Carta a un difamador

Por Domingo Pérez

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Soy una persona de pueblo, hijo de gente humilde, de procedencia obrero-campesina. Nací con la Revolución gestada en la Sierra y en las ciudades, bajo la indiscutible y certera guía del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

Tengo plena consciencia de mi papel y lugar en la sociedad: Contribuir, como retribución a lo que se hizo por mí, a la educación de los demás y a defender esta hermosa, colosal obra, al precio que sea necesario.

El costo de ser dignos, libres y soberanos, de cantarle las cuarenta a los enemigos y sus lacayos cuando ha sido necesario, es vivir en un constante acoso, persecución, ataques, medidas y agresiones de todo tipo.

Por eso, me dirijo a ti que te dejas confundir, que crees todo lo negativo que se dice de la tierra donde naciste y de su gente, aunque en la concreta te beneficiaste de los derechos que te dio la Revolución de forma gratuita, con el dinero que aportan todos para el bienestar común y que en otros países van a engrosar las riquezas de una minoría.

Desde que fuiste concebido, velaron por tu salud y la de ella, por tu desarrollo en general. Nunca a tus padres se les exigió un seguro médico para tu atención, porque también es gratuita y con acceso universal para todos los cubanos, sin distinción de raza, sexo, género, edad o credo.

Creciste con naturalidad, con absoluta tranquilidad, seguridad. No viviste con el sobresalto de que alguien llegara con un fusil de asalto y te acribillara a balazos.

Mientras más conocías de lo que pasaba en muchas partes del mundo: masacres, torturas, gases lacrimógenos, chorros de agua, balas de goma, caballos, látigos… aprendiste a amar a ese hombre o mujer, hijo del maestro, del campesino, el obrero, el científico, que día a día combate el delito y defiende ese bien tan preciado que es la tranquilidad ciudadana.

Lo conociste en medio de huracanes, al lanzarse a salvar a una anciana que había quedado atrapada en el sótano de su vivienda, investigando para descubrir al malhechor que se robó el TV de tu aula. Aprendiste a verte todos los días y noches recorriendo el barrio, velando por el bienestar de todos.

Por eso y por muchas cosas más, no resisto y me rebelo cuando difaman la actuación digna, impecable y profesional de las fuerzas del orden cubanas, comparándolas con la escoria y los corruptos que asumen las funciones de preservar el orden en otras latitudes, incluyendo los EE.UU. y la culta Europa.

Por eso no me interesa si te pagan o no por difamar y mentir, como si fueras parte del pueblo que traicionaste. Lo que te trastorna es que en la unidad con el pueblo está la fortaleza de los órganos que en Cuba preservar el orden interior y seguridad de nuestro Estado Socialista, con todos y para el bien de todos. No es casual que Camilo Cienfuegos, el Héroe de Yaguajay, al referirse al Ejército Rebelde lo definió como el pueblo uniformado. Ayer fue así, hoy, también.

Solo un bando, un partido

Por Yoandi González

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Camino por las calles de mi Cuba y aprecio un pueblo unido en busca de la mejor forma de salir adelante de esta situación económica que afecta a todos los países del mundo. Para entender esto no es necesario hablar de política, solo hay que tener dos dedos de frente y ser justos antes de criticar la forma en que vivimos.

¿Nos hemos puesto a pensar cómo llegamos a esta situación? Hasta hace dos años atrás ir a una tienda a comprar productos nunca fue una preocupación. Recuerdo que mi madre se estaba bañando y desde el propio baño decía que se le había acabado el jabón, pues era muy normal ir a comprar otro.

La electricidad solo se iba si existía alguna interrupción eléctrica. Los centros recreativos ofertaban variados alimentos a la población y todos encontrábamos medicamentos en la farmacia. Éramos ricos y no nos dábamos de cuenta.

¿Qué pasó entonces? Creo que todos sabemos la respuesta. El paso de la pandemia por el mundo redujo a gran escala la producción de alimentos. En Cuba aumentó el personal con trabajos interruptos, aunque los salarios fueron pagados en su totalidad. El bloqueo económico que algunos creen que no existe se recrudece cada día más. Todas las materias primas existentes hubo que ponerlas en función de la creación de vacunas. Muchos como yo, como tú, tuvimos que cambiar de labor e ir a centros de aislamientos, a atenderte a ti o a uno de tus familiares.

Otros tuvieron que salir a cuidar colas, para evitar que revendedores y acaparadores hubiesen seguido llenando sus bolsillos a costa de lo que nos toca a todos. Por eso no pienso que existan divisiones en nuestro país. Cada cual desempeña el rol que le corresponde y le pagan por ello, todos bajo un mismo principio y partido.

¿Acaso no calculas cuánta comida que nos podían haber vendido fue necesario enviarla a centros de aislamiento para que tu familia, la mía, la de un vecino o la de un amigo comiera de forma gratuita y garantizara su vida?

¿No recuerdas tampoco cuando te pusiste en el brazo la vacuna gratis echa por los científicos cubanos, esa que lleva la ciencia de Fidel y del pueblo entero?

Yo antes de criticar pienso en todo. Respiro y sigo caminando por las calles, porque además tengo fe en la victoria. Confío en mi presidente, en los dirigentes que tenemos, y doy por seguro que ninguna decisión tomada es injusta. Quien piense eso no ha analizado bien los fundamentos de la gestión gubernamental.

Simplemente soy un cubano agradecido con lo que tengo, que, en lugar de buscarle las manchas al sol, le veo su luz. Seamos agradecidos con lo que tenemos, busquemos solución a los problemas de forma creativa y recuerde que hoy vive gracias a #Cuba. Ah, y algo más, todo lo que sabes se lo debes a Fidel.