Los números de la migración

Emigración

Migración irregular desde Cuba hacia Estados Unidos. Foto: AP.


Rafael Hernández

Cubadebate

Mis amigos economistas me recuerdan siempre la importancia de los números y de sacar bien las cuentas. Ahora que muchos observadores comparan la migración actual con la de la crisis de los balseros (1994) y el Mariel (1980), habría que hacer algunas precisiones numéricas.

Según fuentes oficlales de EEUU, en el Año Fiscal 2022 (octubre 2021-julio de 2022) han entrado 177,800 cubanos a EEUU; solo en julio, 20 000.

Como se sabe, por el Mariel se fueron 125 000 personas en poco más de 5 meses. Grosso modo,  25 000 al mes (aunque la mayoría se concentró en los primeros dos meses). Si en los 10 meses transcurridos del año fiscal 2022 se hubieran ido al ritmo del Mariel, habrían entrado ya en EEUU 250 000 cubanos.

En las balsas de agosto de 1994 salieron 35 000 personas, en solo 28 días, el lapso que duró aquella crisis.  Si los que se han ido desde el 1 de octubre hubieran salido a esa velocidad, la cifra acanzaría 350 000. Es decir, casi el doble.

Para seguir con números y cuentas, en la primera oleada migratoria (1959-62) salieron poco más de 50 000 al año; y en el Puente aéreo Varadero-Miami (1965-73), 48 000 anuales. Todos de manera legal y ordenada. Menos de la tercera parte de los que han salido en este 2022, sin duda alguna.

Otros números: cuando se firmó y se empezó a aplicar el acuerdo migratorio, la cifra de migrantes que intentaron llegar por mar (y fueron devueltos) se redujo a un total de 26 000 entre 1995-2014. O sea, 1 370 como promedio anual. Más fueron los balseros haitianos y los dominicanos interceptados en esos 19 años. O sea, que la aplicación del acuerdo tuvo un peso decisivo en el monto la migración indocumentada.

Entre agosto de 2017 y agosto de 2022 deberían haber salido de Cuba y entrado de manera documentada y ordenada, sin correr ningún riesgo ni gastarse una fortuna, 100 000 cubanos –si no se hubiera interrumpido unilateralmente la aplicación del acuerdo migratorio existente desde hace 27 años.

Un par de consideraciones no numéricas resultan insoslayables en cualquier comparación.

La primera es que los dos episodios de referencia fueron terminados por los dos gobiernos. El cubano inició y suspendió el Mariel; y ambos dieron fin a la crisis de los balseros. La salida actual se prolonga de manera indefinida, lo que hay que tomar en cuenta al compararla. Del lado cubano, la salida hacia EEUU y cualquier país se mantiene libre, no solo por la ley de enero de 2013, sino por la Constitución de 2019. De manera que el flujo actual puede tener lugar en la medida en que EEUU mantiene abierta  la entrada por la frontera mexicana, y se demora en restablecer la aplicación del acuerdo migratorio bilateral.

La segunda consideración, para cualquier comparación, es que los del Mariel y los balseros salieron de manera definitiva, o sea, perdieron sus derechos como residentes en Cuba. Los que salen ahora, no. Es decir, no están en una situación de exilio ni de emigración sin retorno, sino de entra-y-sale. Aunque no volvieran, no se han ido para siempre.

Para finalizar, muchos dan por sentado que si mejoraran las relaciones con EEUU, la visión sobre el futuro cambiaría tanto que la mayoría de esos que se quieren ir ahora dejaría de pensar en salir.

Miremos hacia atrás: ¿cuál fue el impacto del factor normalización de relaciones, sobre el flujo migratorio al margen del acuerdo entre los dos países?

El flujo de cubanos que entraron sin visa a EEUU, al amparo de la Ley de Ajuste,  se multiplicó entre 2014 (24 000) y 2016 (56 000), especialmente a través de la frontera de México (2/3 del total). En esos dos últimos años de Obama, hubo el mismo incremento en los intentos de entrada por vía marítima: el número de los que fueron interceptados saltó de 3 500 (2015) a más de 5 000 (2016).

