POR JORGE WEJEBE COBO | | FOTOS: GRANMA, CUBADEBATE
El 17 de mayo de 1959, el Consejo de Ministros del gobierno revolucionario cubano prácticamente en pleno se dirigió, con Fidel a la cabeza, a la Sierra Maestra para firmar en la Comandancia General del Ejército Rebelde en La Plata la Ley de Reforma Agraria.
Resultó un día de especial simbolismo, porque en esa misma fecha de 1946 fue asesinado el líder campesino Niceto Pérez por la guardia rural y latifundistas de Guantánamo, que no le perdonaron su lucha a favor del derecho de los campesinos a la tierra.
Con la aplicación de la Ley fueron intervenidos los grandes latifundios estadounidenses y de terratenientes nacionales. Miles de campesinos se convirtieron en verdaderos dueños de la tierra y para ellos iniciaron cambios profundos como el acceso a los servicios de salud, educación, vivienda y en general a una vida digna muy diferente a la condición de parias a que estuvieron sometidos durante siglos.
La emancipación del campesino cubano fue una importante parte del Programa del Moncada al que Fidel se refirió el 16 de octubre de 1953, en su alegato de autodefensa por los sucesos del 26 de Julio, que sería conocido como La Historia Me Absolverá:
“Más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas está en manos extranjeras. En Oriente, que es la provincia más ancha, las tierras de la United Fruit Company y la West Indies unen la costa norte con la costa sur. Hay doscientas mil familias campesinas que no tienen una vara de tierra donde sembrar unas viandas para sus hambrientos hijos y, en cambio, permanecen sin cultivar, en manos de poderosos intereses, cerca de trescientas mil caballerías de tierras productivas”, señaló el líder revolucionario.
La situación de los campos denunciada por Fidel era una realidad tan innegable para toda la sociedad cubana que a inicios de 1957, mientras el Ejército Rebelde se consolidaba en la Sierra Maestra gracias al apoyo y la integración del campesinado a sus filas, en la capital la Agrupación Católica Universitaria (ACU) daba a conocer el folleto crítico ¿Por qué Reforma Agraria?
Esa investigación, realizada en la campiña de la Isla por un interés honesto de personas de las clases media y alta, recogía que la inmensa mayoría de los campesinos no eran dueños de la tierra, el 63,96 por ciento no tenía inodoro y el 60,35 vivía en casas de madera, guano y piso de tierra, carecían de atención médica y presentaban un índice de desnutrición del 91 por ciento, entre otros datos.
En sus conclusiones indicaba: “Ya es hora que nuestra nación deje de ser feudo privado de algunos poderosos, tenemos la firme esperanza de que dentro de algunos años Cuba será no propiedad de unos pocos, sino de todos los cubanos”.
Los guerrilleros tampoco esperaron por el triunfo definitivo y como principio se aplicó la ley del Ejército Rebelde, que otorgaba a los no propietarios la tierra que trabajaban en zonas liberadas, y se realizó el Primer Congreso Campesino en Armas en 1958, en Soledad de Mayarí Arriba, en el Frente Oriental Frank País García, bajo el liderazgo del Comandante Raúl Castro, en el que se establecieron acuerdos, estructuras de dirección y tareas para la derrota definitiva de la dictadura de Fulgencio Batista.
Estos profundos cambios en el campo cubano provocaron el inicio de la política agresiva del imperio estadounidense que no se rindió a la idea de ver expropiados sus latifundios, ni de que cesaran la explotación y la miseria de los trabajadores agrícolas.
Frente a ese reto, la clase campesina no solo disfrutó de la nueva vida que le aseguró la Revolución, sino también estuvo en la primera línea de la defensa de la Patria, en las milicias contra los alzamientos de contrarrevolucionarios, principalmente en la región central del país, y en el enfrentamiento a los mercenarios en Playa Girón.
A 63 años de la Primera Ley de Reforma Agraria, el campesinado renueva su compromiso y forma parte esencial para el logro de la seguridad e independencia alimentarias, como objetivo imprescindible para el desarrollo del país.
Washington observa cómo su capacidad de poder geopolítico y autoridad simbólica continúa deteriorándose (Foto: Oliver Contreras / Bloomberg)
El camino a la IX edición de la Cumbre de las Américas, a desarrollarse en la ciudad de Los Ángeles (California, EEUU) la segunda semana de junio, ha representado un punto de fricción diplomático de primer orden entre Washington y varios países latinoamericanos y caribeños durante los últimos días.
