En la zona industrial de Matanzas no se deja de luchar. Luego de cada repliegue táctico hay una nueva avanzada, para cavar trincheras que impidan el paso del combustible, para enfriar las superficies, para evaluar daños y riesgos
Una isla que se niega a decir ante la adversidad, «me rindo», que se hace una sola voz de aliento, un abrazo y un «Matanzas, aquí me tienes». Foto: Ricardo López Hevia
En tierra el calor es agobiante, y la tensión también. Cada cual permanece atento a sus tareas y a las voces de mando. El fuego no para, la voluntad de extinguirlo, tampoco. Parece afán de David contra Goliat. Coraje el de los bomberos.
En el aire los helicópteros lanzan sus cargas de agua sobre las llamas, que las tragan, sedientas. Los viajes se repiten una y otra vez. Es cuestión de no cejar. Coraje el de los pilotos.
De nuevo en tierra, un silbato empieza a sonar, corto y seguido. Es la señal del vigilante de escena para salir a toda velocidad; las fuerzas obedecen, pero sin correr, no hay señal de desesperación en los pasos firmes y apurados. Volverán en un rato.
A la vez, otros trabajan en la propulsión del agua, los socorristas permanecen atentos a las lesiones propias de una labor tan extrema, los jefes indican y controlan desde el epicentro del desastre. Coraje el de esos hombres y mujeres.
En la zona industrial de Matanzas no se deja de luchar. Luego de cada repliegue táctico hay una nueva avanzada, para cavar trincheras que impidan el paso del combustible, para enfriar las superficies, para evaluar daños y riesgos.
Del otro lado de la bahía el pecho se encoge ante cada nueva explosión, y se piensa enseguida en qué sentirán los que están ahí, de frente al incendio, si desde lejos se puede llegar a experimentar tanto miedo. Coraje el suyo, es toda la respuesta.
Matanzas y su gente resiste, a pesar de las pocas horas de sueño, a pesar del lógico nerviosismo que supone un siniestro en curso y de la columna de humo que se cierne como oscura amenaza.
Coraje el de quienes, sobreponiéndose a todo ello, ofrecen sus casas y sus medios de transporte, su sangre y su comida, sus brazos y sus saberes.
Coraje el de las familias que en otras partes de Cuba saben a los suyos en combate cuerpo a cuerpo con las llamas, y coraje el de los venezolanos y mexicanos que andan también frente a ellas.
Coraje el de las autoridades que no desfallecen, y que en estas jornadas aciagas han recibido también quemaduras y lesiones, que tampoco han podido descansar, con el significativo peso adicional de la responsabilidad.
Coraje, en fin, el de la Isla, que se niega a decir ante la adversidad, «me rindo», que se hace una sola voz de aliento, un abrazo y un «Matanzas, aquí me tienes». David venció a Goliat. No seremos menos.
El cuerpo de bomberos trabaja sin descanso. Foto: Revista Bohemia.
No es el “karma”, ni la mano de Dios (con disculpa de los religiosos, que mucho están orando por el bien de la nacion), ni los shakras, ni la ubicación de los astros, ni la constelación que rige, ni una maldición. Fue un accidente provocado por un fenómeno natural.
No está “salao”. No tiene nada que ver con él. La única fatalidad que tenemos es la de estar a 90 millas de una superpotencia abusiva y hostil que desea dominarnos. Si no fuera por esto y tuviésemos un desarrollo económico como el de un pueblo que no estuviese bloqueado, todos los reveses vividos se sortearían de manera menos traumática, a pesar del dolor tan grande que siempre supondrá la pérdida de vidas humanas. No significarían en el plano económico, la afectación tan grande que significa cualquier desastre para una economía tan dañada.
No tiene “osogbo”. Está al pie del cañón poniendo el pecho a las balas siempre que hace falta, sin ápice de desmoralización. Hay que ver cuántos «sabelotodo», críticos del Washington Post, Sherlock Holmes caribeños, estadistas improvisados y etcs hubiesen hecho lo mismo en semejantes circunstancias.
El Gobierno no tiene un plan macabro para exterminar el país, no es un negligente irresponsable que no le importa cuántos cubanos mueran. No anda ocultando la bola sobre las causas de los siniestros. Lo que todos vemos es que se ocupa a brazo partido de dar la cara ante los problemas y hasta encontrar soluciones no para.
