
Belén; antes de Cristo. «Hubo lágrimas y gemidos: es Raquel; llora a sus hijos», dice Jeremías el profeta. «Es el dolor», dijo milenios después el Papa Francisco, con la mente en el episodio bíblico, y los ojos en los peligros actuales; «las madres lloran a sus inocentes (víctimas) del ansia de poder desenfrenada de Herodes».
Según la leyenda, para conservar su dominio sin sobresaltos, Herodes dispuso un infanticidio en Belén. Pero, salvado por la magia de unos cabalistas, el niño al que el malvado más odiaba sobrevivió; entonces el personaje multiplicó su ira y sus muertos.
Hace cinco años, a manera de alerta, en una conmovedora metáfora epistolar el Santo Padre invocó el episodio –verídico o no, pero trágico–, en ocasión del Día de los Inocentes.
El Papa mencionó a los «Herodes de nuestros días», y habló de «niños en manos de pandilleros, mafias, mercaderes de la muerte que lo único que hacen es fagocitar y explotar sus necesidades».
Con dolor se leen esos párrafos. Asoma en ellos un «Herodes» moderno, que muchas veces no asesina el cuerpo sino la mente, el alma, la humanidad de seres vulnerables, en tanto empiezan a asomarse a la juventud.
Leyendo el derrame de dolor de Su Santidad, aguijonean la memoria las imágenes de tres adolescentes guantanameros, a principios del actual año contactados a través de Facebook, desde Miami, por una de las enviadas de «Herodes». Yamila, quien, para mayor ofensa se presenta como «la hija de Maceo», a los menores –todos en situación vulnerable–, les ofreció mil pesos a cambio de apedrear instituciones estatales previamente elegidas.
Por intermedio de un individuo la terrorista de marras les envió dinero, un machete «pa’ que se defiendan», e instrucciones de grabar y hacerle llegar los videos de sus actos. Luego, ante cierta renuencia a cometer el delito; el chantaje: «cumples o atentaremos contra un miembro de tu familia».
Girón, periódico de Matanzas, en días pasados esclarecía a través de un video la situación de un adolescente de 15 años, quien a través de su perfil en redes sociales llegó a difundir mensajes alusivos al fallido truco –violento y de antifaz pacifista– del 15 de noviembre, al parecer inducido por el «Herodes de nuestros días», ahora con el servicio de otros enviados: Yunior García y Archipiélago.
Se repite el mismo fenómeno; otra vez invertido el rol del incitador verdugo, que como pólvora digital esparcía su «preocupación por la suerte, integridad física, paradero y supuesto encarcelamiento del imberbe» al que le otorgó rango de «activista». El testimonio de la propia madre del muchacho desmontó la manipulación.
OTROS LUGARES, LOS MISMOS BLANCOS
Caracas, 13 de junio de 2017. «El presidente Nicolás Maduro condenó el uso de niños, niñas y adolescentes en las manifestaciones violentas de opositores; repudió las sesgadas ambiciones que trascienden el interés nacional y la necesidad de garantizar la paz».
«Llevar niños en grupos violentos y lanzarlos contra la fuerza pública es un crimen imperdonable», recalcó el mandatario; «le mandé al Papa Francisco una carta, para que nos ayude; no pueden utilizar niños, niñas y adolescentes en grupos violentos», dijo, y citó «el caso del joven de 17 años, que falleció durante una manifestación opositora»
Cuba, 11 de julio de 2021, y días sucesivos. La operación mediático-sicológica emprendida y dirigida desde Estados Unidos, desata desórdenes. Organizadores, promotores y financistas de los disturbios invierten los roles: el mundo debe ver a los agredidos como agresores, y en estos últimos a «pacifistas». El alborotador quiere sangre; no la ve, la inventa. «Asesinado por cuerpos represivos de la dictadura», el cuerpo sin vida de un niño recorre el ciberespacio; es titular en redes sociales y en la gran prensa. Desde el oriente del país llega la noticia de otro adolescente «asesinado» «asesinado».
En pocas horas la verdad sale a flote: la foto, en el primer caso tomada en la Cota 91, Caracas, pertenece a un pequeño alcanzado por el fuego de una banda criminal. El joven «asesinado», por su parte, apareció vivito y desenmascarando, en un video hecho por él mismo: «estoy bien, todo es falso».
¿POR QUÉ LA NIÑEZ Y LA ADOLESCENCIA?
Para suscitar compasión, nada como la imagen de un adolescente o un niño agredido. Frío, calculador, alevoso, el «Herodes de nuestros días» lo conoce; los sabe indefensos, frágiles, «moldeables» en esas edades de transición sicológica y conflictos emocionales, son objetos ideales para una operación sicológica.
«El sostenido empleo de niños (en disturbios) apunta a sensibilizar a la opinión pública nacional e internacional, para acompañar una intervención bajo la mampara narrativa de la crisis humanitaria», alerta Misión Verdad, prestigioso sitio venezolano de análisis.
Según esa fuente, «esta campaña se realiza bajo lo que la OTAN califica como “líneas de persuasión”, para inducir la reacción deseada en la audiencia-objetivo, en este caso las grandes mayorías consumidoras de noticias en redes sociales y medios […], y conseguir el apoyo masivo en la concreción de los objetivos políticos y militares».
Tal es el peligro; mayor celo familiar debiera oponérsele. Estemos alertas.
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