Molinos de Viento…….A través de la Embajada de Cuba envié un mensaje urgente a Fidel

Fidel preguntó por el estado de salud de los niños y planteó la posibilidad de que el avión de Cubana que hacía el vuelo de Lima a La Habana, hiciera escala en Quito

Un trágico martes 6 de octubre, pero de 1987, en la urbanización Molinos de Viento, cerca de Quito, Ecuador, cuatro niños: Erick Coronel Cadenas, Leiff Coronel Cadenas, Rubén Ramírez Cortez, y Andrecito Pantoja Proaño, de once, diez, nueve y 7 años respectivamente, jugaban en el sótano de la casa de uno de ellos cuando, al encender una vela, estallaron en fuego unos bidones de gasolina y sufrieron todos muy graves quemaduras.

En el primer hospital al que fueron llevados, del seguro social, no quisieron atenderlos porque el seguro no cubría a los familiares de los asegurados. Fueron trasladados entonces al Hospital Metropolitano, recién construido y dotado con casi todos los adelantos de la medicina moderna. Digo “casi” porque no tenía sala de quemados ni especialistas en esa rama. Era, además, un hospital privado donde el costo, 400 dólares diarios (de aquella época) por cada niño, sin contar los tratamientos, estaba fuera del alcance de los padres, a pesar de que éstos pertenecían a la clase media.

Todos los habitantes de Molinos de Viento se movilizaron para recaudar fondos, y numerosos artistas de la ciudad organizaron conciertos con ese objetivo pero, a pesar del éxito obtenido, pronto se vió que lo que podía recaudarse no alcanzaría para pagar ni una mínima parte de la deuda que se acumulaba.

Lo peor era que el hospital sólo sería capaz de proporcionar el tratamiento clínico pero no el quirúrgico indispensable en estos casos, por lo que el pronóstico era muy sombrío. Un periodista ecuatoriano, al realizar un reportaje sobre el caso, indagó con un pediatra del hospital cómo era posible que un centro tan moderno y tan bien dotado no tuviese una sala especializada en quemados. La respuesta fue descarnadamente sincera: “Porque son los pobres los que se queman y éstos no pueden pagar los tratamientos.  En las casas de los ricos, son las sirvientas las que se queman. Y cuando algún rico se quema, no viene aquí, se va a curar a Estados Unidos”.

Desesperados, los padres de los niños tocaron en todas las puertas hasta que, creo que fue el Embajador de Venezuela en Quito, les recomendó que buscasen la ayuda de Cuba. Fueron a verme y les prometí que haría las gestiones de inmediato.

A través de la Embajada de Cuba envié un mensaje urgente a Fidel. Pocas horas después me encontraba en casa del arquitecto Alfredo Vera, ministro de Educación, cuando supe que me estaban localizando porque tenía una llamada del Comandante en Jefe, quien volvería a llamarme en veinte minutos. Salí volando más que corriendo hacia la Embajada y, pocos minutos después, llegó la llamada de Cuba. Era Chomi, quien, acto seguido, me puso al habla con el Comandante. Fidel preguntó por el estado de salud de los niños y planteó la posibilidad de que el avión de Cubana que hacía el vuelo de Lima a La Habana, hiciera escala en Quito a recogerlos. Le expliqué que los niños estaban en condiciones muy críticas, que lo más importante en estos casos era evitar la contaminación de las heridas por lo que al menos en una parte del avión había que crear condiciones asépticas y las de una sala de terapia intensiva. Fidel ordenó que al avión de Cubana en Lima le quitaran los asientos de una de sus secciones e instalaran allí los equipos necesarios atendidos por especialistas cubanos. En menos de 24 horas convirtieron la nave de pasajeros en un avión hospital y Chomi me llamó al día siguiente para avisarme que el avión estaba listo para aterrizar en Quito y que debía ocuparme de asegurar el traslado de los niños hasta el aeropuerto. 

