
Desde el triunfo mismo de la Revolución, la convicción de la necesidad de apoyar al máximo el desarrollo científico y tecnológico del país abarcó todas las ramas.
En ese sentido, fueron determinantes la dirección personal, aliento, proyección y estrategia de Fidel y los grupos asesores, técnicos y científicos que lo acompañaron.
El desarrollo biotecnológico cubano es una expresión elocuente de ese empeño:
Se ha buscado la elevación de los rendimientos agrícolas mediante el cultivo de tejidos, la transferencia de genes de una célula a otra, la búsqueda de nuevas variedades más productivas y resistentes a plagas, enfermedades y otras agresiones ambientales.
Entre los medicamentos logrados se destacan el Interferón, utilizado en el control de enfermedades virales y cáncer; la estreptoquinasa, aplicada en hospitales, que permite sobrevivir al infarto cardíaco; los anticuerpos monoclonales, en particular el MoAb-T3, utilizado en el programa de trasplante de órganos.
También están el PPG o ateromixol, un producto natural derivado de la caña de azúcar que reduce el nivel de colesterol en la sangre, además de ser un antiagregante plaquetario y tener otros múltiples efectos
beneficiosos.
En el Centro de Inmunología Molecular, una de las instituciones más avanzadas y prestigiosas del país, se han desarrollado profundas investigaciones contra el cáncer y su tratamiento.
Ya se han registrado en Cuba cerca de 20 biofármacos, entre ellos interferones, anticuerpos monoclonales, derivados de la sangre, vacunas y otros.
Las producciones y los servicios de salud relacionados con la biotecnología aportan al país millones de dólares anuales, a pesar de la escasez de recursos y los fuertes obstáculos impuestos por el Gobierno de Estados Unidos a toda gestión que pueda favorecer el desarrollo de la economía cubana.