Los desastres no son muestra de que el sistema no da más. Ponen en evidencia su resiliencia. Habría que ver cuantas naciones del mundo aguantarían un bloqueo de Estados Unidos, no 63 años, una semana, sin colapsar y, además, sobreponerse a todas los trágicos eventos por los que ha atravesado el país en los últimos tiempos.
No se perdió la mística ni la épica de la Revolución cubana. Ni hay que fabricarlas de manera forzada. Épica y mística nacen orgánicamente del pueblo, como un gesto dramático pero auténtico y sin alarde, justificado por las circunstancias, cada vez que Cuba lo necesita, como siempre ha sido.
El pueblo de Cuba es heroico en su devenir colectivo y ha sido y seguirá siendo el protagonista principal de los momentos más trascendentes de nuestra historia y en el marco de ese esfuerzo colectivo nacen héroes entre los mejores de sus hijos que pueden ser de cualquier barrio, profesión, edad…
La unidad se produce por y se encarna en todos los buenos hijos de la nación en situaciones concretas, para salvar la patria. Y justamente es más fuerte cuando a nadie se le ocurre caer en individualismos. Ojalá ese sentido de lo que es útil y de lo que sobra nos guiara siempre.
La juventud no está perdida. Hay jóvenes, tanto entre los que se quedaron como entre los que se fueron, que se han desentendido del presente de la nación, pero hay otros, dentro y fuera de Cuba, capaces de arriesgar la vida por ella.
México y Venezuela han dado una muestra estremecedora de valor y solidaridad. No merecen menos que nuestro amor.
A Cuba la amamos mucho sus hijos, pero también muchas personas, colectivos, movimientos y naciones alrededor del mundo. ¡Cuba no está sola!
Mientras haya fuego se redoblarán los esfuerzos. Foto: Tomada del perfil de Facebook de la autora.
¿Cómo le decimos a una madre que su hijo desaparecido es un héroe? ¿Cómo miramos a los ojos de una madre rota y le aseguramos que su dolor también nos duele?
¿Cómo contarle al padre que llora con el desconsuelo de un niño que su hijo es también nuestro, y que lo amamos? ¿Cómo no pensar en el hijo propio y sentir que falta el aire? ¿Cómo no conmoverse hasta el malestar físico? ¿Cómo contar la tragedia?
Hay tanto de manido en asegurar que no alcanzan las palabras, pero en el Hotel Velasco de la ciudad de Matanzas, en su lobby, frente a esos casi 30 familiares que esperan, se cierra la garganta, se apagan las cámaras, caen los bolígrafos.
Si terribles son los sollozos del desespero, los lamentos, más desoladores son los rostros impasibles por donde ruedan lágrimas silenciosas, madres que no hablan, que no preguntan, que solo aguardan.
«¿Por qué él?» puede ser la pregunta más desgarradora de hacer y de escuchar. Uno de esos hijos iba a estudiar Medicina y la madre nunca menciona su nombre, solo dice «mi niño».
Aunque también se haya repetido mucho, hay dolores para los que no existe consuelo y que tampoco el tiempo cura; tristezas frente a las cuales solo queda el acompañamiento respetuoso y solemne.
Se precisa mucha entereza para no derrumbarse frente a quienes viven el peor momento de sus vidas, aquellos que esperan minuto a minuto que les llegue un hallazgo, que ansían y temen por igual una identificación, un cierre.
Digna de admirar es la fuerza de las autoridades que llegan hasta ellos para actualizarlos sobre la situación en la zona del desastre, para ofrecer explicaciones, para escuchar todos los cuestionamientos; con el rostro crispado, con los ojos rojos, con el deber de mantener una serenidad bajo la cual –se adivina en sus gestos y voces– nada hay de indiferencia.
¿Cómo escribirles a esa madre y a ese padre que su hijo pertenece ya a la Isla toda, que no es retórica, que hemos llorado por él en público, obviando toda la objetividad del oficio?
Nada significan para ellos nuestras palabras, es natural que así sea, no habrá alivio; y aun así el hijo ajeno nos acompañará toda la vida, el rostro que no conocemos, el pelo que no acariciamos, los sueños que no supimos. El hijo es también de Cuba. La espera es compartida.
En tiempos de tempestades, cuando el zapato aprieta, emergen los mejores y peores atributos del ser humano. Prefiero hablar de lo más positivo, que enaltece y nos hace más humanos.
También me gustaría dejar ¨atrapados¨ en el recuerdo las mejores fotografías de acciones que nos perpetúan como personas solidarias y colaborativas.