Como siempre sucede en circunstancias como éstas, muy sensibles para la opinión pública, los políticos salen a escena para convertirse en protagonistas. Una figura clave para el traslado de los niños desde el hospital Metropolitano hasta el aeropuerto, era la Primera Dama, María Eugenia Cordovés de Febres Cordero, Presidenta del Instituto del Niño y de la Familia. Acompañado del padre de uno de los niños, el ingeniero, escritor y poeta chileno Rubén Darío Ramírez Zamorano, gestionamos con la Primera Dama el permiso de aterrizaje para el avión de Cubana y su ayuda para el traslado de los niños al aeropuerto. “… que me llame Fidel” fue la condición que puso. Le explicamos que no podíamos pedirle eso, y que, si el avión no trasladaba a los niños, éstos, con toda probabilidad morirían, que ése era el criterio de los especialistas, y que, seguramente, ella no querría cargar con esta responsabilidad.

Según publicaron los diarios, fue ella la que llamó a Fidel. Sea lo que haya sido, el hecho es que a partir de ese momento todo se desarrolló con precisión cronométrica. Fue autorizado el aterrizaje y cuando el avión se acercaba a Quito, cuatro ambulancias nuevas estaban listas para trasladar a los niños. Habíamos calculado que el traslado demoraría once minutos, por lo que cuando el avión apareció en el horizonte llamé a María Eugenia y ésta dio la orden de subir a los niños a las ambulancias y que éstas partiesen de inmediato hacia el aeropuerto con motos de la policía despejando el camino.

La noticia había trascendido y una multitud se agolpaba en las afueras del aeropuerto para despedir a los niños. Cuando se acercaban las ambulancias, una anciana, llorando, exclamaba en voz alta: “¡Gracias a Dios! ¡Gracias a Dios!, pero alguien del público gritó: “Qué gracias a Dios ni gracias a Dios, ¡Gracias a Fidel!”, pero otro, conciliador, añadió: “¡Gracias a Dios y gracias a Fidel!”.

Sin detenerse, las ambulancias entraron a la pista y los niños fueron introducidos a la nave de Cubana. A su arribo a La Habana, el 22 de octubre, otras ambulancias estaban esperando para su traslado al Hospital William Soler. 

Después de evaluar individualmente los casos, desde el segundo día de ingreso comenzaron los injertos de piel cada cuatro días. Se cubrieron las lesiones profundas y los niños evolucionaron de estado muy crítico a crítico, de muy grave a grave, hasta rebasar este último. Desde el principio recibieron tratamiento de fisioterapia activa y pasiva y se les aplicaron medicamentos que ayudan a disminuir las secuelas. Luego vendrían las operaciones de cirugía reconstructiva y estética. Fidel siguió de cerca todo este proceso y los padres se maravillaban de como conocía hasta el más mínimo detalle de la salud de los niños.  

La emisora internacional Radio Habana Cuba emitía un parte médico diario sobre el estado de salud de los niños y el barrio entero de Molinos de Viento se reunía ansioso para escuchar los partes. Cuando, antes de finalizar el año, Radio Habana Cuba transmitió que ya los cuatro niños estaban fuera de peligro, estalló la alegría en Molinos de Viento. Fueron a buscarme a Quito, a mi y a mi familia, y la fiesta duró toda la noche.

Por: Dr Salvador Capote

Documental “Los afortunados entrevistadores de Fidel”

Cuba Historia

Mesa Redonda – Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.- En homenaje al Comandante en Jefe en el 5to Aniversario de su desaparición física la Mesa Redonda repone su producción audiovisual “Los afortunados entrevistadores de Fidel”, que recoge los testimonios de los reconocidos intelectuales Frei Betto, Tomás Borge, Ignacio Ramonet y Gianni Miná sobre sus famosas entrevistas al líder histórico de la Revolución Cubana.

¿Cinco años sin Fidel?

