
Por Claudia Pis Guirola / Servicio Especial de la ACN
Después de tantos intentos infructuosos de nuestros enemigos de acabar con su vida, los cubanos nos acogimos a la idea de su posible inmortalidad y lo sabíamos ahí, con su nombre de pueblo: Fidel, eterno e incorruptible para los mínimos poderes del tiempo.
Así permanecerá siempre, sin posibilidad alguna de que la llama de su intelecto irradiando luces sobre las más temibles adversidades se apague alguna vez.
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