Choque de trenes
La polémica inició con una declaración del secretario de asuntos del hemisferio occidental de EEUU, Brian Nichols, a principios de este mes. El funcionario diplomático, entrevistado por NTN24, subrayó que no se espera la presencia de Nicaragua, Cuba y Venezuela en la cumbre, en vista de que «no respetan la Carta Democrática de las Américas», razón por la cual los tres países del ALBA resultarían excluidos unilateralmente de la cita.
Días después, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) mostró su disconformidad con la decisión y condicionó su presencia a la invitación de los tres gobiernos latinoamericanos. Luego, saliendo al paso a lo dicho por AMLO, la portavoz de la Casa Blanca, Jean Psaki, intentó matizar las declaraciones de Nichols afirmando que todavía «no se han tomado decisiones finales» con respecto a las invitaciones.
Al acto de protesta se ha sumado el gobierno boliviano de Luis Arce y los países caribeños de la Caricom. Según el embajador de Antigua y Barbuda en Estados Unidos, Ronald Sanders, la exclusión unilateral de los países señalados provocará que los 14 países nucleados en la organización intergubernamental no asistan a la cumbre.
Si bien Psaki parecía dejar la puerta abierta a una posible revisión de las exclusiones, el lobby de la Florida, cuya influencia es decisiva en la configuración de la política exterior coercitiva de Estados Unidos hacia el corazón del eje ALBA, puso un límite a cualquier consideración.
Cálculo electoral
El primer marcaje a presión vino de la mano del senador republicano por Florida, Rick Scott, con el siguiente mensaje, hablando a nombre de Marco Rubio y compañía:
«No deberíamos estar invitando a personas que no creen en los derechos humanos, que no creen en la democracia, que no creen en cuidar a sus propios ciudadanos y claramente el régimen cubano, el régimen de Maduro, el régimen de Ortega no deberían ser invitados».
La narrativa fue secundada por el empresario de medios nicaragüense Carlos Chamorro y por los emisarios de Juan Guaidó en Estados Unidos, en un claro revés a los puntos suspensivos de Psaki.
Las elecciones de medio término a celebrarse en noviembre de este año, en la cual se renovará un tercio del Senado y un número importante de escaños en la Cámara de Representantes, también influye en el paisaje más amplio de la polémica. La coyuntura de inflación galopante y encarecimiento de los combustibles, y también la catástrofe geopolítica y militar en Afganistán, proyectan un resultado favorable a los republicanos, que disolvería la mayoría demócrata en ambas cámaras.
La Florida puede volver a ser decisiva en el mapa general de las preferencias electorales a mediano plazo, ya que el Partido Republicano consolidó un sólido caudal de votos en las pasadas elecciones presidenciales en dicho estado gracias a la retórica belicista de Trump hacia América Latina.
Además, estas elecciones de medio término se proyectan como una especie de referéndum de aprobación sobre el mandato de Biden, entrampado en una crisis económica de alto voltaje y en una conflictividad geopolítica en ascenso con Rusia y China.
En este contexto, la invitación de Nicaragua, Cuba y Venezuela a la Cumbre de las Américas podría significar endurecer la retórica anti-Biden en Florida, a quien presentarán como cómplice de las supuestas «dictaduras» de la región.
Antecedente
Esta no es la primera vez que la exclusión de países latinoamericanos da paso a una protesta contundente en el continente y específicamente desde el ALBA.
En 2012, en medio de los preparativos para la VI Cumbre de las Américas, la exclusión de Cuba por parte de la administración Obama generó una respuesta diplomática encabezada por los presidentes Hugo Chávez y Rafael Correa, dirigida a Washington.
Los mandatarios, enviando una señal de fuerza de común acuerdo dentro del ALBA, se negaron a participar en la cumbre como una medida de presión para facilitar la invitación de Cuba. Finalmente, fueron cuatro los presidentes que no acudieron a la cita en Cartagena de Indias: Hugo Chávez, Rafael Correa, Daniel Ortega y Michel Martelly de Haití.