Por Rosa Miriam Elizalde

Rosa Miriam Elizalde – Cubaperiodistas.- Hace hoy cinco años murió Fidel Castro, pero siento que han pasado décadas en Cuba desde el 25 de noviembre de 2016. Llegó Trump y pasó lentamente con su rosario de sanciones que se han sentido peor que nunca por la pandemia. Vino Biden con su corte de pusilánimes, desgranando cada día con amenazas veladas o directas, sin atreverse a cumplir sus tímidas promesas electorales.


En un lustro, particularmente en los dos últimos años, se ha desatado un argot incendiario en medios y redes, cuyo blanco no es sólo el gobierno cubano. Se ha querido arrasar con Fidel. El líder cubano ha recibido cientos de homenajes en todo el mundo desde la noticia de su muerte, pero en simultáneo se ha lanzado contra su memoria un bombardeo de calumnias para intentar transformar en ruinas el proyecto nacional, popular y democrático de la revolución que él encabezó.

Para presentarlo como el símbolo de la derrota y el fracaso se le muestra como un idealista solitario que condujo a Cuba a la ruina. Se cargan de negatividad y perversidad todas sus acciones (reales o inventadas) para convertirlo en el malo remalo de la película y, por tanto, merecedor de cualquier ultraje. Hay quien se excusa, cínicamente, en la desmitificación.

Pero nada de esto alcanza a mellar el símbolo. La verborragia de los profesionales del odio y de los desmitificadores termina por alimentar la figura del hombre que encabezó la lucha armada en la Sierra Maestra, que puso el pecho a las balas y a los huracanes, que condujo la guerra internacionalista en África, que sobrevivió a 637 atentados y que vimos siempre en primera línea batallando contra la injusticia, el egoísmo y el individualismo. También, contra la tontería y la soberbia, a la que enfrentó en clave de humor o con salidas que desmienten la caricatura torcida que hacen de él. Me consta.

Recuerdo la conferencia de prensa celebrada en La Habana, en abril de 1990, con los ecos de la disolución de la Unión Soviética de fondo y mientras Washington ya tenía la servilleta puesta para almorzarse a la isla con cuchillo y tenedor, como escribiría entonces Eduardo Galeano. Fidel advirtió a los periodistas que una agresión a Cuba repetiría la hazaña de Numancia, la ciudad ibérica que resistió el ataque de los incultos pero poderosos romanos en 146 antes de Cristo, y prefirió inmolarse antes que rendirse. Cualquier cubano entendía, dijo, por qué aquel pueblo se resistió a entregar su lengua, sus dioses, sus modos de vivir, sus campos y sus ciudades al imperio.

Pero en Fidel la idea numantina jamás fue fanatismo ni nacionalismo suicida. Mientras ese diálogo ocurría, un laboratorio científico cubano producía e intentaba comercializar la primera vacuna contra la meningitis tipo B, que había sido el principal problema de salud de los niños en la isla y mataba cada año a 85 mil personas en el mundo. Washington quería el fármaco, pero se negaba a pagar un solo centavo al gobierno de La Habana y puso como condición cambiarlo por comida. A la principal investigadora, Conchita Campa, le sorprendió la respuesta de Fidel cuando tuvo que comunicarle la noticia: Los niños que se van a salvar en Estados Unidos no tienen la culpa de tal arrogancia. Claro que la vamos a cambiar por alimentos. Así llegaron los primeros pollos gringos que comieron los cubanos después del bloqueo naval impuesto por John Kennedy en 1961.

