabón con la grasa, aprovechaban la piel, los cabellos, los huesos, las prótesis de oro y plata.

No es un cuento de horror, es el fascismo que floreció al amparo de la ambición, el anticomunismo, el odio y las apetencias, siempre incontrolables, del capitalismo, que nació de la ignorancia y de la deshumanización de capas amplias de naciones «cultas», movilizadas por la xenofobia, el miedo y la propaganda «sabiamente» administrada.

Parecía que la bestia había sido exterminada para siempre. Sin embargo, los huevos de la serpiente fueron incubados en el regazo de la revancha y el olvido.

Renace el fascismo de la matriz generadora, levanta cabeza ante la complicidad de los mismos de antaño, esos que de nuevo asumen la política del avestruz, por connivencia y por conveniencia.

Desfilan con sus estandartes y entonan sus viejos himnos de odio, derriban los monumentos de la lucha contra el fascismo, rescriben la historia convirtiendo en héroes a carniceros sin alma, mientras amenazan al resto de la humanidad, a nombre de una «superioridad étnica» de la que creen ser representantes.

La desmemoria llega a tanto que, incluso, algunas víctimas hoy rinden homenaje a sus antiguos verdugos.

El 9 de mayo no puede ser una fecha más en el calendario. Si la humanidad se extravía en el laberinto del olvido, en el que preludian las trompetas del apocalipsis fascista, esta vez no sobrevivirá a la experiencia.

Cuando no pueden vencer asesinan

Por Arthur González

Imagen de Razones de Cuba

Quien revise la historia podrá comprobar que los yanquis emplean el asesinato como método, cuando no pueden vencer a quienes no se dejan doblegar. Los ejemplos son muchos y Cuba acumula una buena parte de ellos, porque ante la impotencia de no poder impedir el triunfo de la Revolución de 1959, a Fidel Castro le organizaron más de trescientos planes para asesinarlo, según consta en documentos secretos y declaraciones de sus implicados.

Un amplio memorando para el director de la CIA, fechado el 11 de diciembre de 1959, firmado por J.C. King, jefe de la División del hemisferio occidental de la CIA, donde analiza la situación cubana en los primeros 11 meses, propone un grupo de acciones para alcanzar el objetivo deseado de Estados Unidos:

“El derrocamiento de Castro en el término de un año y su reemplazo por una Junta que sea del agrado de los Estados Unidos, la cual convocará a elecciones seis meses después de su llegada al poder”.

La última proposición plantea sin el menor respeto a los derechos humanos:

“Se le debe dar una cuidadosa atención a la eliminación de Fidel Castro. Ninguno de los que se hallan cercanos a Fidel, como por ejemplo su hermano Raúl y su compañero Che Guevara, tienen el mismo carisma sobre las masas. Muchas personas bien informadas consideran que la desaparición de Fidel aceleraría grandemente la caída del gobierno actual”.

El 23 de marzo de 1967, el director de la CIA, Richard Helms, solicitó al Inspector General, J. S. Earman, la confección de uninforme sobre conspiraciones para cometer el asesinato de Fidel Castro, a partir de una orden del presidente Lyndon B. Johnson, después de aparecer el 7 de marzo en The Washington Post, un artículo sobre ese tema escrito por Jack Nicholson, en la columna del periodista Drew Pearson, donde denunciabaun plan reportado de la CIA en 1963, para asesinar a Fidel Castro de Cuba.

Ese voluminoso informe del Inspector General de 1967 sobre los planes de la CIA para asesinar a Fidel Castro, fue considerado como el documento más importante realizado por la CIA, desclasificado en 1994, donde se exponen las relaciones de la CIA con la mafia italo-norteamericana para ejecutar alguno de esos planes, con la promesa de permitirle volver a ser dueños de los casinos de juego, la prostitución y las drogas en Cuba.

En 1975 se creó en el Congreso de Estados Unidos el Comité Selecto, para estudiar las Operaciones Gubernamentales respecto a las Actividades de Inteligencia (Comité Church), bajo el título: “Conspiraciones para cometer asesinatos que implican a líderes extranjeros”.

El Comité Church puso al descubierto el papel de la CIA en los planes para asesinar a Fidel Castro y la prensa lo divulgó la historia de las conspiraciones de la CIA con la mafia para cometer asesinatos, algo que no pudieron negar, evidencias de que cuando Estados Unidos no puede lograr el objetivo de doblegar a los dirigentes de otros países o líderes internos, el asesinato es la mejor solución. Martin Luther King fue uno de ellos.

