1966 – Suscriben los atletas cubanos la «Declaración del Cerro Pelado» en el barco del mismo nombre, que los conduce a Puerto Rico a los X Juegos Centroamericanos y del Caribe
La décima edición de los Juegos Centroamericanos y del Caribe estuvo marcada por los problemas creados por el gobierno de Estados Unidos para la asistencia de Cuba a la sede, en San Juan, Puerto Rico desde un año antes, en 1965, cuando intentaron imponerle al Comité Organizador que no le extendiera la invitación a la Isla. Fracasado ese procedimiento, pues el Comité Olímpico Internacional lo penalizaba en su reglamento, surgió la negativa estadounidense de concederles las visas a nuestros deportistas para la justa que tendría lugar entre el 11 y el 25 de junio de 1966. Después de un agitado proceso, finalmente otorgaron el visado, pero no así el permiso para viajar hasta la capital boricua en nuestros propios medios de transporte, es decir habría que ir a un tercer país para desde allí trasladarse a San Juan. Ante tanta maniobra, el gobierno cubano tomó una decisión soberana. El barco Cerro Pelado partió desde Santiago de Cuba con toda la comitiva y se mantuvo en aguas internacionales frente a las costas de Puerto Rico reclamando el derecho que le asistía a nuestros deportivas de competir. Durante la travesía fueron asediados por aviones yanquis y en respuesta a todas las agresiones la delegación deportiva cubana redacta el 10 de junio un documento denominado «Declaración del Cerro Pelado», con el objetivo de denunciar ante el mundo el absurdo e ilegal comportamiento del Departamento de Estado Norteamericano y al mismo tiempo proclamar la inquebrantable determinación de todos los miembros de la embajada deportiva de llegar a la capital puertorriqueña, aunque fuera nadando, para competir en los Juegos. El escrito ratificó la posición de principios del deporte cubano, al proclamar el derecho de la mayor de las Antillas a participar en la justa, que comenzaría el 11 de junio y devino ideario frente a intereses mezquinos opuestos al deporte limpio y sano para todos los pueblos. El Cerro Pelado fue obligado a anclar a casi cinco millas de las costas puertorriqueñas y en horas tempranas de la mañana del día 11 de junio de 1966, la delegación fue trasbordada en alta mar al remolcador Peacock, en condiciones riesgosas y difíciles. Todos bajaron a tierra en lanchas con banderas puertorriqueñas, no estadounidenses como quería el gobierno Yanqui. Finalmente los miembros de la delegación cubana, llegaron a tiempo a la ceremonia inaugural y enarbolaron la enseña nacional en el Estadio Hiram Bithorn.
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