He apreciado a jóvenes, adultos y otros sin distinción de sexo ofrecerles el asiento en el ómnibus a otros que lo necesitan, me he alegrado cuando alguien de forma natural toma de la mano a un anciano o anciana para ayudarles a cruzar la calle, iguamente emocionado ante ejemplos publicados en las redes en los que sin conocerse, algunos han acudido en socorro de otros hasta ofrecerles un trago de café que no es lo que sobra en estos tiempos pero se comparte de corazón.
Son pequeños ejemplos, simples, cotidianos, que ofrecen color a la vida, la hace diferente y más llevadera, que actúan como ¨amuletos¨ de resistencia y esperanza en el orden espiritual para ratificarnos que la solidaridad y el sentido humano de quienes habitamos este gran archipiélago está latiendo fuerte en el corazón de muchos, frente al mal ejemplo de otros que se llenan de egoísmo pensando que solo lo material es lo único que vale en esta vida.
Es lo que verdaderamente nos salva, el amor por los demás, que significa también amarnos a nosotros mismos para poder acumular fuerzas y caminos insospechados emprender cada día desde nuestras familias y con el apoyo de vecinos, amigos y otros seres queridos.
¿Quién dijo que en materia de solidaridad y humanismo todo está perdido? Solo quienes tienen esa capacidad infinita de asirse a lo mejor de ellos mismos en tiempos difíciles, logran mirar con mente positiva el presente para comenzar a labrar futuros.
Solo aquellos que ven en el bien colectivo también su realización personal son capaces de entender cada minuto de resistencia frente a las adversidades, solo los bienaventurados que ofrecen sin pedir nada a cambio compartiendo simplemente lo que tienen, logran llenar esos vacíos espirituales que solo los puede mover el amor.
Son tiempos difíciles, complejos, donde las almas deben llenarse de confianza, amor y luchar cada día por el mejoramiento humano que es posible.
Tenemos muchas razones, porque la sociedad donde vivimos no está diseñada para ejercer actitudes individualistas ni huérfanas de solidaridad. Al contrario, la vida lo demuestra y ratifica en ejemplos grandes y más pequeños. Cuando el zapato ¨aprieta¨ u otros necesitan ser socorridos no hay que decir, ni convocar a nadie, de manera espontánea ese bichito que llevamos dentro se activa para tenderle la mano a quienes lo necesitan.
Son tiempos de amar, y sobre todo de ayudarnos en la construcción del bien común.
El 5 de agosto de 1994 Fidel no lo dudó y salió a la calle con el único chaleco antibalas que siempre usó: su vergüenza, su moral, y la confianza en que el mismo pueblo que hizo con sus manos la Revolución no sería capaz de destruirla
La fuerza moral de Fidel se impuso en los disturbios del 5 de agosto de 1994. Foto: Archivo de Granma
Esas coincidencias son, para algunos, dignas de recordar; pero, para otros, constituyen sinónimo de la vergüenza que arrastran quienes, erróneamente, piensan que los muros de mentiras pueden protegerlos del descalabro.
En la prolífica historia de Cuba existen no pocos de esos instantes que, vale decirlo, tienen sobre todas las cosas algo en común, la fuerza de este pueblo y de aquellos que elige como sus líderes, y la disposición siempre latente de defender a la Patria y de cerrar el paso a la injerencia y el intervencionismo.
Son esas las razones por las que, de manera casi espontánea, cuando el 11 de julio de 2021 la violencia, azuzada por una cruenta campaña mediática e ideológica, pretendió robarnos la tranquilidad y desestabilizar al país, cuando los revolucionarios se dispusieron a hacerle frente a la turba, y cuando el Presidente salió a caminar entre su pueblo y apeló a la conciencia de este para defender el país, muchos no dudaron en afirmar: tal parece que vivimos otro 5 de agosto.
Porque aquel día de 1994, que quedó para siempre en la memoria popular, se conjugaron los mismos factores: incitación al desorden, a atacar las instituciones del Estado, a cometer actos vandálicos, y financiamiento a elementos contrarrevolucionarios para que se colocaran al centro de los disturbios cuyo fin, lógicamente, era echar por tierra la Revolución.
La situación del país resultaba crítica. El derrumbe del campo socialista fue un duro golpe para la economía cubana, y la sociedad en su conjunto afrontaba desde la falta de transporte público hasta la dificultad para llevar alimentos a la mesa. Todo ello, que de forma innegable generaba estrés, descontento, preocupación, creó lo que nuestros enemigos identificaron como un clima propicio para ejercer presión ideológica contra el pueblo, y así lo hicieron.