Se siente como si el tiempo se hubiera alargado y volviera a pasar todo en simultáneo. La revolución de 1959, la hostilidad de Estados Unidos, los 60 iniciáticos y los 70 más inflexibles, los 80 estables, los 90 insufribles tras la caída soviética y las dificultades de la vida cotidiana. Pasamos por el costado más duro del bloqueo y por la amenaza de una invasión militar, como la de Playa Girón. Por la isla cerrada y por la isla abierta al turismo. Por las colas, la enfermedad y las vacunas. Por el Miami terrorista y farandulero, y por el Miami invisible de los migrantes que quieren normalidad para rencontrarse con sus familiares. Pasamos por todo en estos cinco años, pero hay algo que ocurrió por primera vez. Fidel Castro comenzó a estar de otro modo. Aún así, está y estará.

(Tomada de La Jornada)

Lo que aprendí de Fidel: un testimonio inédito

Opinión / Luis Suárez Salazar – La Tizza

Introducción

Durante mucho tiempo pensé que no tenía derecho a socializar todo lo que había aprendido del Comandante en Jefe Fidel Castro durante los 28 años en que estuve vinculado a algunas de las tareas relacionadas con la multifacética proyección externa de la Revolución cubana hacia América Latina y el Caribe, sobre las que él mantenía una sistemática supervisión en su triple condición de «principal artífice, conductor y a la vez cronista» de las políticas emprendidas hacia cada uno de los países que se mencionarán después.[1]

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La victoria del 15 N y las maravillas kafkianas de la “dictadura tropical”

Cuba Información

Basado en un texto de Michel E. Torres Corona – Cubadebate.- A estas alturas, nadie puede negar que el famoso “15N de Cuba” fue un rotundo fracaso para la contrarrevolución y sus padrinos de EEUU, y un triunfo y revulsivo para la Revolución cubana.

La victoria del 15 N y las maravillas kafkianas de la “dictadura tropical”

Cubainformación TV – Basado en un texto de Michel E. Torres Corona – Cubadebate.- A estas alturas, nadie puede negar que el famoso “15N de Cuba” fue un rotundo fracaso para la contrarrevolución y sus padrinos de EEUU, y un triunfo y revulsivo para la Revolución cubana.

Quienes convocaron la “marcha por el cambio” en la Isla demostraron su nulo poder de convocatoria real en las calles. Fueron víctimas del auto-engaño, de la “cámara de eco” de las redes sociales.

Pero el día siguiente aún fue peor para el colectivo convocante, “Archipiélago”, cuyos miembros leían, con perplejidad, la noticia de que su líder Yunior García había huido en secreto a Madrid.

El supuesto “autor intelectual” de la “no marcha” llevaba días tramitando su escapada. Su maleta preparada aparecía incluso en las fotos tomadas mientras convocaba a la protesta.

El 15 N no pasó nada en las calles de Cuba, salvo la apertura de escuelas y aeropuertos: ni manifestaciones, ni cacerolazos, ni masas vestidas de blanco.

Y la prensa internacional tuvo que hacer malabares para mantener el foco mediático. Sin imágenes de protesta, una acampada de jóvenes de la Revolución, los Pañuelos Rojos, era reconvertida en sentada “disidente”.

Y la fotografía del presidente cubano Miguel Díaz-Canel, sentado en el suelo, junto a dichos jóvenes, fue insertada por el canal norteamericano NBC como parte de las “protestas”.

¡Maravillas kafkianas…  de la dictadura tropical!

Un liderazgo auténtico frente a los falsos profetas: Con Filo

Con Filo.- Hace cinco años, la noticia nos agarraba desprevenidos: ya con 90 años, un hombre con décadas de lucha haciendo mella en su salud… y aun así nos sorprendimos. Fidel eligió el 25 de noviembre para morir, el mismo día que había elegido en 1956 para zarpar hacia Cuba en el Granma. De liderazgos auténticos, como el de Fidel, y de falsos profetas que nos intentan imponer, estaremos hablando hoy.