Igualmente, el magnicidio de John F. Kennedy, vincula a la CIA, la mafia y a miembros de la comunidad cubana, de ahí la oposición a desclasificar todo el material disponible de la investigación.

Documentos secretos también exponen la participación de Clare Timberlake, embajador yanqui en el Congo Belga, en el asesinato de Patricio Lumumba, dirigente de esa nación africana.

El golpe militar en Chile contra Salvador Allende, tantas veces negado, finalmente fue reconocido que se fraguó en el cuartel general de la CIA, con apoyo del Departamento de Estado.

Realmente son múltiples los ejemplos y el más reciente intento de asesinato ocurrió la noche del 3 de mayo 2023 en Moscú, cuando dos drones lanzados por Ucrania impactaron contra las instalaciones del Kremlin, lugar donde se encuentra la residencia oficial del presidente Vladimir Putin. La participación de Estados Unidos es evidente, por ser el país que dirige la guerra contra Rusia y abastece de armamento a Kiev.

Por supuesto que resulta usual la negación de la CIA, bajo el viejo principio establecido en la Carta de la Agencia para todas sus operaciones, de la negación plausible.

Ucrania dispone de drones propios (UJ-22 de Ukrjet) que pueden alcanzar blancos a 800 kilómetros de distancia y entre la frontera ucraniana al Kremlin hay aproximadamente 450 kilómetros en línea recta.

El pasado mes de febrero un dron UJ-22, cayó a 10 kilómetros al sur de Moscú y a principios del 2023 la empresa estatal ucraniana Ukroboronprom, informó la producción del primer modelo de un dron con un alcance de mil kilómetros.

Ante tantas evidencias y antecedentes históricos, rápidamente Kiev y Washington, niegan cualquier implicación en el intento de asesinar al líder ruso y despliegan su arsenal mediático siempre listo a modificar la verdad, algo que durante años hicieron con los planes para asesinar a Fidel Castro, sin el menor ápice de humanidad.

No se equivocó José Martí cuando afirmó:

“Viví en el monstruo y le conozco las entrañas”.

Celia, eterna sonrisa y tempestad

Es ese orgullo inmenso el que nos convoca a volver siempre a su ejemplo personal para seguir construyendo la nación mejor a la que aspiramos

Autor: Mailenys Oliva Ferrales | internet@granma.cu

Celia fue la encarnación misma del detalle, la bondad, la modestia y el desinterés.
Celia fue la encarnación misma del detalle, la bondad, la modestia y el desinterés. Foto: TOMADA DE EXPOSICIÓN COLECTIVA EN SANDINO, PINAR DEL RÍO

Basta nombrarla para que su imagen entrañable se haga presente en la memoria del pueblo. Basta decir «nuestra flor más autóctona», Heroína de la Sierra y el Llano, o la madrina de todos, para saber que en la sobrevida Celia nos sigue acompañando hecha fuego y verdad, detalle y esencia… guía necesaria. 

Al evocarla hoy, cuando se cumple el aniversario 103 de su natalicio –acaecido el 9 de mayo de 1920, en el poblado de Media Luna–, en toda la Isla se recuerda a la joven sensible que, junto a su padre, vindicó al Apóstol en el año de su centenario; a la muchacha temeraria que se jugó la vida en la lucha clandestina contra la dictadura; a la primera guerrillera de verde olivo en la Sierra Maestra, y a la revolucionaria incansable y atenta, siempre luz y no sombra de Fidel.

Y se recuerda más porque Celia fue la encarnación misma del detalle, la bondad, la modestia y el desinterés. Muchas son las anécdotas que revelan su inigualable cualidad de andar siempre preocupada y ocupada por el bienestar de todos.

Fue ella la encargada de recopilar en trozos de papel la historia de la lucha guerrillera, y tras el triunfo de enero de 1959, sus múltiples responsabilidades como diputada, miembro del Consejo de Estado y del Comité Central, lejos de apartarla del pueblo, la unieron más a los niños huérfanos, a los campesinos, a las madres sin círculo, a los obreros y a los más necesitados.

Esa huella de su sensibilidad y dulzura, de su compromiso con la verdad, de su esencia martiana para tener mucha alma y poca tienda, de su andar sin protocolos y de su hacer incansable sin llamar la atención, es lo que más nos enorgullece de nuestra Celia.

Y es ese orgullo inmenso el que nos convoca a volver siempre a su ejemplo personal para seguir construyendo la nación mejor a la que aspiramos, con la certeza de que Celia nos habita en el fulgor de una estrella, en el perfume de las mariposas, en el despertar cotidiano de la Patria, en la sonrisa y en la tempestad.