Esa actitud oportunista, sinceramente, no sorprendió a nadie, y mucho menos a ese brillante ideólogo, inigualable político e irrepetible líder llamado Fidel Castro Ruz. Por eso, cuando la situación se complejizó aquel quinto día de agosto, no lo dudó y salió a la calle con el único chaleco antibalas que siempre usó: su vergüenza, su moral, y la confianza en que el mismo pueblo que hizo con sus manos la Revolución no sería capaz de destruirla.
La madurez de ese pueblo, su respeto por el hombre que hizo realidad los sueños de Martí, y la seguridad de que quienes se presentaban como tabla de salvación eran, por el contrario, la ola furiosa dispuesta a ahogarnos, una vez más le dieron la razón.
Aquel día, mientras el pueblo coreaba «¡Fidel! ¡Fidel!», se apagaban las esperanzas de aquellos que, con ingenua seguridad, anunciaron «el fin».
Díaz-Canel estuvo el 11 de julio en las calles cubanas, como parte de la ciudadanía que se movilizó para preservar la paz y la tranquilidad. Foto: Estudios Revolución
VEINTISIETE AÑOS DESPUÉS, LA MISMA SÓRDIDA ESTRATEGIA
El mundo, sin exagerar, se debatía para hacer la diferencia entre la vida y la muerte, y este país no fue la excepción. Todos los recursos disponibles, todos, fueron puestos a disposición de ese empeño. La propia pandemia generó, como era de esperarse, mucha tensión en la economía y, por si fuera poco, más de 200 medidas pensadas con toda intención para asfixiarnos, y otra vuelta de tuerca al bloqueo, hicieron el panorama mucho más complejo de lo que debería haber sido.
Nuestros enemigos, con su «profundo sentido humanista», rápidamente entraron en escena, y «preocupados» por el pueblo cubano (al que negaron oxígeno medicinal para hacer frente a la enfermedad), se dieron a la tarea de abrir los ojos de los cubanos, demostrando que la «cruel dictadura» no era capaz de responder a las necesidades del pueblo.
Otra vez aprovecharon, de la manera más ruin, la dureza de un momento histórico. Se parapetaron tras su muy bien pagada maquinaria mediática, movieron a sus títeres asalariados dentro del país, acrecentaron el llamado a la violencia y utilizaron a su favor, otra vez, las carencias materiales y necesidades, en función de crear un clima de desconfianza y pesimismo.
El resultado fue un 11 de julio, al que, con el descaro que los caracteriza, pusieron el nombre de «estallido social espontáneo en contra del régimen», a sabiendas de que se trataba de un fruto más de su estrategia de golpe suave.
Otra vez marcaron el final, lo habían orquestado todo de forma tan minuciosa, habían invertido tanto que no podía ser de otra manera; tal vez hasta pensaron que sin la presencia física de Fidel, no habría quien revirtiera la situación, y se sentaron a esperar.
Pero para los cubanos existen dos verdades contundentes: la primera es que hace mucho que Fidel es todo un pueblo, y la segunda tiene un nombre: continuidad. Ese día otro líder, hijo de otro momento histórico, pero con mucha fuerza moral también, llamó a los revolucionarios a defender la Patria, y los patriotas respondieron al llamado. Y también él salió a la calle, y lo hizo a pecho descubierto, y se rodeó de pueblo, y llamó a la paz.
Rápidamente, como aquel 5 de agosto, la nobleza y valentía popular hablaron más alto, y la violencia no tuvo más remedio que replegarse ante la firme decisión de proteger la tranquilidad del país.
LAS VERDADES QUE NO PUEDEN OCULTARSE
Si en este país no se pusiera primero al ser humano, sería mucho más sencillo «impulsar» la economía. Se harían inmensos recortes de presupuesto a programas sociales, habría despidos masivos, se eliminarían prestaciones de la seguridad social y, probablemente, la recuperación económica, desde la frialdad de indicadores y números, se vería en un corto plazo.
Así funciona el capitalismo, así ha sobrevivido por siglos el sistema que nos quieren imponer. Dentro de él, las personas no son más que fichas que, como en el ajedrez, se utilizan dependiendo del momento y, de ser necesario, se sacrifican sin miramientos.
Bajo ese, su principio básico, se resisten a creer que aun con su brutal y enfermizo cerco económico de por medio, nuestro Estado siga eligiendo siempre al ser humano por encima de todo, siga sosteniendo la máxima de llegar a cada persona que lo necesite; lo cual, es cierto, no resulta fácil, pero es decisión irrenunciable.