La obra inmensa de Fidel

POR: REDACCIÓN CUBASÍ

FOTO: ROBERTO CHILE

Algunos decían que la Revolución Cubana era Fidel. Y tras esa ambigua expresión escondían la esperanza de que una vez que desapareciera físicamente su líder histórico, la Revolución se iría abajo. Ciertamente, la Revolución era y es (entre otras muchas cosas) Fidel. Pero el mayor mérito de este extraordinario político y luchador fue precisamente consagrarse a esa Revolución, asumirla no como la obra de un individuo, sino como la realización de un pueblo entero.

Él fue (y de alguna manera sigue siendo, por la contundencia de su ejercicio) el guía indiscutible de esta Revolución. Pero la Revolución es, primero que todo, el pueblo.

La comprensión cabal de la dialéctica revolucionaria le otorgó la capacidad de construir consensos, a partir de la confluencia de una concepción antidogmática del marxismo y el espíritu de un martiano raigal. Eso que algunos llaman el aporte de Fidel Castro a la teoría revolucionaria es en realidad la concreción de un ideal político en la construcción de una sociedad nueva, no exenta de conflictos y desafíos, pero encaminada al objetivo mayor: justicia para todos.

La Revolución fue el laboratorio en todos los ámbitos del entramado político, social, económico y cultural. Fue la transformación mayor que haya experimentado la nación toda. Un cambio profundo, sistémico, enfocado en el diagnóstico integral de las aspiraciones y las demandas de los más humildes, inspiración y móvil de todas las luchas emancipadoras en la historia de los cubanos.

Ahí está la esencia de ese concepto fundamental de Fidel: La Revolución Cubana es una sola: comenzó con Céspedes; la continuaron Maceo, Gómez y Martí; tuvo en Mella y Villena pilares en su lucha, y triunfó por fin el primer día de enero de 1959. Pero ese triunfo no implicó su consolidación definitiva. Fue el comienzo de un nuevo camino.

No se puede entender la Revolución como un ente inmóvil, anquilosada en la concreción de puntuales demandas. La Revolución tiene que ser permanente, tiene que marchar con los tiempos. Fidel sintetizó este planteamiento en su célebre Concepto, que ha devenido declaración de principios:

“Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”.

Palabras meridianas.

La desaparición física de Fidel, de la que se cumplen hoy cinco años, conmocionó a millones de cubanos. Un país completo le rindió el más sentido de los homenajes. Una frase se hizo viral: “Yo soy Fidel”. Ilustraba la convicción de un pueblo: la continuidad de un legado. Fidel no aró en el mar. Fidel sembró para la eternidad.   

EDITORIAL: Fidel siempre

POR: CUBASÍ

Aquellas voces cubanas que el 25 de noviembre de 2016 coreaban “¡Yo soy Fidel”! se convirtieron en  torrente indetenible desbordando la Plaza de la Revolución y hoy siguen resonando, vitales, convencidas.

En aquel homenaje póstumo que rendía el pueblo de esta Isla al Comandante en Jefe Fidel Castro con motivo de su desaparición física, nació de lo más hondo y genuino del pecho de los cubanos esa consigna, que continúa vibrando, acrecentando su fuerza y empuje con cada intento por tratar de desdibujar la obra que él forjó “con todos y para el bien de todos”.

Foto: @DiazCanelB

Esa consigna ha encontrado eco solidario en las más diversas latitudes de este mundo. Ante cada medida del gobierno estadounidense que recrudece más su odio contra la Revolución cubana, ante cada pretensión desestabilizadora que se propone desde el interior de la Isla, con el siempre apoyo de los que odian y destruyen, aniquilar nuestra soberanía, ensombrecernos las conquistas, también más allá de esta geografía se han levantado voces clamando por Cuba, multiplicado que ellos también son Fidel, garantes de la continuidad de su obra.

No podía ser de otra forma y ya Martí lo había sentenciado en 1895: “Quien se levanta hoy por Cuba se levanta para todos los tiempos”.