¿Quizás esos que saltaron a los botes y corrieron a la frontera mexicana en 2015-2016 estaban anticipándose a que la normalización llevara al fin de la distinción conocida como pies secos/pies mojados? ¿O incluso a la terminación de la excepcionalidad consagrada por la Ley de Ajuste Cubano?

En cualquier caso, la recepción del lado norteamericano ha sido siempre el principal factor de atracción migratoria, y resulta insoslayable en cualquier análisis. El fin de la política de pies secos/pies mojados, adoptada por Obama apenas una semana antes de abandonar la Casa Blanca, hizo caer en picada el número de quienes intentaban salir por vía marítima. Súbitamente, por obra y gracia de esa decisión de último minuto, el servicio de Guardacostas que patrulla el estrecho de la Florida se quedó casi sin botes que buscar y rescatar provenientes de la isla.

Absolutamente nada de lo que apunto arriba debe interpretarse como ignorancia ni subestimación de lo que significa la salida masiva de cubanos hacia EEUU o cualquier otro país, tanto para la sociedad como para la política cubanas. Es un reto y un problema insoslayable, agravado por la crisis económica, cuyo enfrentamiento no ha encontrado un cauce eficaz y sostenible, que permita restaurar la certidumbre y la confianza en el futuro dañadas por el prolongado deterioro del estándar de vida.

Ahora bien, para poder analizar el flujo se requiere precisar su estructura, que no es ni ha sido nunca homogénea. Los datos numéricos más importantes para un análisis comparativo de la migración cubana –edad, sexo, color de la piel, educación, ocupación, lugar de residencia– no están disponibles para el flujo actual, como sí existen para los del Mariel y los balseros. ¿Quiénes se van? ¿Los sectores más golpeados por la crisis? ¿La clase media urbana? ¿Los profesionales? ¿Hombres o mujeres? ¿Cuál es la proporción de los que no deciden irse por su cuenta (menores, adultos mayores dependientes, u otros)? ¿Negros? ¿Campesinos? ¿Los más pobres?

Sin esos datos no es posible comparar estos de ahora y aquellos de 1980 y 1994 en sus estructuras sociales, precisar sus diferencias ni matizar sus causas.

Como revelan los números del principio, el incuestionable volumen del flujo actual no resiste comparación con la intensidad de fenómenos migratorios anteriores, ni puede hacerse sin considerar la línea de tiempo de cada uno, imprescindibles para contrastarlos  (como seguramente me dirían mis amigos economistas). Mucho menos establecer sus múltiples causas, incluida la crisis económica.

Aunque esta sea un factor de expulsión innegable, solo encuestas confiables y estudios de campo permitirían juzgar con mayor precisión el peso específico de los diversos factores de atracción y expulsión. Sin embargo, lo que sí sabemos es que todos están actuando al mismo tiempo, de ambos lados. Y que las comparaciones generalizadores confunden más que lo que aclaran.

Presidente cubano llegará a China en visita oficial

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El Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros Miguel Díaz-Canel Bermúdez fue recibido en el Gran Palacio del Pueblo, ubicado en la capital china, por su homólogo chino Xi Jinping. Foto: Estudios Revolución/ Archivo.

China confirmó hoy que el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, realizará esta semana una visita oficial a Beijing, en el contexto de una gira internacional también con paradas en Argelia, Rusia y Türkiye.

Hua Chunying, vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores, dijo en un breve comunicado que el mandatario antillano estará en Beijing del 24 al 26 de noviembre próximo y llegará por invitación de su homólogo anfitrión, Xi Jinping.

Si bien la portavoz no ofreció detalles de la agenda, se espera que en las conversaciones oficiales las partes repasen el estado de los vínculos bilaterales y proyecten nuevas acciones para fortalecerlos más en el futuro.

Díaz-Canel realizó su primer viaje a China como Presidente en noviembre de 2018 y él mismo aseguró que tuvo una especial significación porque se enfocó en fomentar más la amistad entre ambos gobiernos y pueblos.

En esa ocasión el mandatario cubano cumplimentó un intenso programa de actividades con el fin de darle continuidad y consolidar los nexos establecidos hace 62 años.

Las dos naciones socialistas afianzaron sus nexos en materia económica con la firma de varios memorandos de entendimiento, entre ellos uno relativo a ampliar la cooperación en el contexto de la iniciativa de la Franja y la Ruta.