Contradicciones
En una línea retórica poco modificada desde sus inicios, la IX Cumbre de las Américas, bajo el lema «Construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo», se plantea como un espacio para abordar «la democracia, las libertades fundamentales, la dignidad del trabajo y la libre empresa», según indica el Departamento de Estado.
Contradictoriamente, estos cuatro ejes temáticos, integrados a la cosmovisión neoliberal estadounidense, son continuamente irrespetados en el marco de la ofensiva de guerra híbrida de Washington contra Venezuela, Nicaragua y Cuba.
Y es que la estrategia combinada de «sanciones» coercitivas, golpes blandos y desestabilización encubierta mediante ONG y medios de comunicación financiados por los brazos civiles de la CIA (NED, USAID, Open Society Foundation, etc.) afecta justamente los «valores liberales» que dice defender la Cumbre.
Resulta paradójico que Estados Unidos presente esta Cumbre como un espacio para discutir y defender la democracia, cuando al mismo tiempo, de forma unilateral y sin ninguna discusión previa, se restringe la participación de actores regionales por haber elegidos modelos de desarrollo y sistemas políticos propios.
El mismo principio puede aplicarse al concepto «libertad de empresa»: las medidas punitivas en forma de «sanciones», embargos y presiones económicas diversas contra Venezuela, Nicaragua y Cuba, precisamente han impedido el comercio en condiciones normales y la libertad de las empresas para hacer negocios con estos países debido a la dinámica persecutoria del Departamento del Tesoro estadounidense.
Mínima caracterización
Como tal, la Cumbre de las Américas es un foro no vinculante adscrito al sistema interamericano marca OEA. Desde su nacimiento en 1994, durante la presidencia de Bill Clinton, se ha enfocado principalmente hacia temas de inversión y comercio, ofreciendo un espacio de articulación informal entre lobbys empresariales y gobiernos del continente afiliados la agenda neoliberal de los tratados de libre comercio.
En sus últimas ediciones, la Cumbre de las Américas ha ido perdiendo perfil y protagonismo, al punto de no poder llegar a una declaración final conjunta que refleje consensos mínimos, por más retóricos y abstractos que éstos sean.
La irrelevancia del foro diplomático patrocinado por Washington ha relegado su perfil a una esfera estrictamente simbólica: es una oportunidad para que Estados Unidos muestre fuerza, poder de convocatoria y hegemonía narrativa en el escenario latinoamericano, pero a la luz de los movimientos actuales, incluso esa apuesta en el plano propagandístico está en tela de juicio.
Consecuencias geopolíticas
Si bien sobre la Cumbre pesa esta atmósfera de intrascendencia, el movimiento de reclamo diplomático a escala continental es significativo en términos geopolíticos.
Washington luce entrampado entre dos opciones con consecuencias negativas: resistirse a ceder y hacer la IX Cumbre con representaciones de segundo nivel que le restarán perfil internacional a la convocatoria, o admitir a los países excluidos, lo que traería consigo la furia del lobby de la Florida (con un evidente costo electoral) y el colapso definitivo de la pantomima del «proyecto Guaidó».
Con respecto a Venezuela, la paradoja es crítica. Una invitación formal al país implicaría reconocer oficialmente a Nicolás Maduro como Jefe de estado y, además, obligaría a revertir la ilegal orden de captura en su contra emitida en 2020, ya que el foro se desarrollará en territorio estadounidense.
En lo inmediato, Washington observa cómo su capacidad de poder geopolítico y autoridad simbólica continúa deteriorándose, en tanto ha quedado en desventaja frente al cuestionamiento abierto de una importante cantidad de países.
Es un signo de que la apuesta por retomar la idea neocolonial del «patio trasero» vive su peor momento. Mientras tanto, nuevos actores internacionales emergentes como China, continúan ganando terreno al brindar opciones sanas de articulación geoestratégica desde el comercio, las inversiones y los planes de infraestructura, lo cual exhibe a Washington como un referente despótico, egocéntrico y excesivamente politizado.
Este episodio también marca un vuelco importante, escasamente comentado en las últimas horas: esto representa una circunstancia clave para que algunos Estados reanuden los lazos de solidaridad política y diplomática con Venezuela, tras años de distanciamiento y colaboracionismo pasivo (en el «mejor» de los casos) con la ofensiva de acoso estadounidense.
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