Para todos los tiempos construyó Fidel junto al pueblo esta obra de humanidad y justicia que es la Revolución cubana, la cual en estos años difíciles de pandemia, bloqueo agobiante e intentos desestabilizadores, ha logrado crecerse, precisamente inspirada en el empuje y grandeza de su histórico líder.

Foto: Estudios Revolución

Sucede que “De Fidel aprendimos que los sueños más difíciles son alcanzables si confiamos en el pueblo”, afirmaba el mandatario cubano Miguel Díaz-Canel el pasado agosto.

Y así cada día lo confirma el alentar de este país, que no se cansa de conquistar sueños por el camino de la verdad y la justicia, donde el coro de voces seguirá haciendo historia y repitiendo siempre “¡Yo soy Fidel!”.

Fidel es Cuba, Cuba es Fidel

Por Elier Ramírez Cañedo 

Quiso el destino, como para alertarnos de que solo se trataba de un nuevo viaje hacia otros horizontes de lucha y épica revolucionaria, dotar de gran simbolismo la fecha del fallecimiento del Comandante, ocurrida el 25 de noviembre de 2016, precisamente a 60 años de que el Líder de la Revolución Cubana, desafiando todos los imposibles, se lanzara al mar desde Tuxpan en el yate Granma junto a sus compañeros, decididos a liberar la Patria del yugo opresor al precio de sus propias vidas.

Desde sus luchas en la Universidad de La Habana hasta el último aliento, Fidel se caracterizó por decir lo que pensaba y hacer lo que decía; el 8 de enero de 1959 había señalado en histórico discurso pronunciado en el campamento de Columbia: «Sé, además, que nunca más en nuestras vidas volveremos a presenciar una muchedumbre semejante, excepto en otra ocasión (…) y es el día en que muramos, porque nosotros (…) ¡jamás defraudaremos a nuestro pueblo!».

Y esas muchedumbres volvieron a reunirse a lo largo y ancho de toda Cuba para despedirse y rendirle honores a su líder en el momento de su partida física, pues Fidel jamás traicionó la confianza de su pueblo.

Antes de morir dejó planteada su última voluntad, no quería ni calles ni monumentos que llevaran su nombre, toda una lección de vida y expresión de la cualidad más extraordinaria que puede llevar en sí un revolucionario: la sencillez, donde descansa la verdadera grandeza.

Meses antes, el 19 de abril, había hecho su última intervención pública en el 7mo. Congreso del Partido, palabras que aún hoy nos estremecen al leerlas o escucharlas. Fue una especie de despedida, pero para nada luctuosa, sino una nueva clarinada de combate, cargada de espíritu de victoria.

«Pronto deberé cumplir 90 años, nunca se me habría ocurrido tal idea y nunca fue fruto de un esfuerzo; fue capricho del azar. Pronto seré ya como todos los demás. A todos nos llegará nuestro turno, pero quedarán las ideas de los comunistas cubanos como prueba de que en este planeta, si se trabaja con fervor y dignidad, se pueden producir los bienes materiales y culturales que los seres humanos necesitan, y debemos luchar sin tregua para obtenerlos. A nuestros hermanos de América Latina y del mundo debemos transmitirles que el pueblo cubano vencerá (…).

«Emprenderemos la marcha y perfeccionaremos lo que debamos perfeccionar, con lealtad meridiana y la fuerza unida, como Martí, Maceo y Gómez, en marcha indetenible».

Así era Fidel, un luchador incansable en pensamiento y en acción, dispuesto a entregar toda su existencia a la causa de los humildes de este mundo, a la emancipación humana de todas las dominaciones y discriminaciones posibles. Martiano hasta la médula asumió el marxismo y el leninismo desde esa profunda raíz cubanísima, y lo enriqueció desde una práctica política original y antidogmática. También en ese campo se convirtió en un guerrillero.

Fue un estadista político de talla universal, pero también un ser desbordado de sensibilidad humana. Valoraba siempre la singularidad de cada ser humano, con sus defectos y virtudes, pero potenciando siempre estas últimas en función de la Revolución.