Cuba y China suscribieron convenios para incrementar la capacidad productiva en proyectos priorizados de colaboración y la concesión de un crédito chino que respaldaría la adquisición de equipos de construcción para los sectores de energías renovables y el turismo.

Otro texto se refirió al suministro de maquinarias para incrementar la producción de cultivos varios en la oriental provincia de Guantánamo y el último era sobre la entrega de recepción de proyectos de fábricas de conservas de frutas y vegetales.

(Con información de Prensa Latina)

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Cuba y Rusia, una relación a prueba del tiempo

Por: Yaima Puig MenesesAlina Perera Robbio

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El presidente de Rusia, Vladímir Putin, y su homólogo cubano, Miguel Díaz-Canel. Foto: Archivo/Kremlin.

“Rusia es un país entrañable, un pueblo hermano cuyas relaciones datan de muchos años”, diría el Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en el 2018, durante la visita oficial que realizó al gigante euroasiático, como parte de su primera gira internacional tras asumir en ese año el cargo de Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros.

Una relación a prueba del tiempo y cargada de muchos simbolismos es la que une a los pueblos de Cuba y Rusia desde hace 120 años, pero que consolidó sus mayores fortalezas a partir del triunfo de la Revolución cubana. De generación en generación han pasado las experiencias que acercan y distinguen a ambos pueblos en el transcurso de los años y son parte incuestionable de nuestra historia.

A través de muchos caminos se ha ido construyendo una profunda y sólida amistad entre rusos y cubanos. Historias hermosas forman parte de esa confluencia, como la que nació años antes del triunfo de la Revolución del 59, cuando a bordo del barco Andrea Gritti se conocieron casualmente los jóvenes Nikolai Leonov y Raúl Castro Ruz. Este último, regresando de la Conferencia Internacional sobre los Derechos de la Juventud, celebrada en Viena en el verano de 1953.

Fue ese el comienzo de una relación sostenida sobre la lealtad y el cariño; y ese ha sido el tono de los lazos construidos entre ambas naciones, donde la figura del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz jugó un papel determinante en defender la cercanía y el respeto entre el alma rusa y la cubana.

Excelentes son las relaciones políticas que distinguen los vínculos entre ambas naciones y que en los últimos años han estado respaldadas por un fluido intercambio de delegaciones de alto nivel, lo cual ha permitido su fortalecimiento y desarrollo constante. Los diálogos de intercambio han permitido consolidar la asociación de los dos países en diferentes áreas.

Justamente de “estratégicas y con un potencial de desarrollo extraordinario”, calificó las relaciones bilaterales entre ambas naciones el embajador de Rusia en Cuba, el excelentísimo señor Anatoli Guzkov, durante las actividades de la primera jornada de la 38 Feria Internacional de La Habana.

El devenir de los años ha demostrado que es esta una relación —con múltiples espacios comunes— en la cual ambas partes coinciden en la importancia de avanzar en proyectos económico-comerciales, principalmente en las esferas de la energía, la metalurgia, el transporte y la biotecnología.

Muestra de la voluntad por fortalecer y desarrollar esos nexos es la existencia de la Comisión Intergubernamental para la colaboración económico-comercial y científico-técnica, que encabezan el viceprimer ministro cubano Ricardo Cabrisas Ruiz y el vicepresidente del Gobierno ruso, Yuri Borisov.

La historia de cooperación y amistad que existe entre ambas naciones fue perfectamente definida en el año 2018 por el Presidente ruso Vladimir Putin, quien aseguró que “nuestros pueblos están tradicionalmente unidos por lazos de amistad, afecto, respeto mutuo y apoyo solidario”.

Literatura, ciencia y desarrollo…son hitos que también han marcado las relaciones entre ambos pueblos a través de los años. Cooperación es hoy una palabra clave para consolidar esos vínculos, basados en el respeto mutuo y los intereses comunes que nos distinguen.

Muchos son los afectos por el pueblo ruso que sobreviven al tiempo y acompañan diversos espacios de la Isla. “Son cosas del alma rusa de los cubanos”, aseguran quienes desde la Mayor de las Antillas conviven a diario con nombres, lazos de familia, construcciones, automóviles y una cultura que, aunque un poco distante a la nuestra, ha contribuido también a estrechar cercanías esenciales.