Zúñiga va a reunirse con su corte

Por Vero García

No alcanzaría todo el papel del mundo para nombrar a cada uno de los contrarrevolucionarios que se han ido del país a “luchar desde tierras libres”. El rancio olor del oportunismo emana de estas supuestas huidas de “la dictadura”. Endilgarse en el cuello el cartel de opositor parece una valla lumínica, donde desde lejos se lee la palabra VISA.

El padrino por excelencia de los vendepatrias desde 2020 ha sido Timothy Zúñiga-Brown, Encargado de Negocios de la Embajada de Estados Unidos en Cuba. Agarraba por los faldones el mismo discurso obsoleto que viene repitiendo su gobierno desde hace más de medio siglo, siempre con cara de buena gente y gesto paternalista. Hipocresía, ni más, ni menos.

Alimentó a su corte de mercenarios, les dio dinero, apoyo logístico, todo con el fin de acertar el golpe de gracia al Socialismo cubano. Empujó la roca sin descanso, pero solo encontró derrota en la cima de la montaña.

Si tenemos en cuenta simplemente los últimos años, una larga lista de sus discípulos ha dejado la Isla. Denis Solís, Yunior García, Carolina Barrero, Saily González…los dedos de la mano no alcanzan. Y ahora, su jefe los sigue. Aunque no pudiéramos llamarlo ni siquiera así, porque el mismo no es más que el reflejo de las aspiraciones hegemónicas de Washington. No tienen voluntad propia.

Para colmo, Zúñiga-Brown se ha montado en el avión el mismísimo 11 de julio, a un año de la devastadora derrota de sus pretensiones de estallido social en Cuba. Se habrá deprimido, el pobre. Por mucho que intentó, a pesar de los camiones de dinero repartidos, de la bolsa diaria de noticias falsas, no pudo con el pueblo cubano. La Revolución sigue en pie, pero Zúñiga se va.

Al parecer ni siquiera va a alcanzar el estatus de embajador, en el cual su compinche Bob Menéndez tendría gran influencia. No logró ninguna de sus encomiendas. Entonces, no ha de merecer premio alguno. Se apegó fielmente a la retórica de la mafia anticubana, pero ni siquiera así pudo ganarse su favor.

Zúñiga-Brown vuelve a casa con las maletas cargadas de frustración. Quizás no encuentre abrigo ni entre los odiadores de Miami, todavía sedientos de sangre. Solo ha dejado tras sí un rastro de mala reputación y fracaso. Ahora podrá volver a reunirse con los vividores que tanto financió de este lado del mar.

O acaso ni sus propios asalariados lo busquen. Los mercenarios son fieles al dinero, y ahora Zúñiga no ocupa el cargo de mensajero imperialista. Ya los perros estarán ansiosos esperando al nuevo amo. Porque, a fin de cuentas, ellos mismos no son sino emisarios de un odio permanente. Cambia el mandadero, pero la intención persiste.

Otro fracaso más de los yanquis contra Cuba

Por Arthur González

El 11 de julio de 2021 fue otro de los tantos fracasos sufridos por el gobierno de los Estados Unidos y sus servicios especiales, en sus trasnochados sueños de derrocar a la Revolución cubana. El pueblo cubano no permitió que un grupo de delincuentes retrotrajeran al país al pasado neocolonial, frustrando el plan de fabricar una acción similar a la llevada a cabo en Ucrania, donde el vandalismo y las agresiones físicas contra los partidarios del gobierno pagaron con sus vidas.

El intento de repetir las manifestaciones callejeras en noviembre de ese año con el grupúsculo Archipiélago, encabezado por el actor Yúnior García, fue una prueba más de la ausencia de una oposición real en la Isla, a pesar de que desde 1960 pretenden crearla, tal como se refleja en el Programa de Acciones Encubiertas de la CIA de marzo de 1960, cuyo objetivo dice:

“Provocar la sustitución del régimen de Castro por uno que sea más aceptable para los Estados Unidos”.

Para lograrlo se propusieron como primer requisito:

“Crear (entiéndase fabricar) una oposición responsable, activa y unificada”, apoyada por una poderosa ofensiva propagandística en nombre de esa oposición”.

Durante 63 años nada ha cambiado en la política yanqui contra Cuba, no obstante, sus continuos fracasos.

La campaña mediática ejecutada desde el 11 de julio 2021 no ha cesado, con el propósito de hacerle creer al mundo que en la Isla se vive un caos político, algo apoyado de inmediato por el Parlamento Europeo con resoluciones condenatorias al gobierno cubano y en contra de las sanciones jurídicas sobre aquellos que atacaron a la policía, volcaron autos patrulleros, golpearon a los agentes del orden y saquearon centros comerciales, actos vandálicos que los capitalistas no permiten en sus países.

Sin embargo, el silencio y la ausencia de resoluciones de Estados Unidos, la OEA y países europeos para sancionar al gobierno de Ecuador, que reprimió salvajemente al pueblo durante 18 días de pacíficas protestas callejeras, marca la diferencia y la doble moral de aquellos que dicen “preocuparse” por los derechos humanos.

El gobierno de los Estados Unidos nunca aceptó a Fidel Castro, ni al proceso revolucionario, incluso antes del triunfo de 1959, como consta en documentos oficiales ya desclasificados, donde se puede leer: “Tenemos que evitar la victoria de Castro”.

Miles de millones de dólares malgastados no le han servido para destruir a la Revolución cubana y aunque sí para mantener y enriquecer a los que desde Miami se encargan de vivir de la política anticubana.

Los grupos y organizaciones contrarrevolucionarias dentro y fuera de Cuba, solo buscan llenarse los bolsillos de dólares, comprar residencias, autos lujosos, relojes costosos y ropa de marca, a partir del gastado cuento de “luchar por la libertad de la Isla”, como cacarean los miembros de la llamada Brigada de Asalto 2506, derrocados por el pueblo uniformado en menos de 72 horas y cambiados por alimentos y medicinas para niños.

A pesar de tantos descalabros en más de medio siglo, los yanquis mantienen intactos los conceptos que plasmaron en el conocido Proyecto Cuba, aprobado en 1962 por el presidente J. F. Kennedy, donde afirman:

“La operación está dirigida a provocar una rebelión del pueblo cubano. La sublevación necesita de una acción política fuertemente motivada y arraigada en Cuba, capaz de generar la rebelión. La acción política será apoyada por una guerra económica que induzca al régimen a fracasar en su esfuerzo por satisfacer las necesidades del país, unido a operación psicológica que acrecentarán el resentimiento de pueblo contra el régimen y las de tipo militar que darán un arma de acción para el sabotaje y la resistencia armada en apoyo a los objetivos políticos”.

El 11 de febrero 2021, precedido del plantón el 27 de noviembre del 2020 ante el Ministerio de Cultura y el posterior intento de noviembre 2021 con Yúnior García, prueban que nada ha cambiado en la mente de los yanquis, quienes a toda costa y costo insisten en los mismos objetivos sin analizar sus continuos fracasos, por desconocer los verdaderos sentimientos del pueblo cubano, preparado para resistir esa cruel guerra económica que desea matar de hambre y enfermedades, para sembrar el desencanto y el desaliento, a fin de derrocar al gobierno revolucionario, como si el sistema capitalista no fuese el único responsable del hambre, la muerte por enfermedades curables, la falta de trabajo, el analfabetismo y la frustración de esperanzas en millones de latinoamericanos y de otros continentes, que buscan emigrar para palear sus necesidades.

Visionario José Martí cuando dijo:

“Es la hora del recuento y la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado como la plata a las raíces de los Andes”.