Si nos dejaran hacer, si tuvieran el valor de levantar el bloqueo, la historia sería otra.
Más allá de que se difundan matrices de opinión contrarias y falsas, la mayoría de los cubanos ama a su país, aun si vive fuera de él. Económicos, en mucha mayor medida que políticos, han sido los motivos de muchos hijos de esta Isla para emigrar, aunque se manipule tal verdad.
Ha sido este, sin lugar a duda, uno de los aspectos que forma parte de la agenda de medios y voceros anticubanos, que presentan el tema como «el caos que vive el pueblo cubano para escapar de un sangriento régimen».
Sin embargo, no hablan de sus engendros de leyes para incitar la migración ilegal, de su negativa a respetar y hacer cumplir los acuerdos migratorios rubricados entre ambas naciones, de otorgar cada año las visas que corresponden, ni de cómo entorpecen el derecho de las personas a emigrar de forma segura y ordenada.
Esa es otra realidad que se sostiene en el tiempo, que se manifestaba en aquel agosto de 1994, que se manifiesta hoy y que, al parecer, no dejará de existir, porque les implicaría quedarse sin uno de sus argumentos favoritos para sostener el ataque perenne contra nuestro país.
CUBA SIGUE AQUÍ
Si algo han hecho cientos de veces los enemigos de la Revolución es ponerle fechas para el fin. Cada vez que orquestan una nueva maniobra, dan por hecho el «ahora sí», y a veces parece que en verdad se lo creen.
Lo que no comprenden es que este pueblo no negocia principios, no renuncia, no se cansa, no cede si siente su soberanía amenazada.
Por eso, cada vez que intenta repetir sus estrategias de golpe, reviven el fracaso, se les recuerda la estirpe cubana, se les hace saber que los principios y la moral no se negocian, porque son un baluarte fundamental de esta nación.
Ni 5 de agosto, ni 11 de julio, a la Revolución le queda toda la vida que sus hijos sean capaces de darle. Lo que para ellos es un posible fin, para las cubanas y los cubanos incansables, necios y patriotas hasta los tuétanos, será siempre un nuevo comienzo.
La amarga experiencia vivida por jóvenes trabajadoras hizo que en la sociedad estadounidense se hicieran rectificaciones en la forma de enfocar la radioactividad y la seguridad laboral
La única medida de seguridad que tuvieron estas mujeres era la negativa de ingerir alimentos en el área de trabajo. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 30/07/2022 | 10:27 pm
A inicios del siglo pasado se vivió un frenesí tras el descubrimiento del radio, en diciembre de 1898, por los esposos Curie. En aquellos tiempos dicho material llegó a ser catalogado como «el elemento químico del momento» que sedujo a los científicos por sus peculiaridades fisicoquímicas.
Surgieron los empresarios resueltos a lucrar a costa de la radioactividad y sin contemplar los riesgos. Por eso no es de extrañar cómo el radio era avistado como algo a lo cual se atribuían propiedades rejuvenecedoras, energizantes y hasta curativas.
Entre los productos que entonces podían contener radio estaban las pastas dentífricas, algunos alimentos, bebidas (energéticas), juguetes y hasta ropa. En medio de esa «furia por el radio» nació en Estados Unidos una corporación muy vinculada desde sus inicios con el Departamento de Defensa: la United States Radium Corporation (USRC). Esta poderosa compañía comercializó una pintura fluorescente que contenía radio, usada en relojes que podían verse claramente en la noche.
Estos mecanismos eran muy demandados por el ejército durante la Primera Guerra Mundial porque los soldados podían consultar la hora en la oscuridad. Más tarde, en la vida civil, se hizo popular ese tipo de pintura en números de casas, interruptores eléctricos y hasta ojos fluorescentes para juguetes.
En la fábrica de relojes luminiscentes
Las agujas y números de las esferas de los relojes luminiscentes eran pintados a mano por mujeres muy jóvenes. En ese proceso se usaban pinceles hechos con pelo de camello. Todo indica que como resultado de la radioactividad emitida por la pintura, las cerdas se abrían y se dañaban después de unos pocos trazos.
Para no perder tiempo ni material, los patrones exigían hacer una rutina a quienes luego serían las llamadas Chicas del radio: mojar las cerdas del pincel con los labios o la lengua, chupar para afilar la punta y pintar.
Este rito se hacía una o dos veces con cada reloj que pintaban, y se ha estimado que una sola trabajadora podía pintar al día hasta cerca de 200 esferas de relojes.
