
GUANTÁNAMO.—La superficie que ocupa hoy el Grupo Orográfico Nipe-Sagua-Baracoa, majestuosas cumbres del nororiente cubano, según evidencias geológicas no resultó muy afectada por los cambios climáticos ocurridos durante las glaciaciones del Cuaternario, por lo que se convirtió en refugio para la biota antillana, y actualmente es polo de la más biodiversa del área.
Lo abrupto de la geografía de la zona, la complejidad de su relieve, y lo confortable del clima condicionaron allí el origen, subsistencia y diversidad de especies de animales y plantas a lo largo de millones de años, lo cual favoreció además el alto endemismo en sus parajes.
Súmase a ello su espesa cobertura boscosa —en el presente más del 80 % del territorio que ocupa— y sus abruptas selvas tropicales, devenidas escudo protector para, en la Era Común, amparar también al lugar de la explotación forestal, de ahí que exhiba ahora superficies vírgenes y sea santuario de una especie animal casi coetánea con los dinosaurios: el solenodon cubanus (almiquí).
Precisamente el temido y depredador accionar antropogénico es en la actualidad una de las principales causas de que el mundo se debata en preocupantes crisis ambientales, como el calentamiento global, deshielo de los glaciales, sequías, terremotos y ciclones, que ponen en peligro la sostenibilidad ecológica, y hasta la propia vida en el planeta.
Cada vez son más violentas las respuestas del clima, y muestra reciente fue la fuerte embestida del huracán Matthew, de categoría cuatro, el más poderoso originado en la última década en aguas del Caribe que azotó, entre otras zonas del hemisferio occidental, al este de Cuba, incluido el rico patrimonio natural de sus cumbres.
Alentadoramente, ninguna vida humana segó el meteoro en estos lares, gracias a las previsoras, múltiples y esforzadas acciones del Gobierno y el pueblo de la Isla, y hoy en etapa de recuperación se tejen aquí mil historias de grandeza humana y solidaridad, en tanto se cuantifican los daños económicos y materiales, incluido el ambiental.
En función de este último inventario, un equipo multidisciplinario de ecologistas subió a sitios puntuales del macizo Nipe-Sagua-Baracoa, sobre todo, los incluidos en la Reserva de la Biosfera Cuchillas del Toa, y su núcleo de mayor diversidad de vida y endemismo: el Parque Nacional Alejandro de Humboldt, sitio Natural de Patrimonio Mundial.
Específicamente, expertos de la Agencia Cubana de Medio Ambiente y el Sistema Nacional de Áreas Protegidas, guiados por los de la guantanamera Unidad de Servicios Ambientales (UPSA), realizaron un primer análisis de las afectaciones en Baracoa y La Melba, dos de los cuatro Departamentos de Conservación de ese Olimpo de la naturaleza cubana.
En ese Parque, abarcador de más de 70 000 hectáreas extendidas entre las provincias de Guantánamo y Holguín, apenas ahora se comienza una valoración general para recoger, en unidades físicas, la magnitud de los perjuicios; seguidamente se orientarán acciones recuperativas y en fase más avanzada el monitoreo de la dinámica del equilibrio que se irá alcanzando.
El biólogo Gerardo Begué, subdirector de la UPSA, comentó que se conoce que los daños son considerables, traducidos en la pérdida del hábitat de especies de la fauna, tanto por los vientos huracanados responsables del detrimento de la vegetación, como por la penetración del mar, y crecidas de ríos de las más de 60 subcuencas de primer y segundo orden comprendidas en el área.
De acuerdo con los primeros reportes, las mayores afectaciones se localizan en los bosques siempreverdes mesófilos, las pluvisilvas de baja altitud, plantaciones jóvenes de pinares en sitios vulnerables, y los bosques culturales o agroecosistemas (cafetales, cocotales, cacaotales y frutales), de madera blanda, menos resistentes a los efectos de fuertes vientos.
El ingeniero Rolando Villaverde, especialista forestal, en exclusiva a la ACN, mencionó entre las fortalezas de la zona —en contexto de catástrofes— la densidad de su cubierta boscosa, posible coraza protectora, y la prioridad que constituye el lugar para ambientalistas y, en general, la comunidad científica local, que lo monitorean constantemente.
Se refirió, además, a la importancia tras estos eventos del poder de resiliencia, y el previo uso de corredores biológicos definidos en toda la zona del Grupo Orográfico, por funcionar como conexión entre hábitats y vía de escape y defensa de la fauna, que de manera instintiva se refugia en sitios de menor peligro.
El equipo guantanamero de la UPSA, técnicos y guardaparques tienen la experiencia del huracán Sandy en el 2012, con la diferencia que ese era de menor categoría, y no tuvo en este territorio su principal impacto, como Matthew que abatió severamente a las localidades de Baracoa y la parte más al este de Holguín.
Aun así aquella vez, hace cuatro años, igual en octubre, se reportó aquí un fuerte deterioro natural reflejado, principalmente, en los bosques latifolios y semicaducifolios, el grupo de las coníferas, y algún nivel de detrimento a las pluvisilvas —conocidas como selvas lluviosas— y en el sector costero a los manglares.
Ahora tras Matthew también se generará en estos rumbos una revolución de acciones recuperativas para devolver al bosque su brillo original, un proceso a mediano y largo plazo.
Pero ¡ojalá! —deseamos fervientemente los ecologistas—, la Naturaleza aún más sabia que despiadada haya preservado —como en el Cuaternario y en la embestida humana de la colonización— lo más preciado de la flora y fauna de esta región que el eminente científico cubano Antonio Núñez Jiménez, considerado Cuarto Descubridor de la Isla, calificó como «maravilla de la naturaleza».