La bestia herida pide piedad

Por Max J. Castro

MIAMI. Como una bestia ciega y herida, Donald Trump está atacando violentamente en todas direcciones, lanzando gritos espeluznantes. Corretea insultando a todo el mundo, llamándolos monstruos, calumniándolos como comunistas, tachándolos de “desastre”.

Trump llama idiota a la mente más valiosa del país en medio de una pandemia mortal. Todo esto, en especial lo último, me hace recordar una anécdota que me contó mi padre de la época de la política picaresca en la vieja Cuba. Un político no muy inteligente se acercó a un adversario de lengua afilada y, mirando el broche de su solapa, preguntó: “¿Eso es un idiota?” Sin inmutarse, el otro respondió: “No, es un espejo”.

Debajo de la ridícula figura que Donald Trump presenta al mundo, lo que lleva a otros líderes mundiales a reírse de su personaje de ópera cómica, una caricatura de Mussolini, a su vez una caricatura, un dictador de ópera cómico histriónico, hay puro veneno.

¿Qué impulsa la mente enferma y malvada de Donald Trump? Su sobrina, la psicóloga Mary L. Trump, argumenta de manera convincente que proviene de sus primeros años bajo el control de su padre, otro tirano monstruoso, de quien aprendió la lección de que no importa cómo participes en un juego, lo único que importa es ganar. Ha seguido ese principio toda su vida, y ahora esa es su guía.

Mary Trump observó a través de una lente psicológica la génesis de un monstruo. Los filósofos, desde el siglo XIX, comprendieron los resultados para el carácter de una persona. Describieron un rasgo que llamaron ressentiment (resentimiento en francés, una palabra utilizada principalmente por filósofos alemanes como Nietzsche y Scheler). El resentimiento “es un autoenvenenamiento de la mente que produce ciertos tipos de delirios y los correspondientes juicios de valor, principalmente venganza, odio, malicia, la envidia, el impulso de restar mérito y el despecho”.

El resentimiento es una imagen de Donald Trump tan precisa como que e=mc² describe las leyes fundamentales del universo, decodifica la relación entre materia y energía revelando su equivalencia en el nivel más profundo. El resentimiento es la ley del universo mental y moral de Trump.

Ese universo mental y moral ha producido una carnicería humana de una magnitud histórica mundial. En cuatro días, la COVID-19 mata a tantos estadounidenses como los que murieron el 11 de septiembre. La famosa batalla de Gettysburg, acerca de la cual Abraham Lincoln pronunció el discurso más célebre en la historia de Estados Unidos, mató a 7 000 personas de ambos bandos. Para cuando lleguen las elecciones, aproximadamente un cuarto de millón de estadounidenses habrá muerto por esta pandemia. Este es el Waterloo de Estados Unidos multiplicado.

¿Cómo es posible que alguien, mucho menos entre el 40 y el 45 por ciento de la gente, apruebe el gobierno de Donald Trump y planee votar por él? ¿En qué descansa esta obstinación y torpeza de la base de Trump?

Creo que el secreto está en la cultura del interior de Estados Unidos, la vasta área entre las costas, que en su mayor parte se negó a tomar en serio el virus, negó la ciencia, desafió las medidas de salud pública, y algunas personas incluso conspiraron para matar a alcaldes y gobernadores por el delito de gobernar utilizando el sentido común y valores verdaderamente provida (en contraposición a los falsos que celebran la pena capital y condenan el aborto). En las costas oriental y occidental, donde el nivel de educación es alto y el espíritu de cosmopolitismo es fuerte, el virus golpeó primero y con más fuerza. Los líderes y el pueblo vieron que era real, se defendieron con fuerza, y redujeron drásticamente el número de víctimas del virus.

Las áreas en el medio fueron golpeadas más tarde, pero eso solo explica parte de la tragedia que se desarrolla en lugares como Dakota del Sur (que tiene ahora la tasa más alta de COVID-19) y otros estados en el Medio Oeste y el Oeste Montañoso, que están siendo golpeados muy duramente en este momento.

La escritura en la pared debería haber sido clara. Tal vez pensaron que no serían golpeados porque estarían protegidos por la gracia divina y otros engaños que creen en esos lugares más que en otros. Quizás pensaron que la COVID solo venía en busca de personas extrañas con costumbres extranjeras. Como dijo una joven de Jacksonville, La Florida, a un reportero de una cadena, “ese virus ocurre en Miami, donde beben Corona. Aquí bebemos Budweiser”.

Pero la verdadera clave está en un concepto acuñado por otro filósofo alemán del siglo XIX para describir la mentalidad de los campesinos. Es una mentalidad que está viva y coleando en este país hoy, especialmente en los territorios de Trump en el sur, el medio oeste y los estados montañosos, pero no solo allí. La “idiotez de la vida rural”, la llamó el filósofo. Consiste en un “conservadurismo intransigente, provincianismo, etnocentrismo, xenofobia, ignorancia, desconfianza, aversión al riesgo económico y la incapacidad para cooperar con otros en esfuerzos colectivos”.

¿Se podría escribir hoy una descripción mejor acerca de las actitudes de la base de Trump o la estupidez de quienes niegan la ciencia y evitan la salud pública mientras van en camino a la sala de cuidados intensivos? Es casi como si, en el proceso de evolución, las costas y sus líderes como Cuomo y Newsom retuvieran las funciones superiores del cerebro mientras que a las del reino de la idiotez rural solo les ha quedado el cerebro de reptil.

Esa es solo una metáfora (no hace falta decirlo) y desagradable. No me deleito con la desgracia de la gente tan inmersa en la idiotez de la vida rural que todo lo demás les parece, como a mí, caracteres chinos. Incomprensible. Camus escribió que la mayor parte del mal en el mundo proviene de la ignorancia. No estoy seguro de creer eso y, aun así, la maldad sigue siendo la maldad. Además, creo que gran parte de la ignorancia es deliberada. Nunca olvidaré a la persona de la Junta de Educación de Kansas que dijo que nunca enseñarían esa teoría de la evolución de “monos al hombre”.

¿Y qué decir del presidente, el principal autor del desastre? Últimamente, aunque no suena beligerante, ha tratado de afectar un toque de patetismo. Pero este presidente no se merece el sentimiento que emana del pathos, que es la lástima. Parte de este último acto es preguntarle a la gente, si pierdo, ¿qué puedo hacer?, ¿qué debo hacer?

Tengo una respuesta. Un guerrero japonés, un samurái, un hombre honorable que ha perdido una batalla que debería haber ganado, pero que inexplicablemente se negó incluso a combatir en ella, y perdió a un centenar de sus hombres como resultado, está irrevocablemente deshonrado. Solo hay una forma de recuperar una parte de su honor perdido. El hara kiri.

Esta es mi respuesta a su pregunta, Donald Trump, acerca de lo que usted debe hacer una vez que haya perdido.

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