Al culminar cada jornada aquellas mujeres fulguraban en la noche: la piel, cabellos, uñas, labios y dientes quedaban cargados de radio. Ellas nunca tuvieron evaluaciones médicas, y la única medida de seguridad que tenían era la prohibición de ingerir alimentos en el área de trabajo.
Los dueños y científicos de la compañía, sin embargo, sí concebían para ellos medidas para reducir la exposición al radio mediante el empleo de máscaras, guantes, pinzas, tenazas y pantallas de plomo.
Aparece una enfermedad
A partir de 1922 comenzaron a surgir los primeros casos de daños asociados al radio contenido en la pintura de los relojes luminiscentes. Uno de esos fue el de una trabajadora de New Jersey llamada Grace Fryer.
Grace Fryer.
Aun siendo joven, Grace empezó a perder sus dientes sin razón aparente, y las heridas que quedaban en las encías nunca cicatrizaron. En otro momento, la mandíbula se desintegró con tan solo ser tocada por el médico.
En otros casos se reportaron, además, marcada anemia, afección en las caderas, acortamiento de las piernas y diferentes tipos de tumores malignos.
Los estudios de aquellas pacientes donde el mal no se detenía hasta terminar en la muerte, reveló un punto en común: todas trabajaron en la citada fábrica de relojes de la USRC, en Orange, Nueva Jersey.
De inmediato la compañía —que poseía sólidos vínculos con el Gobierno norteamericano— objetó, encubrió y menospreció los hechos. Crecieron las muertes de jóvenes obreras y los abogados de la compañía se escudaban en disquisiciones inconsistentes que incluyeron la infección por sífilis: así se procuraba dañar la reputación de las víctimas.
Por las coacciones de los gerentes de la USRC, Grace Fryer tardó dos años en hallar un abogado dispuesto a desafiar el poder de la compañía. Ella, junto a cuatro mujeres, desplegó su demanda con evidencias médicas contundentes.
El caso de las Chicas del radio captó la atención pública y se consiguió celebrar una causa contra la USRC. Pero la situación era crítica para aquellas mujeres con un pronóstico de vida muy corto, y los involucrados aceptaron un acuerdo extrajudicial: diez mil dólares para cada mujer, cubrir los gastos médicos, y un pago anual de 600 dólares durante el resto de las vidas de las enfermas.
En algunos casos la indemnización apenas cubrió el funeral. Pocas mujeres, además, lograron sobrevivir más de dos años después del acuerdo, por lo que raras veces llegaron a ver el dinero de la indemnización.
Las Chicas del radio pasaron a formar parte de los primeros anales estadounidenses de intoxicación industrial. El material radiactivo acumulado en los restos de Grace Fryer aún provoca elevados registros de radiación en los alrededores de su tumba.
Estos hechos marcaron un precedente en EE. UU. durante la lucha de los obreros por sus derechos, sobre todo en la percepción de una sociedad que hasta ese momento solo había distinguido propiedades prodigiosas del radio.
Los enemigos de la Revolución cubana y sus lacayos se empeñan en hacer ver ante el mundo un país en ruinas, ingobernable, y un pueblo desesperado, con el objetivo de demostrar la inviabilidad del Socialismo.
Nuestro presidente, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, fue enfático y preciso en la clausura del Acto Central en ocasión del Aniversario 69 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes:
“EL SOCIALISMO NO PUEDE SEGUIR SIENDO DIFAMADO EN NOMBRE DE LA LIBERTAD, MIENTRAS SE LE CIERRAN TODAS LAS PUERTAS PARA EL COMERCIO, LAS FINANZAS, LOS NEGOCIOS A LOS PAÍSES QUE LO INTENTAMOS”.
El bloqueo económico, comercial y financiero, la rabiosa persecución en que se ha convertido la política del poderoso imperio contra una pequeña nación es, ahora mismo, la mejor prueba de que sí funciona el socialismo, porque incluso bajo el fuego que significa estar bloqueados, hemos levantado una obra de justicia social que nos coloca al nivel de los países más avanzados en indicadores claves del desarrollo humano, como la mortalidad infantil, la esperanza de vida, el acceso a la salud, la educación, la cultura y el deporte, así como los niveles de seguridad y protección ciudadanas.
Por mucho que se ilustre a través de los medios de comunicación cubanos la realidad del país, no es lo mismo que palparla con tus propios ojos. Esa posibilidad la tengo ahora, cuando disfruto de merecidas vacaciones. Recorrí por carretera 10 de las provincias cubanas. Ello me permitió tener una visión panorámica general de lo que acontece en el país, contrario a los macabros esfuerzos de los odiadores.
