El gobierno de Barack Obama se enfrenta por estos días a una nueva crisis migratoria creada por la llegada de 60.000 menores no acompañados a la frontera de Estados Unidos. Varios medios de prensa reflejan esta situación e intentan hacer un paralelismo con lo sucedido durante la conocida Operación Peter Pan, pero a partir de un análisis superficial y parcial de los hechos. “…Los albergues de los menores cubanos que viajaron solos a Estados Unidos en los años sesenta alojan ahora a 1.600 pequeños inmigrantes indocumentados, allí pasaron sus noches y sus días el actual alcalde de Miami, Tomás Regalado, el exsenador republicano Mel Martínez y otros miles de niños cubanos menores de 16 años que volaron solos a Florida entre 1960 y 1962 durante la Operación Peter Pan. La mayoría se convirtió luego en empresarios, abogados y académicos. Eran 14.048 niños en total y su periplo, planeado por la diócesis de Miami y el Departamento de Estado de Estados Unidos, es recordado como el mayor movimiento de niños refugiados conocido en el hemisferio occidental… ”, se podía leer, por ejemplo, en la edición impresa de El País.
Pero no podemos permitir que nos confundan. La Operación Peter Pan es uno de los capítulos más sórdidos de la campaña de mentiras, calumnias e infamias contra Cuba, y también uno de los más inmorales y más inhumanos, al involucrar a miles y miles de niños y tomando como pretexto un falso proyecto de ley, que supuestamente había aprobado el Gobierno Revolucionario, mediante el cual se quitaba la patria potestad a los padres y que comenzó como operación de la Agencia Central de Inteligencia el 26 de diciembre del año 1960, en estrecha coordinación con la alta jerarquía de la Iglesia Católica y con organizaciones contrarrevolucionarias en la isla.
Más de 14 000 niños cubanos fueron secuestrados, separados ilegalmente de sus padres y enviados a Estados Unidos a internados, reformatorios, orfelinatos, llamados campamentos, y también dados en adopción a familias desconocidas totalmente para ellos. Realmente fue algo monstruoso, que provocó el dolor, el sufrimiento de esos miles de niños, pero también de sus padres, de sus familias. Muchos quedaron separados por muchos años y algunos, incluso, no pudieron verse nunca más.
Ahora solo se mencionan a quienes han tenido una “vida exitosa”, pero nada se dice de aquellos sobre los que se cometieron verdaderos abusos, hasta abusos sexuales. Sobre aquellos niños se produjo un verdadero daño moral, psicológico, espiritual y físico, por el que algún día, los ejecutores, tendrán que pedir perdón.
Ha habido mucha apología alrededor de esta operación, ha habido también mucha mentira, mucho intento de ocultar, de manipular, de tergiversar lo que sucedió. No hay en este momento ningún documento desclasificado por parte del gobierno norteamericano sobre todo esto, o sea que están todavía escondiendo a la opinión pública y a la historia esta operación criminal.
Y para ilustrar lo que he comentado, aquí les dejo el testimonio presentado ante las cámaras de la Televisión Cubana, de una persona que conoció, en carne propia, la verdadera cara de la Operación Peter Pan.
Amalia
Ivette Vega: Vengo a rendir un testimonio que puede ser muy parecido al de numerosas familias cubanas.
En 1970, después de estimular, al triunfo de la Revolución, en primer lugar la acogida sin límites a los sicarios que se habían enriquecido con el gobierno que fue derrocado por la Revolución y estimular las salidas de los profesionales, en su mayoría médicos, del país, Estados Unidos comenzó a alentar otros tipos de salidas ilegales bajo el nombre de la Operación Peter Pan.
Aunque en los documentos oficiales desclasificados por la CIA aparece como que finalizó antes de la década del 70, investigaciones posteriores han demostrado que la operación se mantuvo durante casi 12 años después de haberse iniciado en 1960.
Mi hermano es una víctima de esa operación, aunque él no lo considera así, todavía cree que fue engañado por mis padres, quienes lo sacaron del país vía España, en mayo de 1970, con el propósito de reunirnos inmediatamente con él. Yo era muy niña en aquel entonces y no pude entender qué era lo que estaba pasando en mi familia, aun todavía hay muchas cosas que quedan inconclusas, muchas conversaciones pendientes, muchos temas por aclarar; pero, gracias a la educación de respeto y de solidaridad que recibí, en primer lugar, por mi familia; gracias al nivel educacional que he alcanzado por la Revolución y a la instrucción política que al vivir en este país he obtenido, puedo ahora entender muchas cosas, incluso, quizás, muchas más que las que mis padres entendieron en el momento en que decidieron sacar a mi hermano del país.