Supo ser ético hasta con el adversario desde sus luchas en la Sierra Maestra, no concebía la política sin ética.

Fidel fue a su vez el máximo impulsor de la solidaridad y el internacionalismo cubanos, teniendo siempre muy claro que la solidaridad no solo ayuda y libera al que la recibe, sino también –y en muchas ocasiones aún más– al que la ofrece. No en balde señaló en uno de sus brillantes discursos: «La libertad se conquista con la solidaridad».

Colocó a Cuba en el mapa mundial y, a la vez, con su liderazgo, contribuyó a modificar, en favor de la independencia y las ideas progresistas, la geografía de otras importantes regiones del mundo. Sin duda, uno de los mayores legados de Fidel fue haber logrado tejer con paciencia y sabiduría la unidad de las fuerzas revolucionarias, antes y después del triunfo, de cuyo fruto nació nuestro glorioso Partido Comunista de Cuba.

Fidel se rebeló y practicó la herejía frente al imperialismo estadounidense, pero también frente a los imposibles, los dogmas, las verdades establecidas y el derrotismo. Irradiaba confianza y optimismo en la victoria. Mientras más difíciles eran las circunstancias, más férrea se mostraba su voluntad de lucha. Sabía convertir el revés en victoria y el imposible en infinita posibilidad. El sentido del honor, el patriotismo y el apego a los principios eran para él cuestión de vida o muerte. Concebía el socialismo como la ciencia del ejemplo personal. Sabía abordar cada coyuntura con flexibilidad táctica, pero sin perder la hoja de ruta hacia el destino estratégico. Manejaba todos los temas y situaciones teniendo en cuenta hasta el más mínimo detalle. Fue, sin duda, un maestro en el arte de hacer política.

El Comandante, el Jefe, el Caballo, Caguairán, así nos referimos a quien no concebía la derrota mientras había posibilidad de luchar, a quien nos enseñó a resistir, pero sobre todas las cosas, nos enseñó a vencer.

Todo esto y más nos legó Fidel, de ahí que podamos explicarnos por qué resulta casi imposible hablar de Cuba hoy sin hablar de Fidel, como imposible es encontrar alguna esfera de la vida interna y proyección internacional de la Mayor de las Antillas, en la cual no esté la huella de Fidel.

Como expresara el más fidelista de los cubanos, el General de Ejército Raúl Castro, desde el año 1959: «Fidel está dondequiera que se trabaje, Fidel espiritualmente está dondequiera que la Revolución avance. Fidel está dondequiera que una intriga se destruya, dondequiera que un cubano se encuentre laborando honradamente, dondequiera que un cubano, sea el que fuere, se encuentre haciendo el bien, dondequiera que un cubano, sea el que fuere, esté defendiendo la Revolución, allí estará Fidel».

Tiempos de volver a Fidel

Foto: Presidencia Cuba

Por Redacción Razones de Cuba / Elson Concepción Pérez 

He estado releyendo por estos días los testimonios recogidos en el libro Dios, Chávez y Fidel, que resumen apretadamente la gran obra humana concebida por dos hombres extraordinarios, que sembraron en vida lo que hoy necesariamente es referencia a la que hay que volver todos los días.

El citado texto, cuya edición cubana se hizo en 2016, con motivo del aniversario 90  de Fidel, y antes, en 2011, se editó en Venezuela, donde el propio Chávez explicó su contenido y leyó algunas de las entrevistas ante la televisión de su país, recoge testimonios de varias decenas de pacientes venezolanos, en su mayoría de las capas más humildes de la sociedad de esa nación sudamericana, que fueron traídos a Cuba, como parte del convenio integral de colaboración concebido y rubricado por ambos líderes.