Lo más significativo resultó el grado de tranquilidad y normalidad que prevalece en todos los territorios. Quizás se notaba mayor jolgorio en territorios rurales de Cienfuegos, por la repercusión de la designación como provincia sede del acto central por el 26 de julio, y en Camagüey, por el diario paseo en horas de la tarde – noche de alguna conga camagüeyana, con su contagioso ritmo.
En todos los casos sobresalen iniciativas locales, pero también el reflejo de las diversas ofertas surgidas, a partir de las carencias que impone el bloqueo. En la ciudad de Camagüey sobresale la vida urbana, incluso en días feriados y de descanso, con todos los centros gastronómicos funcionando, subordinados y atendidos por el gobierno local, aplicando nuevas formas de gestión, pero sin pasar a formas privadas. Allí prevalece la estética, el buen gusto, la calidad, tanto en la oferta como en el servicio, con precios asequibles a la población, muy por debajo de los de establecimientos particulares.
No han concluido las vacaciones, pero estos días me permiten afirmar, sin temor a dudas, que una vez más saldremos adelante, disfrutando la dicha vivir en un país libre como Cuba.
La guerra psicológica desplegada contra Cuba por el gobierno de Estados Unidos se inició en 1959 y lejos de decaer en el tiempo se incrementó con la aparición de Internet, para fomentar una corriente ideológica dentro de la Isla contraria al socialismo. Por esa razón, la guerra económica, comercial y financiera se recrudece a pesar del rechazo mundial.
El objetivo expuesto en sus múltiples documentos desclasificados, es lograr que el pueblo culpe de sus escaseces al sistema socialista, se desencante y desaliente, al no percibir mejorías económicas.
Un documento de la CIA, desclasificado y publicado en junio de 2001, referente al análisis de la situación cubana en los inicios de los años 90 del siglo XX, refleja los propósitos que se proponen los yanquis con el mantenimiento de esa cruel y despiadada guerra económica, que tal parecen escritos en el 2022, pues en aquel documento sus analistas decían:
“EXISTE UNA OPORTUNIDAD MEJOR QUE NUNCA, PARA QUE EL GOBIERNO DE FIDEL CASTRO CAIGA DENTRO LOS PRÓXIMOS POCOS AÑOS…CUANDO LAS CONDICIONES EN LA ISLA SE DETERIOREN MÁS, ES MÁS PROBABLE QUE LOS INCIDENTES VIOLENTOS SE EXTIENDAN POR LA CRECIENTE FRUSTRACIÓN SOBRE LOS CORTES EN LA ELECTRICIDAD, LOS PROBLEMAS DEL TRANSPORTE Y LOS ALIMENTOS”.
“SI ESTADOS UNIDOS LEVANTARA EL EMBARGO, UNILATERALMENTE O COMO RESULTADO DE NEGOCIACIONES, CUBA SE BENEFICIARÍA NOTABLEMENTE…LOS BENEFICIOS PROBABLEMENTE GENERARÍAN UN CRECIMIENTO ECONÓMICO MÍNIMO, PERO ALIVIARÍAN MUCHAS DE LAS PEORES CARENCIAS Y OTRAS PRESIONES QUE ENFRENTA EL RÉGIMEN”.
30 años después de aquel análisis, los cubanos continúan resistiendo pues saben perfectamente lo que pueden perder, al constatar las protestas actuales en Ecuador, Colombia, Panamá y otros países del mundo capitalista, para reclamar un sistema de salud y educación gratuitos, empleo, igualdad de las mujeres con los hombres en cuanto salarios y oportunidades laborales, cese de la discriminación racial y de género, rebaja del precio de la gasolina, del transporte público y otros más, que los cubanos tienen gracias al socialismo que Estados Unidos quiere satanizar.
La matriz de opinión que Estados Unidos y sus aliados imponen contra Cuba es brutal y se comprueba con solo leer lo que publica la CNN, donde mantienen diariamente desde hace un año, imágenes del 11 de julio 2021, con 12 artículos referente a esos sucesos con informaciones tergiversadas, algo que no hacen con las verdaderas protestas del pueblo colombiano, la represión de que fueron víctimas y las decenas de muertos causados por las fuerzas policiales, más los centenares de detenidos.