Lo que mi hermano pasó en todos estos años es una historia larga, baste con decirles que no es persona sana y que no es totalmente feliz, quizás nunca aun todavía pueda llegar a serlo.
Desde 1970 mi hermano no tuvo contacto con mi familia hasta 1991, en que mi madre pudo viajar por primera vez y verlo. En 1993 mis padres lo visitaron juntos y al comprobar su estado de salud y sus condiciones de vida, decidieron compartir la responsabilidad que habían, de alguna manera, reprimido durante tantos años con la educación y el compartir con nosotros su vida. Mi mamá decidió quedarse en Estados Unidos y mi padre regresar conmigo para que a ninguno de los dos nos faltara su presencia.
Fue realmente un vano intento de hacer valer su deseo de estar junto a nosotros, porque mi mamá y mi papá llevaban un matrimonio muy consolidado y fue realmente muy difícil para ellos la separación.
En 1995, a partir de una reclamación hecha por mi hermano, mi padre abandonó el país definitivamente y en estos momentos viven juntos los tres.
En 1999, al conocer que a mi papá se le había detectado una enfermedad cancerígena, acudí a la Oficina de Intereses en La Habana a solicitar un permiso de salida temporal para visitar a mi familia y poder reunirme con ellos, al menos una vez, mientras estuvieran todos aparentemente sanos y vivos. Me acompañaba una carta de la institución hospitalaria donde mi papá recibe tratamiento, me acompañaba la verdad en cada una de las numerosas preguntas que tiene el formulario que la Oficina de Intereses entrega a las personas que solicitamos salida temporal del país, y la visa me fue negada. Me fue entregada una impersonal carta falsa, donde decía que mi caso se había analizado detenidamente. Y les digo que es falsa porque es la misma carta que les dan a todas las personas a las que se les niega el permiso de salida temporal.
Si esta misma persona que hoy denuncia esa arbitrariedad hubiera acudido a la Oficina de Intereses, o, sencillamente, hubiera intentado salir ilegalmente de Cuba, hubiera sido acogida sin reparos por el gobierno de Estados Unidos.
El calificativo que me dieron es que yo era una inmigrante potencial y que en esos momentos, y nunca quizás, podría viajar a Estados Unidos, porque toda mi familia estaba allá. Desconocen que tengo un hijo, desconocieron absolutamente mi trayectoria; desconocieron que yo escogí vivir en Cuba libremente, y que eso no ha impedido que sienta un amor inmenso por mi familia y que tenga el derecho humano de visitarlos y de acompañarlos en sus momentos difíciles.
Recién mis padres han entendido que esa historia también es cierta, porque hay mucha manipulación en todas estas situaciones.
Y muchas de las personas salieron de la Oficina de Intereses, como yo ese día, con sentimientos similares de maltrato, de humillación, de haberse desconocido la posibilidad legal y la posibilidad, incluso, establecida y acordada por acuerdos legales vigentes entre los dos gobiernos.
Pregunto cómo un país que se dice democrático puede negarme el derecho de visitar a mi familia sencillamente por una única razón, que para mí está suficiente clara, y es que soy revolucionaria. Cómo es posible que no puedan entender que los lazos de amor están por encima de cualquier situación, y que mis padres y yo hemos sido capaces de respetar nuestras mutuas convicciones y de vivir con respeto y con amor a pesar de estar separados.
Quizás yo tenga que postergar por tiempo indefinido el abrazo a mi familia, quizás nunca pueda hacerlo; pero pienso que de alguna manera este paso, como hacen los caminantes, sirve para abrir senderos, para que quizás mi hijo pueda tener esa oportunidad, para que quizás otras personas no sufran lo que muchos de los cubanos que acudimos a la Oficina de Intereses en busca de una salida legal del país podamos tener y para que no se pisotee nunca más el derecho humano de cualquier cubana o cubano de abrazar a sus seres queridos.
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