Fue el 30 de noviembre del año 2000, cuando en un vuelo procedente de Caracas llegaban al aeropuerto internacional José Martí, en La Habana, los primeros 46 pacientes que recibirían atención médica en instituciones cubanas.

Se orquestaba entonces, por parte de la derecha venezolana, la mafia en Miami y el poder mediático al servicio del Gobierno de EE. UU., una perversa campaña de mentiras en la que se decía que Chávez estaba enviando «agentes» a Cuba, para recibir entrenamiento militar.

Fidel, en varias oportunidades, visitó a los pacientes venezolanos en el Centro Internacional de Salud La Pradera, con quienes dialogó, indagó por su estado y expresó su satisfacción por la atención brindada por los médicos y especialistas cubanos.

Estoy seguro de que hoy, cinco años después del fallecimiento del Comandante en Jefe, se puede afirmar que volver a él todos los días ha sido una constante, que ha tenido una expresión máxima en estos dos años de pandemia y de apuesta por las administraciones de Estados Unidos –republicanas y demócratas– de asfixiar al pueblo cubano con el bloqueo cruel, al que se han añadido 243 nuevas sanciones, que permanecen intactas con el actual mandatario Joe Biden.

Pero Cuba y sus científicos, médicos y especialistas, no esperaron a que la COVID-19 nos contagiara y optaron, bajo la dirección del Partido, del Gobierno y el llamado del Primer Secretario del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, por investigar, estudiar la génesis y desarrollo del coronavirus causante de la enfermedad y emprender la titánica batalla de desarrollar vacunas propias para inmunizar a todo el país y a otras partes del mundo.

Se sabía que Cuba cuenta con un desarrollo científico capaz de hacer realidad ese sueño, gracias al pensamiento y la obra de Fidel, creador e impulsor del fabuloso polo científico, en La Habana y otras provincias, con la más moderna tecnología.

No ha sido casual que en cada paso dado, ante el aliento de avanzar, con recursos humanos e infraestructura de Salud eficiente y comprometida, y el chequeo diario del propio Presidente Díaz-Canel, se fueran escalando peldaños hasta llegar al primer proyecto, el ensayo clínico, y demás momentos rigurosamente controlados por instituciones encargadas de hacerlo con ética y calidad, donde no se olvidó el más mínimo detalle hasta el surgimiento de la primera vacuna anti- COVID-19, Abdala, luego Soberana y así se sigue investigando, creando y dando a Cuba y al mundo nuevas esperanzas para vencer la peligrosa enfermedad.

Hoy Cuba ha inmunizado a más de nueve millones de sus hijos con el esquema completo, incluyendo los niños mayores de dos años –primer país del mundo en hacerlo– y, junto al estandarte de la victoria, está más presente que nunca la frase de Fidel de «hacer de Cuba un país de hombres de ciencia», y la de Raúl de que «sí se pudo, sí se puede y siempre se podrá».

Fidel está presente –y muy presente también– en el enfrentamiento a quienes desde el imperio que nos desprecia, y cuenta con agentes de la contrarrevolución en Miami, Europa y la propia Cuba, ven ilusoriamente este momento para hacer colapsar la Revolución, y han puesto gran cantidad de recursos y medios de comunicación para ese fin y hasta han fabricado, en su desespero, a mediocres y pálidos personajes que no tienen ni para dirigirse ellos mismos.

El imperio no nos perdona por las derrotas que sufre, mientras Cuba vive, sigue construyendo, sigue vacunando y salvando vidas en la Patria y en muchos otros lugares del mundo, y nuestro Presidente, como le enseñara Fidel, recorre comunidades, afianza con su ejemplo la fe revolucionaria en la obra que hacemos y defendemos, y –como lo hizo el Comandante en Jefe–, pone la ciencia y a sus hombres y mujeres a la vanguardia de la transformación revolucionaria del país.  

Sabemos los cubanos que volver a Fidel cada día y, principalmente, en momentos como estos, es garantía absoluta de la victoria.