«Afrontaron la muerte para darnos patria»

Dos jornadas antes, a Francisco, quien tenía solo 13 años, le quedó claro que aquel domingo iba a morir allí, junto a Fernando, Juan, Agustín, De la Barrera y Vicente, niños también, y compañeros en la academia militar que los iniciaba como aprendices de armas

Autor: José Llamos Camejo | internet@granma.cu

Foto: ilustración tomada de facebook

Dos jornadas antes, a Francisco, quien tenía solo 13 años, le quedó claro que aquel domingo iba a morir allí, junto a Fernando, Juan, Agustín, De la Barrera y Vicente, niños también, y compañeros en la academia militar que los iniciaba como aprendices de armas.

Abandonar el castillo para esquivar la muerte fue la orden expresa, dirigida a los niños y adolescentes, en cuyos pechos flameaba, acaso, un motivo.

Tal vez por eso no la acataron, pese a la certeza de que permanecer allí les negaría toda opción de sobrevivir. 

En la madrugada siguiente, 13 de septiembre de 1847, en plena marcha el zarpazo con que Estados Unidos le arrebató a México 2 000 000 de kilómetros cuadrados –la mitad de sus tierras, y las más ricas–, la demoledora artillería gringa abrió fuego contra Chapultepec.

A tiros recibieron los cadetes al invasor, sin reparar en las ventajas de este en cuanto a poder, cantidad y alcance de sus armas, ni en que, por cada mozalbete aferrado al rifle tras los muros de la instalación, avanzaba una multitud de matones.

Dicen que, en el fragor del combate, y ante la entrada inminente de los invasores, Juan Escutia, de 20 años, el mayor de los seis cadetes, envuelto en la bandera de su país, se arrojó al precipicio, en un intento por evitar que la enseña patria cayera en las manos gringas; su cuerpo apareció después, más abajo en el cerro.

Agustín Melgar resistió la embestida durante casi 20 horas, aislado en su posición; cuando se le agotaron las municiones le echó mano a su bayoneta y peleó cuerpo a cuerpo; lo ultimaron unos balazos. Vicente Suárez, de 14 años, expiró en similar circunstancia, en una escalera.

Por la espalda asesinaron a Montes de Oca. Y el menor de todos, Francisco Márquez (de 13 años), antes de caer acribillado, le respondió con plomos a sus enemigos, que le exigían rendición.

La barbarie asesinó a la inocencia aquel día, pero al coraje y al ejemplo no los pudo matar.

Cuentan que, en octubre de 1955, Fidel y su expedición buscaron el obelisco a los niños héroes de Chapultepec, y al pie del monumento juraron volver a Cuba con la victoria o la muerte.

Aquellos niños pertenecen a México y a Latinoamérica, valoró Fidel: «cayeron luchando contra un imperialismo que ha puesto sobre toda la América sus garras».

Como del continente suena también la expresión de otro mexicano: «los niños héroes de Chapultepec afrontaron la muerte para darnos patria».

El acoso a la solidaridad es expresión de cobardía e impotencia

Criminalizar la solidaridad hacia Cuba ha sido uno de los propósitos de la política exterior de Estados Unidos, para intimidar y denigrar la imagen de quienes la practican, a fin de frenar el aumento de los simpatizantes de la Revolución Cubana

Autor: Nuria Barbosa León | internet@granma.cu

Encuentro Internacional de Solidaridad con Cuba visitan a municipio de Regla.
A pesar de la persecución del gobierno estadounidense aumentan los que se oponen a la política genocida contra Cuba. Foto: Ismael Batista Ramírez

Criminalizar la solidaridad hacia Cuba ha sido uno de los propósitos de la política exterior de Estados Unidos, para intimidar y denigrar la imagen de quienes la practican, a fin de frenar el aumento de los simpatizantes de la Revolución Cubana.

Gloria La Riva, coordinadora del Comité de Solidaridad con Cuba y Venezuela en EE. UU., explicó recientemente en La Habana cómo un grupo de jóvenes estadounidenses que asistió a las celebraciones en Cienfuegos por el 26 de julio, a su regreso fue detenido por varias horas en el aeropuerto, por las autoridades migratorias. Allí les realizaron preguntas absurdas y les retuvieron los teléfonos móviles.

Considera que este tipo de actuación responde a la política de persecución aplicada por la actual presidencia de Estados Unidos, para complacer a la mafia cubanoamericana, en especial al senador Marco Rubio y a otras figuras de la derecha, quienes mantienen una presión constante sobre el mandatario Joe Biden.

Una denuncia similar hizo Gail Walker, directora ejecutiva de la Fundación Interreligiosa por la Organización Comunitaria (IFCO), a la cual pertenece la Caravana Pastores por la Paz, al asegurar que en sus oficinas se reciben con frecuencia mensajes con amenazas y frases de odio para infundir temor.

En otros años también trataron de impedir el envío de donativos a Cuba, ya sea poniendo obstáculos con las licencias migratorias o reteniendo algún objeto en el paso por las fronteras de México, todo lo cual suma evidencias del ejercicio de una política agresiva contra la solidaridad.

El líder del proyecto humanitario Puentes de Amor, Carlos Lazo, denunció en las redes sociales que también ha recibido amenazas de muerte por parte de personas opuestas a sus acciones de exigir el fin del bloqueo de Washington contra Cuba.

En su cuenta en Twitter, Lazo escribió: «¡Atención! Lo de Marco Rubio es una nueva cacería de brujas electorera», haciendo referencia a una carta enviada por el senador floridano al Buró Federal de Investigaciones (FBI), en la cual pidió abrir una investigación inmediata por las conocidas asociaciones del grupo con el Gobierno de la isla caribeña.

Este tipo de acoso lo han sufrido, igualmente, los miembros de la edición 31 de la brigada solidaria Juan Rius Rivera, de Puerto Rico, quienes recibieron llamadas telefónicas y visitas de agentes del FBI, para atemorizarlos por su decisión de viajar a Cuba en el mes de julio pasado.

Incrementar las medidas restrictivas contra la Isla, castigar a los miembros de las organizaciones simpatizantes, hacer valer el criterio de que la solidaridad con Cuba es ilegal, impedir la normalización de las relaciones entre los dos países y obstaculizar el normal intercambio entre las personas son algunos de los lamentables saldos de una política que, al proceder de la más grande potencia del planeta contra una ínsula que desconoce y rechaza la arrogancia imperial, no demuestra más que la cobardía y la impotencia del Gobierno del Norte.