Tampoco la CNN mantienen fotos ni información de los 18 días de manifestaciones en Ecuador, contra las malas prácticas del gobierno actual y la brutal represión que sufrió ese pueblo, ni dice una sola palabra de las cuentas bancarias del presidente en paraísos fiscales y la amplia corrupción que se vive desde el gobierno de Lenin Moreno.
Respecto a las actuales protestas masivas en Panamá, que duran más de una semana, el tratamiento es diametralmente opuesto a lo que hacen contra Cuba por un solo día de protestas y actos vandálicos estimulados desde Estados Unidos, con amplio financiamiento entregado por la USAID y la NED, unido al accionar subversivo de la embajada yanqui en La Habana.
¿Por qué esas organizaciones pantallas de la CIA no financian a los indígenas en Ecuador, los sindicatos de Colombia y Panamá, u ofrecen becas para formar líderes comunitarios entre los jóvenes para que reclamen sus derechos?
Un simple vistazo a lo hacen los yanquis contra Cuba a través de Internet, permite conocer su empeño en ofrecer una imagen irreal de la Revolución, mediante la subversión política e ideológica, como parte de la doctrina de guerra no convencional desarrollada por el gobierno de Estados Unidos, de conjunto con sus servicios especiales.
Ese accionar pretende provocar el reblandecimiento del carácter y la capacidad de resistencia del pueblo cubano, imponer los valores y símbolos yanquis, e incluso modificar la historia de Cuba.
En el 2011, a solicitud del senador republicano Richard Lugar, del Comité de Relaciones Exteriores de Senado, Carl Meacham, encargado de América Latina en el equipo de dicho senador y actualmente director del Americas Program en el think tank estadounidense CSIS (Center for Strategic and International Studies) se reunió con personal del Departamento de Estado, altos diplomáticos extranjeros y funcionarios de la industria, para investigar cómo los medios sociales y la tecnología podían utilizarse en promover y fortalecer la “democracia” en América Latina.
El informe de Meacham, reconoce las acciones y planes subversivos que acomete el gobierno de Estados Unidos contra Cuba, al señalar:
“EL DEPARTAMENTO DE ESTADO HA ENTRENADO A PERIODISTAS EN VARIOS PAÍSES, PARA QUE AUMENTEN SU CAPACIDAD DE DISEMINAR RÁPIDAMENTE LA INFORMACIÓN PRECISA SOBRE ACONTECIMIENTOS Y ASUNTOS IMPORTANTES. SE HAN INVERTIDO GRANDES ESFUERZOS EN CUBA, EL ÚNICO PAÍS QUE EN ESTOS MOMENTOS CENSURA ACTIVAMENTE EL CONTENIDO DE LA POLÍTICA DE ESTADOS UNIDOS”.
“…NUESTRO EQUIPO REPARÓ EN EL CRECIENTE INTERÉS QUE TIENEN LOS FUNCIONARIOS DEL DEPARTAMENTO DE ESTADO, EN INCREMENTAR LAS CAPACIDADES BÁSICAS DE COMPUTACIÓN Y ALFABETIZACIÓN DEL PUEBLO CUBANO, COMO MEDIO DE FACULTARLO PARA LLEVAR A CABO CAMBIOS POSITIVOS EN SU PROPIA SOCIEDAD.”
El Senador Marco Rubio aseguró en el 2012:
“EL SISTEMA TOTALITARIO CUBANO PODRÍA DERRUMBARSE, SI TODOS LOS CUBANOS TUVIERAN LIBRE ACCESO A INTERNET, PUES CUBA SEGUIRÍA LA MISMA SUERTE DE AQUELLOS PAÍSES QUE PASARON LA PRIMAVERA ÁRABE”.
El 23 de enero del 2018 el Departamento de Estado creó el “Grupo Operativo de Internet para la subversión en Cuba”, a fin de alterar el orden interno, siguiendo las directrices planteadas por el presidente Donald Trump, en su memorando presidencial del 16 de junio del 2017.
Ese grupo lo integran representantes del gobierno y entidades “No Gubernamentales” como la USAID, Freedom House, y el Buró de transmisiones hacia Cuba, responsable de Radio y TV Martí.
Lo que les duele es que ninguno de sus pronósticos, ni de los grupos de trabajo creados, han tenido resultados. Cuba sigue en pie resistiendo, a pesar del incremento de la guerra económica e incluso pudo fabricar tres vacunas que han controlado la pandemia de la Covid-19, como ningún país del mundo.
Por eso afirmó José Martí:
“Trincheras de ideas valen más que trinchera de piedras”
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